Ana Eli Patiño O.
Junio 2 de 2014
Vuelvo al ruedo
atizada por las diferencias de opinión, pero sobre todo por la urgencia de
debatir sobre nuestros intereses políticos antes de elecciones, como simple
ciudadana comprometida con el futuro de la democracia y convencida de la necesidad
de ser más partícipes en ella.
Planteo tres
premisas:
1.
el voto en blanco y su nulidad
2.
los candidatos y sus
diferencias conceptuales
3.
el país y su futuro
Le oía decir a
Patricia Lara, que: “al no tomarse partido, se está tomando
partido” y estoy convencida también de ello. Cuando no es uno ni otro, se está tomando
partido por NADIE; Por UN no me importa lo que pase; un da igual el que gane,
aquí todo está perdido, nadie sirve, esto no hay quien lo pare, sálvese quien
pueda, corra y váyase.
En cambio, al
tomarse una opción u otra, -que no son la misma cosa aunque parezca-, se está
escogiendo un camino, una legítima aspiración y se asume un compromiso por ese
destino pierda o gane.
El voto en
blanco fue válido en la primera vuelta. Era la oportunidad del cambio. Pudimos
los colombianos cambiar a todos los candidatos con él. Sin embargo, sólo llegó
al último lugar. Ahora, el voto en blanco no decidirá nada distinto que la
opción entre los dos candidatos que pasaron. La ley no contempla una tercera
vuelta, ni nuevos candidatos.
Así las cosas, no
me explico cómo algunos piensan que votar en blanco en la segunda vuelta pueda
ser constructivo o una salida válida para el país; cómo creen puede ser viable la
expresión de un inconformismo y descontento desfasado. No sé qué de bueno tiene asumir una posición personal de
negación de la realidad. ¿Acaso no nos dice ya suficiente la
abstención?
Para qué ir a
votar entonces? por egolatría? por la
satisfacción personal de expresar el descontento? Vale la pena actuar así, a sabiendas
de que nada aportará a la realidad colombiana? Será cierto que no importa: gane el que gane?; da lo mismo uno que otro?; será más importante y
útil mi
auto gratificación que nuestra gratificación?
Uno puede meterse
goles y hasta autogoles si se mantiene
en la jugada, si se arriesga a continuar, si sueña con el SI se puede. Así al menos, si se pierde algo se gana, como
diría Maturana.
En cuanto a que son la misma cosa Santos y
Zuluaga, pienso que tampoco; la S no
suena ni pinta igual que la Z mírese por donde se mire. Revisemos más a
fondo en las diferencias, por ejemplo en torno a la paz, que son las que más claramente
se han debatido públicamente desde el comienzo.
-
Santos se propuso y logró
sentarse a negociar la paz, desde el 2012; y no lo hizo sólo, ni a espaldas de
los colombianos, sino con destacadas personalidades de este país y con
numerosos aliados internacionales, a pesar de la apatía, de las críticas o el
descontento interno. Con Zuluaga, olvidando su rígida postura durante la
primera vuelta y a pesar de su viraje moderado, es difícil e incierto creer
siquiera en la continuidad del proceso.
-
Santos lleva ya casi 2 años ganados,
dando pasos congruentes y visionarios en un proceso que nunca antes había
avanzado tanto tiempo y logrado algún acuerdo. Zuluaga llegaría con un equipo nuevo, con unas
cartas de exigencias que llevarían a comenzar de nuevo, desconociendo lo
alcanzado.
-
El gobierno de Santos ha
alcanzado hasta ahora acuerdos en 3 puntos básicos e importantes del tema con los insurgentes que no tienen
precedentes. Ha mostrado una estructura
probada, un ritmo parejo, unos resultados visibles de avance. Su contraparte,
tendría que montar a toda marcha un andamiaje, un equipo, unas propuestas que no
ha consultado y ponerse al día con su grupo y con los otros. A todas luces inadecuado,
e inoportuno.
-
Santos partió de la tesis: “hay
un conflicto interno, estamos en guerra”; Zuluaga no lo ve así, y lo desconoce;
para él lo que hay son unos delincuentes alzados que hay que combatir hasta la
muerte.
-
Santos ha usado y sigue
hablando un lenguaje incluyente y tolerante que lo hace ver más como estadista
y pacifista; Zuluaga con su errática
posición a favor del endurecimiento de las condiciones para abordar la paz, y
en abierta crítica o en contra de las contrapartes (guerrillas, otros) se
muestra más como líder fulgurante, prepotente y guerrero.
-
Santos, se apartó de un camino
diplomático azaroso y peleonero que traía el presidente anterior y que nos
había llevado a malas relaciones internacionales. Zuluaga es fiel representante del Uribismo en
su postura frente a otros gobiernos con sistemas políticos diferentes, qué
podemos esperar?
Así pues, los colombianos si debemos tomar
partido y a consciencia. Y hablo más para
los indecisos, los indignados, los apáticos; -esos en abstención-, que para los que están del otro lado, o la
otra orilla del neoliberalismo salvaje.
Colombiano indiferente es momento de
despertar y crecer; de hacer un esfuerzo
por ver más allá de nuestro interés o comodidad y comprometerse más con el
destino común que nos convoca.
Nos debemos a la construcción del camino de
la paz como punto de partida de un futuro posible y soñado. A la consolidación de un mejor mañana por las vías
del entendimiento, la concertación y el acuerdo.
Colombia merece que dejemos de pelearnos
porque unos sean los buenos y otros los malos; porque el ayer nos persigue, atemoriza y atormenta
llevándonos de vuelta a él; porque unos tengan derechos ganados y los otros
traten de alcanzarlos arrebatando y
apropiándoselos. Hay que salir del camino del que pegue primero y más fuerte; y
dar un paso más, uno gigante de fe y esperanza.
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