Somos mestizos. Todo mestizaje
conduce al sincretismo. La civilización occidental es quizá la más
abierta a la diversidad. Las razones son obvias. El modo de
producción prevalente se fundamenta en el mercado. El mercado se fortalece
en la pluralidad. Las fusiones o aproximaciones etnoculturales
contribuyen al desarrollo del sincretismo como un concepto filosófico que en
cierta forma unifica a las sociedades nacionales, las cuales orbitan en torno a
los grandes centros de reproducción civilizatoria.
Los cambios tecnológicos y la entronización de la cultura mediática como
paradoja unificante y divisora de la contemporaneidad, hegemonizan al capital y
fragmentan a través de la propaganda y la masificación del consumo, la
realidad, propiciando la enajenación individual y colectiva.
Es importante manejar conceptos elementales o generales que estimulen el
ejercicio del derecho a diferir en nuestra doble condición de individuos
sociales.
En un gobierno supuestamente cívico-militar no es de extrañar que su único y
aún recordado líder dijera en una ocasión que le simpatizaba la Tercera Vía de
Tony Blair -¡vaya atrevimiento sincrético!-, como si el pragmatismo del mercado
fuera cónsono con la propuesta de un socialismo del siglo XXI, que intentaba,
en el cerebro del líder, sustituir la decadencia civilizatoria norteamericana
por la más costosa, lejana, y menos digerible decadencia chino-soviética.
II
Afortunadamente el sincretismo cultural puede alentar una realidad
favorable a la paz y la unidad de los pueblos, a la amistad y la armonía
planetarias. Pero…en toda coalición las partes tratan, desde el
inconsciente colectivo, de mantener las identidades primarias, los rasgos
definitorios de su origen -Fergusson, Guerrero en México, Ucrania…-.
En la actual contextualidad política venezolana, después de lo sucedido con
cuadros como Giordani, Navarro, Osorio, Evans; las tragedias, que
costaron al General Rodríguez Torres cargos en el aparato oficial, y que
han generado contradicciones ya inocultables en el partido gobernante, crean
una situación inesperada, pero de posibles consecuencias en nuestra
estabilidad institucional, lo que nos mueve a la preocupación y a la búsqueda
de cambios que nos permitan fortalecernos como sociedad. Debe ser duro
para sus dirigentes enfrentar la crisis y reasumir la conducción del inmenso
movimiento encabezado por el comandante Chávez, y duro debe ser para Rodríguez
Araque guarecerse en Cuba, con el respetable e intermitente pretexto de su
enfermedad, cuando ha debido quedarse en Venezuela para responder por el
engendro de Partido Unico que hoy hace aguas, del cual fue cohechor y
malhechor, y que se debate entre las fuerzas civiles y militares, mientras es
perseguida la disidencia, los señalados de corruptos no son investigados, la
inflación galopa, los salarios son objeto demagógico de mínimos y efímeros
aumentos, los impuestos son disparados a quemarropa contra el pueblo, y la
crítica periodística tiende a desaparecer por miedo traducido en autocensura, o
por la compra de medios y conciencias.
III
Y ante esas sincréticas necesidades, a todos los niveles de la vida, surgen el
hurto, el robo, la sustracción de símbolos creados por los pueblos, aferrados a
los más esenciales y diversos valores religiosos, estéticos, afectivos,
históricos.
Guaicaipuro, Bolívar, María Lionza, la Lancha “Nueva Esparta”, el
Chimi-Chimito, El Tigre de Guaitó, El Silbón. Todo, todo, todo ha sido
sustraído para colocar a favor de una secta de improvisados sincretismos, los
símbolos del imaginario popular, que no solamente nos ha costado 500 años de
luchas, sino todo el acumulado proveniente de nuestras coaligadas
etnoculturas. Sincréticos somos, pero tontos no.
IV
Hace pocos meses murió un hombre de extraordinaria condición: Francisco
Prada Barazarte. Antropólogo, escritor, guerrillero, político. Era
lo más parecido, física y espiritualmente, a un santo. El Quijote de Los
Andes, lo llama la voz popular. No fui sólo su amigo, sino su camarada y
subalterno, en nuestra inédita jeranquía militante.
Presente estuve en sus funerales, en compañía y bajo las órdenes del comandante
Douglas Bravo Mora quien me hizo subir a la tarima para que dijera unas
palabras ante el féretro del comandante Arauca -así también era conocido el
flaco Prada- en la Plaza Bolívar de Escuque, su tierra natal.
Los periódicos habían amanecido llenos de obituarios pagados por el oficialismo
y redactados de tal forma que poco les faltaba para expresar que Prada había
sido uno de los jefes del PSUV. Me tocó aclarar. El flaco Prada
siempre denunció la farsa de este gobierno. Nunca perteneció a este
amasijo de confusos, perversos, muchas veces artificiales y hasta ingenuos
sincretismos.
V
Andan rabiosos. No es para menos, con el deslave de la tienda de
contenedores alimentarios, neveras, equipos de sonido, licuadoras, y la caída
de los precios del petróleo que hasta hace poco tiempo podían convertir en
beneficiarios de PDVSA a los estetas de la revolución y a los impulsores de
proyectos de disímiles facturas, muchos de ellos de nulos o precarios
resultados y que tanto han abundado en los tres últimos quinquenios. Se
han robado el 23 de Enero, el 21 de Noviembre, el 27 de Noviembre, tan caro a
Kleber Ramírez Rojas y a Francisco Visconti. Buscan robarse a Fabricio
Ojeda, a Argimiro Gabaldón, y a otros héroes de la civilidad venezolana.
Están desesperados, y tan universales son en sus pueriles sustraciones
sincréticas que han pretendido hurtar los cocodrilos de Tutankamón y la otra
oreja de Van Gogh.
Paso Real, Piedralta, Diciembre 2014.
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