Escritor- Filósofo


"La niebla es un paso del camino entre una certeza y otra certeza, jamas he caminado entre cargas y visiones falsas, debemos aprender a caminar en el umbral del camino con nuestro maestro espiritual o gurú. Debemos aprender a desafiar a la muerte y dominarla. Amar es un desafío espiritual." Emiro Vera Suárez

Todo cambia tan abruptamente. El tiempo y la vida con su paso solo develan la crudeza, solo caminan para agotarse, para hundirse ante nuestros fallidos intentos de entender algo.

Juan Carlos Vásquez Flores

martes, 19 de mayo de 2015

ATINAR EN LA INVERSIÓN LATINA



Aventis.

Emiro vera suárez
Desde los años 80, Perú viene  teniendo una historia que narra la injerencia del narcotráfico en la política. No es algo nuevo. Lo que puede estar sucediendo hoy, es que la cobertura de estos casos en los medios que afecta la percepción ciudadana. Perú y Bolivia son los primeros  productores  mundiales  de hoja de coca y según fuentes internacionales, no ratificadas por el Gobierno, también los  mayores productores  de cocaína. Según un informe publicado a inicios de este mes por El Comercio, en Perú se produce al año 400 toneladas de cocaína pura y el narcotráfico mueve 6,500 millones de dólares, entre la comercialización de los narcóticos y el patrimonio adquirido con el dinero ilícito.
Ya no es cuestión de ideología, es cuestión de saber dirigir un comando y destabilizar plazas políticas, el pensamiento en Latinoamérica ya no es de ideas, representa una comisura de lambucios que luchan por los anaqueles en los mercados y no dejar frutos al vecindario.
Los partidos políticos de oposición viven una democracia interna de baja calidad en España, reflejada en la crisis de credibilidad y liderazgo de organizaciones concebidas como “instrumento fundamental para la participación” y cuya “estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”, según la Constitución. Pero, sus dirigentes buscan es dañar la República en su estructura. Hacen falta reformas muy serias para empezar a recorrer el camino que haga verdad esas premisas y contribuya a restablecer la confianza en las instituciones.
Perú y Colombia estimulan la no credibilidad en la estructura del Estado, como tal.
Los líderes deben abrirse a la competencia política y caminar los barrios,  muchos desean cargos internos, pero no comparten la militancia con sus compañeros. La crisis de credibilidad en las instituciones, el deterioro de los partidos tradicionales y el empuje de los emergentes marcan la caducidad del procedimiento tradicional. Negociar una legislación de partidos llevará tiempo, pero el objetivo de democratizarlos y ponerlos al servicio de los ciudadanos es irrenunciable. Lograrlo sería una pequeña revolución. Y quienes hacen revolución en nuestros días.
El escritor Juan Carlos Galdo (Lima, 1968) ha incursionado en el ensayo y en la narrativa, con los libros Alegoría y nación en la novela peruana del siglo XX (2008) y la novela Estación Cuzco (2009), respectivamente. Doctor en Literatura y radicado desde hace diez años en Estados Unidos (es docente en la Texas A&M University), Galdo regresa cada cierto tiempo al Perú. Fruto de una de esas visitas es el libro Caminos de piedra y agua. Un viaje por Puno (Peisa, 2014), en el que retoma la tradición de los “libros de viaje”, esa peculiar combinación de narrativa, testimonio y ensayo. Galdo viajó a Puno, en 2007, para recoger información sobre Gamaliel Churata —seudónimo del escritor Arturo Peralta (1897-1969), pero llegó en un momento de agitación social (huelgas y bloqueos de carreteras). Aunque la investigación se frustró, el escritor aprovechó para recorrer el llamado “corredor cultural aimara” (orilla suroriental del lago Titicaca), conversando con las personas que encontraba a su paso. Además Galdo descubre que está repitiendo el recorrido que hizo el funcionario Garci Diez de San Miguel en 1567, y que narró en un detallado informe al rey. Yunguyo, Juli, Zepita, Pomata y Ácora son algunos de los poblados en los que Galdo recoge las historias que cuentan los lugareños —en especial intelectuales, escritores y artistas—, y en las que los sucesos reales conviven con mitos populares y fantasías de todo tipo. A eso se suman los testimonios personales del autor (descripciones y reflexiones) y el constante diálogo con el texto del siglo XVI. Todo ello hace de Caminos de piedra y agua un libro interesante, una acertada actualización de este viejo género literario.
Ojala, nuestros diputados caminasen las calles de nuestros pueblos y fuesen duchos en el camino que se recorre.
La antigua categorización de Primer y Tercer mundo, de donantes y mendigos, de líderes y seguidores ya no puede seguir vigente. Desde el discurso hegemónico se generan conceptos que contribuyen a continuar la dominación de los eternos dominados, de los menos poderosos ubicados en esa tercera posición del podio mundial. Hay que romper antiguos paradigmas que legitiman la desigualdad. Entender que solo existe un mundo. Ni primero, ni segundo ni tercero, solo uno. Con los mismos océanos, árboles, montañas, aire y el mismo sol. Un mundo a donde deben caber todos los mundos sin orden de prioridad. Un mundo a donde puedan caber el pueblo y los ricos-
Asia, África y América Latina poco avanzaron tecnológicamente, con economías dependientes de la exportación de productos agrícolas y materias primas, altas tasas de analfabetismo, crecimiento demográfico galopante y gran inestabilidad política. Estos países que se habían independizado de las potencias coloniales europeas, se articularon en la Conferencia de Bandung en 1955. Se distinguían del Primer Mundo formado por naciones desarrolladas capitalistas y el Segundo Mundo alineado en torno a la URSS.
El bloque soviético desapareció como tal y los países que conformaban ese primer mundo desarrollado ya no son las únicas potencias en el nuevo esquema económico mundial multipolar. Sin embargo, el tercer mundo sigue existiendo. Los históricamente desfavorecidos, olvidados, los últimos de la fila. ¿Acaso existirá luego un cuarto mundo? Donde se alineen los países que están aún peor, Urge que se adopten políticas favorables a la inversión. El Gobierno no atina en cómo estimular inversión privada en la producción de los bienes y servicios que demanda la población a los que ya no les queden recursos por saquear ni personas por explotar. Los empresarios se llevan todos los dólares.

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