Escritor- Filósofo


"La niebla es un paso del camino entre una certeza y otra certeza, jamas he caminado entre cargas y visiones falsas, debemos aprender a caminar en el umbral del camino con nuestro maestro espiritual o gurú. Debemos aprender a desafiar a la muerte y dominarla. Amar es un desafío espiritual." Emiro Vera Suárez

Todo cambia tan abruptamente. El tiempo y la vida con su paso solo develan la crudeza, solo caminan para agotarse, para hundirse ante nuestros fallidos intentos de entender algo.

Juan Carlos Vásquez Flores

miércoles, 4 de mayo de 2011

EL TRONAR DEL CHAMA

Fuente Literaria


El Vigía, siempre ha sido pintoresco, donde los muchachos salen a trabajar desde muy temprano al potrero para lidiar con el ganado y otros al colegio. Mientras, la familia celebra el jolgorio de quienes desean ser los baquianos de una región vasta en cuadras de plátanos., muy de cerca, una capilla para rezar en Semana Santa con un sacerdote alegre y reflexivo. Siempre estaba presto para oír su homilía en un recinto lleno de asistentes y lugareños cercanos, todos con mucha y luz cristiana por lo del campo y una actitud piadosa presta a ser solidario con el vecino.
La reciedad del Chama es mayor en los días pascuales y, en mis tiempos juveniles, las palabras del cura nos despertaban de ese sueño sobre las inundaciones y lo tenebroso del Catatumbo. Cada domingo, todos estábamos presentes en la Iglesia para no ser sorprendidos y escuchar las voces del coro y diaconado. Todo era reputación y silencio. Los sacerdotes de ese tiempo nos subían la adrenalina al ver en sus sermones una gran verdad sobre los símbolos espirituales.
Algunas veces, las jovencitas tomaban la eucaristía de una manera presurosa y cada domingo el calor traía los raspaderos para vender su hielo y esencias. Ya al atardecer, nadie podía quedarse en casa, hasta los perritos disfrutaban de la música variada de la cantina hasta jauriar. Sus aullidos cambiaban de un momento a otro, según el tronar del río.
Los sábados, llegaba a Caño Zancudo un ínterin con dos mulas repletas de libros y cuentos, nos llenaba de un mundo de aventuras y sueños, a él, le compre mi primer poemario como un cuaderno para ejercicio cultural, deseaba ser un joven culto y parecerme a los personajes de las novelas de Rómulo Gallegos. Los libros, se convirtieron en una necesidad para mí. Las compañeras de mi pequeña escuela hacían colas para que les escribiera notas de amor a cambio de una empanada en el restaurante de Las Camacho. El tiempo fue formando ideales, enriquecedores de sabiduría que nos hacia ver las maravillas de la vida y nos apartaba de las malas acciones. Los libros se convirtieron en una verdadera necesidad porque nos apartaba de la perversidad.. La alegría es para todos, comer plátanos dominicos con sarampión de huevos y leer a Doña Bárbara es una misma sensación experimentada por todos.
Ya no dejare de escribir. Todavía la legendaria mata de manga tiene la fecha del primer poema dedicado a una jovencita internada en Mérida- oriunda de Tovar que se llama Cecilia. Hoy, a mis sesenta años, no hay diferencias entre lo vital y la reflexión. Todo es cautivante en nuestra existencia para revivir lo carismático que somos. La vida es un ritmo que debemos saber llevar
A menudo, mi abuelo nos llevaba a ver los becerros, siempre se creía una figura halada, siempre reconocía las siluetas que se acercaban al platanal y en un gesto firme les saludaba, descolgando la escopeta sobre su hombre e invitándolos a tomar café. Cuando estaba en Ciudad Ojeda, en su casa llegaban Carlos Andrés Pérez y Rómulo Betancourt, la imprenta la escondía cerca de un lindero entre los patos, el tanque de agua y el bebedero de los animales. Allí, se redacto la Doctrina Betancourt. Nunca CAP les canceló esa finca a los Ferrer y ahora se encuentra el Hospital de Ciudad Ojeda.
Siempre se escuchaban detonaciones provenientes de las riberas del Chama y veíamos el reflejo de la pólvora a los días. Del Vigía hacia delante, todo es tierra fértil, un fruto fresco que brota de la tierra como las muchachas y mujeres andinas en sus sueños de ser vírgenes para adorar al Niño de Zea, recordando a los Incas peruanos y Mayas mexicanos. Es un recorrer, un vivir, tiempos de nostalgia en el Sur del Lago para avizorar pensamientos y detenernos en el tiempo para cristalizar vivencias y determinaciones con el fin de abocarnos a lo cotidiano