Fuente Literaria
Mi nombre es Quazil, soy viudo, hace años inicié una
programación de viajes galácticos, buscando una casa para descansar, fuera de
la mirada de mis amigos, que son mis enemigos. He viajado por una diversidad de
planetas, pero, solo en la tierra pude encontrar un viejo castillo que me daba
paso a cuatro ambientes climáticos, le denominé El Cerro Azul. De otras vías lácteas,
traje dragones, un enano, dos cocineras, unos minotauros y centauros por su
habilidad en manejar el arco. El castillo, es muy fresco y mi familia ocupaba
solo una parte de él, todas sus puertas eran de madera, igual que sus ventanas,
tiene 53 salas habitacionales.
Corrí y mate alacranes hasta de un metro, le servían al
antiguo dueño y, empecé a fumigarla y le di una limpieza general, tomé la
habitación que daba hacia el faro y por sus ventanas entraba mucho frío y descubría
mis sabanas tiradas al pie de la cama, siempre me levantaba de madrugada a ver
el mar y ver las estrellas de colores vivos como destellantes.
Tuve que fumigar mucho, los alacrancillos se
multiplicaban mucho. Era una plaga feroz. Cuando estoy en el castillo, trabajo
mucho, casi no duermo, trabajo diez horas frente al computadora y paso por la
recamara a ducharme, más allá del primer amanecer, nada me da miedo, ni los
muertos, visitaba el cementerio de un caserío y leía lo transcrito las lápidas,
casi todas las tardes, en otras horas, visitaba La Asamblea Evangélica a
escuchar el mensaje de La Palabra de Jehová.
Camino por la oscuridad, así nadie me ve, voy
distinguiendo las sombras que me acompañan, entre ella, La Serpiente Desnuda.
Ella, siempre caminaba muy despacio hacia mí y se transformaba en una morena
alta con bata clara, su legua larga se movía de un lado a otro. Al lado de ella,
caminaba siempre un fantasma que se desaparecía, cuando llegase de un viaje
fuera de la órbita terrestre.
En esta galaxia, estoy de paso, me da mucho vértigo estar
aquí, por el espacio. Hay mucha resistencia y el hombre de este lugar busca estar
al servicio de las ideas, mi trabajo, consiste en memorizar, estoy en un
vertedero, encerrado entre dos filas de montañas con la nave y dos damas de
acompañante, da vértigo, estarse aquí., es ocupar un espacio necesario. Ahora
se trabaja con puros proyectos y visitar los poblados buscando un ejercicio
mejor.
Todo, tiene que estar trazado al modelo de los espacios
necesarios. Estoy, en una base de prácticas misilisticas, todo se encuentra
marcado por la raíz que lo agrupa todo y, hay que estar muy definido para
recordar las deducciones del cuerpo, este elemento junto a las definiciones de
cuerpo, raza y género nos lleva a un criterio de la realidad
Me gustaría recalcar que las fechas son parte de
un proceso extenso. Para mi generación de soldados, aquellos que empezamos a
comienzos de los años ochenta, los
cambios sociopolíticos que llevaron al neoliberalismo y a las políticas de
Reagan y Thatcher resultaron definitorios. Fue, además, el momento del
auge de la postmodernidad. Esta tendencia supuso una vuelta a medios
tradicionales como la pintura y la escultura; o, en arquitectura, significó
otorgarle importancia a la ficción y las escenografías. Pero hubo otras
tendencias postmodernas en arte y arquitectura donde esto no era lo importante.
Lo esencial era confrontar la idea de modernidad, de verdad absoluta y
universal, Jugar con las ideas pueden resultar un peligro. pero esta idea puede
resultar peligrosa. Para la derecha reaccionaria esto se tradujo en querer
incrementar las leyes de censura. Pero en la izquierda se produjo un movimiento
parecido al decir, por ejemplo, que las imágenes que representaban violaciones
podían motivar violaciones, generando otro sistema de censura donde algunas
cuestiones no podían tener cabida en la vida pública, en vez de ser
confrontadas y discutidas. Esta
idea, la del debate como constitutivo de la obra de arte, fue esencial para
ciertos teóricos de la postmodernidad.
Por ello propongo una nueva definición de
vanguardia opuesta a la tradicional: en vez de eliminar el pasado o proyectar a
un nuevo futuro, argumenta que es en las fracturas del presente inmediato donde
opera el poder de la vanguardia. ¿Es así?
- La visión oficial de la vanguardia histórica podría dividirse en dos vertientes: transgresora y legislativa: es decir, elimina el orden establecido o propone un nuevo orden. En la transgresora incluiríamos el arte Dada o surrealismo; en la legislativa, la Bauhaus o el constructivismo ruso. Pero ninguno de estos dos modelos parece adecuado en nuestro presente. Me interesan las condiciones actuales en las que no hay un orden claro al que oponerse, un orden al que sustituir, sino una realidad más difusa basada en agencias de datos y organismos privados. La idea fundamental de la transgresión es que hay un "ahí fuera" que transgredir. Pero yo no creo en la definición de un "ahí fuera" o un "aquí dentro". Creo en una visión de estado de emergencia donde no hay un orden preestablecido tan claro. Creo que la labor del historiador debe basarse en recuperar momentos pasados que nos puedan resultar útiles a la hora de explicar el presente.
Desde luego. La labor del crítico, del historiador y del teórico deben entrelazarse, mezclarse. Cómo esto se relaciona con la definición de una forma de ciudadanía, es una buena pregunta. Creo que en aquellos países en los que se suponía que había sistemas democráticos, como Estados Unidos, la conciencia crítica y el compromiso con las diferentes formas de ciudadanía eran vistos como valores que debían ser cultivados, algo que no venía dado, sino que debía ser cuestionado y desarrollado. Tanto el arte como la universidad han estado comprometidos con esta idea. Lamentablemente, parece que esta idea se ha convertido en un proyecto utópico, heurístico e hipotético, no real y obligatorio.
Una conciencia crítica que discuta el pasado para entender el presente, como señalaba la filósofa.
- Desde luego. Creo que esa es la labor principal del académico, mantener viva la historia y el compromiso con la sociedad. Al mismo tiempo, es inevitable no verse seducido por una idea cosmopolita de ciudadanía, algo problemático desde la izquierda, porque puede acabar abogando por un cosmopolitismo naif y un neoliberalismo globalizador.
- La visión oficial de la vanguardia histórica podría dividirse en dos vertientes: transgresora y legislativa: es decir, elimina el orden establecido o propone un nuevo orden. En la transgresora incluiríamos el arte Dada o surrealismo; en la legislativa, la Bauhaus o el constructivismo ruso. Pero ninguno de estos dos modelos parece adecuado en nuestro presente. Me interesan las condiciones actuales en las que no hay un orden claro al que oponerse, un orden al que sustituir, sino una realidad más difusa basada en agencias de datos y organismos privados. La idea fundamental de la transgresión es que hay un "ahí fuera" que transgredir. Pero yo no creo en la definición de un "ahí fuera" o un "aquí dentro". Creo en una visión de estado de emergencia donde no hay un orden preestablecido tan claro. Creo que la labor del historiador debe basarse en recuperar momentos pasados que nos puedan resultar útiles a la hora de explicar el presente.
Desde luego. La labor del crítico, del historiador y del teórico deben entrelazarse, mezclarse. Cómo esto se relaciona con la definición de una forma de ciudadanía, es una buena pregunta. Creo que en aquellos países en los que se suponía que había sistemas democráticos, como Estados Unidos, la conciencia crítica y el compromiso con las diferentes formas de ciudadanía eran vistos como valores que debían ser cultivados, algo que no venía dado, sino que debía ser cuestionado y desarrollado. Tanto el arte como la universidad han estado comprometidos con esta idea. Lamentablemente, parece que esta idea se ha convertido en un proyecto utópico, heurístico e hipotético, no real y obligatorio.
Una conciencia crítica que discuta el pasado para entender el presente, como señalaba la filósofa.
- Desde luego. Creo que esa es la labor principal del académico, mantener viva la historia y el compromiso con la sociedad. Al mismo tiempo, es inevitable no verse seducido por una idea cosmopolita de ciudadanía, algo problemático desde la izquierda, porque puede acabar abogando por un cosmopolitismo naif y un neoliberalismo globalizador.
Cuando pensamos en el futuro, tendemos a imaginar
las cosas que llegarán, pero resulta mucho más esclarecedor dibujar ese futuro
identificando las cosas que
dejarán de existir. "Es como mirar por el retrovisor de un coche.
Aún no vemos los tramos de carretera que tenemos por delante pero sí vemos lo
que vamos dejando atrás", "La rapidez con la que está cambiando el mundo es la pregunta principal a
la que hay que dar respuesta periodística",
El fin del mundo tal y como lo conocemos se divide en dos partes. García Aller dedica la primera a señalar cosas que se acaban y la segunda se ocupa de ideas que se acaban, siendo este segundo grupo el que a mi juicio de autor tendrá un mayor impacto en el comportamiento humano.
Entre las cosas que se acaban, la autora incluye el fin del trabajo, y analiza sus pros y sus contras. "Es mejor ir haciéndose a la idea. Todo lo que pueda hacer un algoritmo lo terminará haciendo. En las anteriores revoluciones tecnológicas automatizaron los trabajos físicos. Ahora les toca a todos los demás. Sobre todo, a los más rutinarios", escribe García Aller. No en el libro, pero sí al ser preguntada por ello, incluye dentro de este saco a su propia profesión, el periodismo, y señala que ya hay agencias de noticias que automatizan las informaciones con los resultados deportivos o los valores de la bolsa.
En el futuro el fin de las "cosas": ya no se pagará por tener, sino por usar. Del mismo modo que ocurre con Spotify o Netflix, ocurrirá -ya está ocurriendo- con los vehículos. En las páginas siguientes también anuncia el fin del dinero, de los volantes, de las tiendas, el del petróleo como principal fuente de energía (quizá la muerte más previsible de todas las que recoge la historia política que la mismísima OPEP acepta para 2040) y hasta de los camellos de la droga, sustituidos progresivamente por los ciber camellos que operan en la Deep web.
En el terreno de las ideas, nos encontramos con el vaticinio del fin del reloj biológico que obliga a la maternidad en una franja de edad determinada; el fin de la globalización, con la llegada del proteccionista Trump a la Casa Blanca y el triunfo del Brexit; el fin de la utilidad del aprendizaje de idiomas con la llegada de los programas la traducción simultánea...
De todos los cambios que recoge el tiempo, el más inquietante es probablemente, el fin de la privacidad debido al rastro que de manera consentida dejamos al usar todo tipo de aplicaciones móviles. El más esperanzador, el fin de la muerte. Y el que, en opinión de mí persona, más está cambiando el comportamiento humano: el fin de la conversación. "Es algo omnipresente pero todavía no nos estamos haciendo todas las preguntas que deberíamos acerca de lo que esto supone". Hace diez años nació el primer teléfono inteligente, la primera versión del iPhone, y dos o tres años después empezaron a popularizarse a gran escala. De modo que no hace ni una década que los teléfonos con conexión a internet se hicieron ubicuos, pero en tan poco tiempo han conseguido transformar radicalmente nuestra vida cotidiana.
El fin del mundo tal y como lo conocemos se divide en dos partes. García Aller dedica la primera a señalar cosas que se acaban y la segunda se ocupa de ideas que se acaban, siendo este segundo grupo el que a mi juicio de autor tendrá un mayor impacto en el comportamiento humano.
Entre las cosas que se acaban, la autora incluye el fin del trabajo, y analiza sus pros y sus contras. "Es mejor ir haciéndose a la idea. Todo lo que pueda hacer un algoritmo lo terminará haciendo. En las anteriores revoluciones tecnológicas automatizaron los trabajos físicos. Ahora les toca a todos los demás. Sobre todo, a los más rutinarios", escribe García Aller. No en el libro, pero sí al ser preguntada por ello, incluye dentro de este saco a su propia profesión, el periodismo, y señala que ya hay agencias de noticias que automatizan las informaciones con los resultados deportivos o los valores de la bolsa.
En el futuro el fin de las "cosas": ya no se pagará por tener, sino por usar. Del mismo modo que ocurre con Spotify o Netflix, ocurrirá -ya está ocurriendo- con los vehículos. En las páginas siguientes también anuncia el fin del dinero, de los volantes, de las tiendas, el del petróleo como principal fuente de energía (quizá la muerte más previsible de todas las que recoge la historia política que la mismísima OPEP acepta para 2040) y hasta de los camellos de la droga, sustituidos progresivamente por los ciber camellos que operan en la Deep web.
En el terreno de las ideas, nos encontramos con el vaticinio del fin del reloj biológico que obliga a la maternidad en una franja de edad determinada; el fin de la globalización, con la llegada del proteccionista Trump a la Casa Blanca y el triunfo del Brexit; el fin de la utilidad del aprendizaje de idiomas con la llegada de los programas la traducción simultánea...
De todos los cambios que recoge el tiempo, el más inquietante es probablemente, el fin de la privacidad debido al rastro que de manera consentida dejamos al usar todo tipo de aplicaciones móviles. El más esperanzador, el fin de la muerte. Y el que, en opinión de mí persona, más está cambiando el comportamiento humano: el fin de la conversación. "Es algo omnipresente pero todavía no nos estamos haciendo todas las preguntas que deberíamos acerca de lo que esto supone". Hace diez años nació el primer teléfono inteligente, la primera versión del iPhone, y dos o tres años después empezaron a popularizarse a gran escala. De modo que no hace ni una década que los teléfonos con conexión a internet se hicieron ubicuos, pero en tan poco tiempo han conseguido transformar radicalmente nuestra vida cotidiana.
Aldana, se ha dormido, aparece Alondra y Zafiro
le dirige la palabra. En este planeta hay centros de manipulación genética y,
desean traspasar la muerte, la gran quimera del ser humano., Aquí, hay muchos
científicos excéntricos. Además de la reprogramación celular, la medicina
preventiva a partir de la secuenciación del genoma y de la bioimpresión de
órganos artificiales, los expertos anticipan otros muchos avances derivados de
todas estas nuevas líneas de investigación, Y aquí, hacen esos estudios con
verdadera identifación
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