Aventis
*El presidente Maduro no debe pensar en el
facilismo, Trump no negociará el Sur, el plan Balboa prosigue bajo el Legado de
Kissinger.
Las falsas promesas de Estados Unidos se vienen cumpliendo
y no tiene otra opción, la idea es recrear sus fuerzas y fortalecerlas ante su
actitud con la milenaria nación iraní. Y, en este plano, no cabe duda, que la
estrategia de una fuerza militar moderna, bajo el prisma de una doctrina de
defensa y disuasión ha resultado eficaz en la posición de tener a las
colonias como una potencia regional e internacional, les consolida en
Oriente Medio y América del Sur. Categoría, donde el desarrollo militar no ha
significado, a pesar de años de bloqueo y sanciones dejar de lado la necesaria
inversión en temas de educación e investigación. Es una realidad que las
instituciones de enseñanza iraníes han formado un sector con enorme
preparación, adaptado al uso de las tecnologías más avanzadas en todos los
planos de la vida. Pero, los norteamericanos también. El resultado de tal
esfuerzo es claro: crear capacidades para su industria de defensa como lo es
también para su industria energética, de servicios, entre otras. Sus
capacidades militares pueden aplicadas al mundo civil gracias a una fuerza de
trabajo, enormemente calificada, y capacidades de producción capaces de operar
en condiciones adversas.
Estados Unidos, le teme al mundo musulmán y la
política de presión ha sido amplia, la idea es aislar el mundo islámico y
fortalecer su poder ofensivo, mostrando decisiones en el tema del bloqueo
económico, científico y político, lo que viene haciendo de una manera
silenciosa desde el año 1979.
Estos últimos regímenes – Israel y la Casa al Saud
- están decididos a tratar de mantener un pretendido poderío y hegemonía
regional, que les permita seguir sometiendo a los pueblos de Palestina, Yemen,
Bahréin, junto a la intensificación de la agresión contra Irak a lo que se sumó
el año 2011 el pueblo Sirio y el objetivo de fragmentarlo en función de
intereses económicos, políticos y geoestratégicos - Realidad que ha dado
un vuelco significativo con el trabajo del Eje de la Resistencia encabezado
precisamente por Irán y que ha significado un cambio evidente en la correlación
de fuerzas en la región, causando la alarma y el terror en las huestes
sionistas y wahabitas.
Esta realidad ha decidió a las autoridades
sionistas a convocar a ciertos países árabes – Arabia saudita y las Monarquías
Ribereñas del Golfo Pérsico – a trabajar por concretar una alianza militar al
estilo de la OTAN, de tal forma de ofrecer un frente común a Irán. El embuste
de este ofrecimiento fue lanzado por el Ministro de Defensa Israelí Avigdor
Lieberman – colono de origen moldavo y considerado uno de los funcionarios más
extremistas del gobierno sionista. Un plan trazado con el claro propósito de
cercar a Irán e impedir su trabajo de apoyo a los pueblos de la
región.
Este dirigente del Partido Ultraderechista Yisrael
Beytenu coronó su ofrecimiento afirmando, ante el medio alemán Die Welt que “es
hora de organizar una alianza formal, una colación de todas las fuerzas
moderadas en Oriente medio contra el terror” en un claro uso de la propaganda
política aprendida en los manuales del ex jerarca nazi Joseph Goebbels. Pues
¿cómo es posible que aquellos que permiten el surgimiento de grupos terroristas
takfirí, los financian, apoyan, arman y permiten su desarrollo, puedan llamar a
luchar contra aquellos que efectivamente lo combaten? Es un contrasentido, pero
a la vez una muestra evidente, que muestra la hipocresía de estos gobiernos
decididos, con el aval estadounidense a intensificar las presiones contra Irán
y llevar adelante sus planes de fragmentar Siria, Irak, derrotar a las fuerzas
populares en Yemen, reprimir a la población bahreiní, cercar a la revolución
iraní y apoyar los esfuerzos de la OTAN de frenar el avance de Rusia a
occidente.
Y, con ese poderío en número y preparación, el
desarrollar una industria militar propia implica avances tecnológicos y una
independencia política innegable para Irán. Sobre todo, en el contexto
internacional, donde occidente suele prohibir las legítimas decisiones de
países que buscan su independencia y camino propio y no seguir
sometiéndose a la burocracia de licencias, autorizaciones y chantajes tan
propios de las relaciones internacionales donde occidente y sus socios
pretenden marcar la pauta de lo que está o no permitido. Conducta donde
el ejemplo crudo y brutal lo constituye el prohibir a Irán desarrollar un
programa nuclear, sancionándola, bloqueando su comercio, presionándola
internacionalmente, congelando sus activos e impidiendo un desarrollo
libre de presiones, tratando de asfixiarla.
Un Irán dotado de las mejores tecnologías militares
son un punto de contención a los afanes hegemónicos de Estados Unidos en la
zona de oriente medio y por ello la entidad sionista teme tanto la presencia de
fuerzas iraníes en la defensa de Siria, de Irak, como también la estrecha
alianza con los miembros del Eje de la Resistencia como es Hezbolá. El régimen
sionista ha dado a conocer a los cuatro vientos su gran inquietud por la
posición regional conseguida por irán en el despertar islámico, consolidada por
los avances del Ejército Árabe Sirio en su lucha contra el terrorismo takfirí.
Y, en ese plano, no cabe duda, que la estrategia de
una fuerza militar moderna, bajo el prisma de una doctrina de defensa y
disuasión ha resultado eficaz en la posición de tener a Irán como una
potencia regional consolidada en Oriente Medio. Categoría, donde el desarrollo
militar no ha significado, a pesar de años de bloqueo y sanciones dejar de lado
la necesaria inversión en temas de educación e investigación. Es una realidad
que las instituciones de enseñanza iraníes han formado un sector con enorme
preparación, adaptado al uso de las tecnologías más avanzadas en todos los
planos de la vida. El resultado de tal esfuerzo es claro: crear capacidades
para su industria de defensa como lo es también para su industria energética,
de servicios, entre otras. Sus capacidades militares pueden aplicadas al mundo
civil gracias a una fuerza de trabajo, enormemente calificada, y capacidades de
producción capaces de operar en condiciones adversas.
La globalización del que tanta gala hizo el
pentágono no fue otra que una de las tantas políticas que desarrollaba Estados
Unidos en aquellos tiempos para imponer su poderío. En todo caso si se quería
acentuar aquel periodo, no debió ser en la globalización, sino, en el
neoliberalismo, pues, la mundialización era un proceso constante desde los años
finales del siglo pasado cuando el sistema capitalista había pasado a su
segunda fase, la fase imperialista. Por lo demás, es absolutamente ignaro
sostener que la mundialización del sistema capitalista habría empezado recién
en aquellos años (setenta y ochenta del siglo pasado). Eso es falso.
Recuerdo que en aquellos años la charlatanería
sobre la globalización era monumental. Todo era globalización. Tal como ahora
mismo lo hacen con las bandas paramilitares y las células durmientes fascistas
del pentágono. No se decía nada del neoliberalismo. Estaba prohibido. A los que
lo hacían los acusaban de terrorismo. Cuántos académicos fueron expulsados de
las universidades por haberse atrevido a desentrañar lo que era la
globalización. Incluso las universidades fueron tomadas por asalto por el
neoliberalismo. Era un periodo de feroz dictadura ideológica.
El neoliberalismo era lo central para el grupo de
poder de Washington, sobre todo, le servía para amortiguar el periodo del ciclo
económico largo de contracción y crisis al que había ingresado el sistema
capitalista en aquellos años (1973). Como sabemos aquella pérfida política
económica exigía a los países la apertura de sus fronteras a fin de que los
pulpos estadounidenses succionaran sin control ni límite sus recursos naturales
vía las privatizaciones o simplemente por latrocinios descarados. A la
imposición de esta criminal política servía la globalización de soporte
ideológico. Por ello la tremenda charlatanería. Obviamente no era por gusto.
En esto debemos recordar que el aspecto ideológico
tiene enorme importancia en el quehacer y proceder del hombre. Incita o
paraliza su ímpetu. Allí estriba precisamente su importancia. Lenin al analizar
la revolución y la construcción socialista en Rusia, aún a inicios del siglo
XX, partía de la siguiente premisa: “sin teoría revolucionaria no hay practica
revolucionaria”. Y Goebbels en plena ofensiva fascista hitleriana señalaba:
“miente, miente que algo queda”. El grupo de poder de Washington fue consciente
del significado de estos elementales principios.
Ahora, tendríamos que ver, lo que requiere Trump
hacia el Sur y la jugada que le dio Maduro Moros Nicolás, sobre Los CLAPS, La
jugada verbal resulta inquietante.
El hombre es un ser esencialmente social. Eso
indica, entre otras cosas, que jamás se ha desarrollado individualmente, sino,
definitivamente, en medio de grupos, es decir, en sociedades. Esa es una ley
científica. Constituye el basamento fundamental de las ciencias sociales en las
que precisamente se apoya para visualizar la historia de las sociedades
divididas en periodos claros y concretos. La historia del hombre es la historia
de las sociedades. Ellas son: comunidad primitiva, esclavista, feudal,
capitalista y socialista (esta última, aunque tuvo poco tiempo de existencia,
bastó para ser considerada como
tal.).
Entonces la historia es concreta y real. No es
subjetiva ni irreal. Todas estas sociedades existieron. Hoy existe la sociedad
capitalista. Pero las corrientes idealistas, en su insano propósito por
oponerse a esta objetividad, sostenida por la ciencia, afirman lo contrario, se
sujetan en términos de Edades y ellas serían: antigua, media, moderna,
contemporánea y probablemente más adelante super-moderna o super-contemporánea.
Si observamos con detenimiento esta división efectuada por las corrientes
idealistas, veremos, que no explican lo concreto que fueron estas sociedades a
lo largo de la historia. Observar la historia solo desde esta perspectiva, como
una sucesión de individuos y como si fuera una sumatoria mecánica de hechos, es
absolutamente estéril y superficial que no consigue ingresar a la causa y
origen de los cambios y transformaciones ocurridos en el
mundo.
La economía política marxista, considerada como una
disciplina científica que observa el devenir histórico fundamentalmente desde
una visión socio-económica, enseña que debemos dar importancia debida a la
actividad productiva. Se debe tener en cuenta que la actividad productiva es la
principal práctica del hombre. Todos los cambios ocurridos en la historia
provienen siempre desde esta actividad. Justamente de ahí parte su gran
importancia en el análisis
histórico.
Por eso es necesario el análisis y estudio de la
sociedad capitalista desde esta perspectiva, máxime si se quiere entender los
fenómenos económicos, sociales políticos e ideológicos que entrecruzan esta
sociedad. Una fuente muy importante en ese sentido es “El Capital” de Marx,
asimismo los trabajos de Lenin referidas al imperialismo y los nuevos aportes
efectuados por los nuevos estudiosos surgidos en la presente coyuntura. Es
necesario observar sus antecedentes, de cómo surgió y el derrotero que siguió
posteriormente. Aquí es importante observar los periodos de las guerras
denominadas como “Cruzadas” que bajo el manto religioso se orientaron a las
actividades militares, aunque teniendo como trasfondo objetivos económicos y
políticos. Las revoluciones industriales deben ser observadas como factores
determinantes ocurridos en los cambios profundos que se efectuaron y que
llevaron luego, a esta, ha encumbrarse como sistema dominante. Esto nos debe
conducir a observar las dos fases del sistema capitalista. Ellos son: fase
pre-monopolista y fase monopolista.
Los bancos monopólicos como el Banco Mundial (BM),
Banco Interamericano de Desarrollo (BID), etc., además, del Fondo Monetario
Internacional (FMI), también cumplieron su papel en esta ofensiva. Fueron
verdaderos instrumentos de opresión imperialista. El uso del chantaje contra
los países que enarbolaban cierta independencia y que no aceptaban estas
ofensivas, era frecuente en el accionar de estas “dadivosas” organizaciones. El
“Club de Paris”, el “Consenso de Washington” y otros, tenían esa misma función:
instrumentos de colusión y chantaje contra los países que pugnaban por su
independencia. Hoy, a no dudarlo, siguen esa misma orientación, aunque
ostensiblemente disminuidos tras la profunda crisis en la que han entrado el
conjunto del sistema imperialista, sobre todo, después el insuperable déficit
comercial y cuenta corriente estadounidense.
Eran los tiempos en que el mundo estaba maravillado
de los avances tecnológicos. Aparentemente el panorama internacional mostraba
e
l dominio de nuevas tecnologías, particularmente, por los sistemas de comunicación,
cuyos programas se modernizaban, uno tras otro, en forma imparable, que hacían
decir, a algunos: “la informática desplaza al hombre.
Así, de
una u otra forma, la década del setenta del siglo XX se había convertido en un
punto de referencia muy importante en cualquier análisis que se efectué de la
situación actual de la economía mundial, pues, señala con precisión el momento
exacto en que se produce el paso que efectúa el sistema capitalista a su ciclo
económico largo de estancamiento y crisis. Los hechos posteriores,
particularmente, los ocurridos a partir de los años ochenta, acentuaron éste
proceso, esto es, aun habiéndose iniciado en ese mismo periodo ese proceso de
avances tecnológicos antes referidos.
Pero el punto más bajo al que había llegado
finalmente la zigzagueante economía rusa, es decir, su catástrofe económica
producida en 1991, dio la oportunidad a la gran burguesía financiera
estadounidense a ingresar a un breve periodo de expansión y crecimiento y al
que inmediatamente la denominó como la “Nueva Economía” inmerso en ésta misma
coyuntura y circunscrito en las innovaciones tecnológicas que se desarrollaban
en ese momento, pero, desarrolladas sólo desde la perspectiva de la guerra (se
produce entre 1991 a 1997, un cierto incremento en el PBI de las principales
economías imperialistas de aquellos tiempos: Estados Unidos, Unión Europea y el
Japón).
Vamos a caer en las fauces del lobo, se vienen
preparando desde el año 1973 y la caída de Allende fue el primer golpe al
Socialismo.
Sin embargo, es perentorio aclarar
aquí, que la razón última de aquellos avances tecnológicos no había sido porque
así lo desearan las ambiciosas burguesías financieras, sino, había provenido
del desarrollo de las fuerzas productivas que a lo largo de la historia habían
sido constantes y en cuya realización fue determinante el esfuerzo de las masas
trabajadoras del mundo entero. Asimismo, reconocer que esos grandes avances
tecnológicos se daban sin la fuerza suficiente de una auténtica revolución
industrial capaz de sacar al sistema capitalista del grave periodo de crisis
que vivía desde 1973. No olvidemos que desde inicios de los setenta (1973)
estaba abierto el ciclo económico largo de crisis y contracción. La burguesía
estaba acostumbrada a llevar hasta el paroxismo el logro de este proceso, como
si fuera una auténtica revolución industrial, sin tener en cuenta sus propias
limitaciones, pues, debemos saber, que, a pesar de estos grandes avances
tecnológicos, seguían constreñidas buen número de fuerzas productivas,
simplemente porque chocaban con los intereses de las burguesías financieras,
sobre todo, estadounidenses.
En efecto, las ciencias habían dado enormes pasos y
sus resultados, indudablemente, debieron haber incidido en el mejoramiento de
la vida de los seres humanos, pero no fue así, buen número de enfermedades
vencidas por ésta hace muchísimas décadas, estaban volviendo a rebrotar con
fuerza y se están convirtiendo en terribles flagelos en amplias regiones pobres
del planeta. Sin embargo la burguesía había convenido en llamar a este periodo
como la “gran era de la globalización”, cuando en el fondo era sólo una
ofensiva del capital que se realiza sin respeto a las más mínimas reglas de
supervivencia de los seres humanos, donde el dominio de los monopolios a escala
mundial era sin precedentes en la historia del sistema capitalista, haciendo
que aquellos momentos se caracterizaran, en lo fundamental, por presentar
graves procesos de fraccionamiento de las estructuras internacionales,
profundas grietas entre países imperialistas y países pobres, duros rechazos de
los pueblos contra las execrables consecuencias de este proceso y, en el que,
ciertamente, la llamada “globalización” terminaba siendo sólo como una simple
coartada imperialista entretejida para confundir a los pueblos.
Así que Trump está claro en relación con Venezuela
No hay comentarios:
Publicar un comentario
No se publicarän notas que contradigan o reflejen un criterio contraetico