Cartas a Chuska(2)
Con La Biblia e Himnario, me levanto muy temprano para
ir a Canoabo, un pueblo a dos horas de mi jurisdicción, bajo al Palotal tras la
búsqueda de mi hermano Eríceme Sequera para tomar La Cena del Señor- Pascua,
cada primer día de la semana- e ir a predicar el evangelio en la noche en la
población de Miranda y luego a las diez de la noche regresar a mi residencia.
Voy a recoger los naranjos, abundantes en éstas tierras y donde las vecinas
entran con sus platos en el vientre preñado por una o cinco veces. Gente, cuya
distracción esta al pie del toro y las gallerías que iluminan las tardes con
una procesión ofertando dinero. Todos, trabajaban por jornada, gritaban las
mulas para huir de sus cardones, se acaba la faena en la era por las tardes y,
todos se acostumbraban a comer su mendrugo con un vaso de jugo y, eran gente
sencilla del campo. Era más joven, teníamos que evangelizarlas y los carros
eran como espigas, marcaban la ruta para ver los eclipses en la noche por La
Mona, mientras otros dormían, nosotros íbamos en camino.
El libro que ofrecíamos gratis llegaba a muchas manos
y su lectura siempre se grababa en mi sangre y en otras manos. El evangelio es
cuestión de corazón, se parece a un río que los jornaleros aprovechan para
limpiar su piel y colocar lámparas con cebo de ovejos para alumbrar las
calzadas de la vida y la piel.
No he visto a ver otros otoños como esos años al lado
de Elicerme, en Miranda la faena fue fuerte por las eras, había muchos cardos y
los arañazos eran fuertes, pero las espigas que se recogieron eran muy limpias, ojala los hermanos de
Nirgua ofrezcan mucha y buena sal para alimentar estos hermanos nuevos en la
fe. Allí, dejamos una Asamblea bien establecida.
Nací, al lado del mar, junto al Colegio Evangélico en
el viejo hospital. Mi abuelo, me llevaba a recorrer todo el Malecón cuando era
niño, el sol iluminaba mi corazón bajo un llanto íntimo para darme la imagen de
esta tierra porteña y guaireña, donde transite junto a La Fría y Ciudad Ojeda
mi niñez y adolescencia. Son las gestas de libertad y emancipación para
defenderme de los leones, pero, las sirenas de la Planchita vertían sus lágrimas para separar mi corazón
de la maldad y derribar los leones. Mi abuelo, como español, me envolvía en una
manta como en Caraballeda y llevarme sonreído a comer cotufas.
Hoy, tengo ganas de verte, no sabes la alegría que me
das al estar con tu amiga y darme una palabra de consuelo. Estoy en la
computadora con el apuntador, debo llevarme el equipaje con mis dos escudos, ya
éste apartamento me parece una gran habitación, ojala que mis palabras en estos
últimos años no lleguen a perderse, ahora y siempre estas presente, porque me
has dado tu mano, Siempre te quiere éste que no deja de ser nunca tu. Sabes que
nunca me ha gustado escribir en tarjetas.
Saluda, a los hermanos de la fe en Miranda, la
Asamblea debe prosperar más con los hermanos de Nirgua, me despido con el
ósculo de ser bendecidos por Dios, no os preocupéis, gasta la remesa en cosas
para ti, vendrán días de bendición, cuando estaba en el Seminario Kermaria vi
forjar hombres que hoy son gobernadores, en las noches heladas de sus grandes
salones tertuliaban sobre las providencias.
Siempre hemos tenido la disciplina en ir a estos
pueblos del campo a sembrar la semilla y ver crecer la espiga, más allá del
tiempo muchos han creído en ella, Nerio Cruz y yo vimos el entusiasmo en las
conferencias de gente muy atenta a la Palabra de mi Señor en Miranda..
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