Escritor- Filósofo


"La niebla es un paso del camino entre una certeza y otra certeza, jamas he caminado entre cargas y visiones falsas, debemos aprender a caminar en el umbral del camino con nuestro maestro espiritual o gurú. Debemos aprender a desafiar a la muerte y dominarla. Amar es un desafío espiritual." Emiro Vera Suárez

Todo cambia tan abruptamente. El tiempo y la vida con su paso solo develan la crudeza, solo caminan para agotarse, para hundirse ante nuestros fallidos intentos de entender algo.

Juan Carlos Vásquez Flores

domingo, 2 de diciembre de 2012

LUZ EN EL TIEMPO.


Fusión

Es el tiempo de los regalos, ha llegado el mejor mes y mi maestra de primaria corría al bodegón para darme lo que más agradaba a mi paladar, siempre le acompañaba a los actos públicos y tuvo la delicadeza de enseñarme protocolo y como salirme rápido de conversaciones extrañas. Fui muy recurrente con ella, y en su vivienda existía un canasto discreto hecho de fibra de Bora y Moriche, allí encontramos de todo, dulces, lápices, bolígrafos, una botella de vino, agua con gas, soda y dos peluches pequeños. El interior de su casa portaba un gran corredor con sillas para invitados, ella, un buen día decembrino me llevo a un bodegón para que conociese a un futuro presidente de la república, Carlos Andrés Pérez.
Ciudad Ojeda, era una comunidad muy apacible y fiestera. Los negocios de alimentos y bodegones cerraban muy tarde, sus residentes se sentaban en las panaderías y fuentes de soda para degustar almendras, turrones, pan  de jamón y cervezas. El olfato les advertía, el más mínimo detalle que incluía las hallacas y bollos pelones. A que mi tía Mélida de Ferrer, mamá, la maestra y algunos vecinos colocaban grandes mesones para la tertulia cada atardecer y junto al bramido de las vacas, toretes y becerros, la velada era muy hermosa, cuando pequeño, veía a Rómulo Betancourt llegar con sus papeles y sentarse con Luis Vera Gómez dialogar fuertemente en el compromiso con el Zulia.
No podía faltar una vinada afrancesada de color rosado, preparado por un experto caraqueño para las damas invitadas y se repartía ya casi partiendo la media noche. Era como champanizado y Nelly de Pineda me daba una botella a esconder en la otra casa, distante unos doscientos metros y enterrarla en la arena junto a un naranjal y matas de plátano. Era un liquido rosado burbujeante y se debía tomar bien frio y tenia frambuesas, duraznos y algo de fresa, ya empezaban a cultivarla algunos granjeros en la Colonia Tovar junto a unas salchichas de puro cerdo y carne de toretes jóvenes.
Todos, reunidos en sentimiento e identificados el uno con el otro, mi tía Mélida era muy liberal y feminista, con un carácter ajustado nos ayudo a pensar y sentir, ya que la mujer era puro sentimiento, le hablaba a papá con cocotazos de mujer luchadora y arraigada a sus principios sociales como políticos, pero era socialmente agradable, chicharachera y jocosa, hacia bien el papel de mujer, fiel en la cama y en los asuntos del hogar, Pineda siempre le veía con sonrisas y ojos muy abiertos, nos sentábamos  en la parte de atrás de la casa en un gran piso.
Me encanta las interferencias, entre libros y lectores uno se asusta por el arrastre de la escritura que crea estereotipos en un entorno cultural que debe darle fuerza a la vida, por eso, transitamos una relación amorosa que recorre el mundo de la televisión, soledad y el desarraigo. Por esto, hay tantas mujeres y hombres aislados en el aspecto sexual. Escribimos parte de nuestra vida, pero, en el fondo existe un andamiaje que nos arrastra a un círculo.
La vida es una luz- Edith Suyai Moncada- y debemos verla en su propia esencia para dar con sus pasos, es el momento de sacar todas nuestras cosas del pasado y crear simbólicamente nuestras propias penitencias para lograr una vida de buen gusto y conocedora de la amenidad. Es atreverse a ser retrospectivo para afeitar las arrugas de nuestra vejez.
Mi maestra se perdió en el tiempo. Pero, queda su imagen intacta en esa Lagunillas- Zulia- de la década del cincuenta (1950-1960). Sentía que la perdía, pero mi memoria se encadenaba para darme una realidad lejana y cercana. Aprendí de ella, leer rápido y escribir garabatos que son historias de relatos que desgarran mi alma, al concebir su imagen. Adiós y Presente, Clara. Una andina de corazón

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