Fuente
Literaria/

Un día, empecé a caminar por el camino de los españoles y, de repente encontré
la casa buscada. Me distraje, viendo el rio, una vara caminaba sobre las aguas,
igual que yo. La tome entre mis dedos y pasó algo increíble, me hizo correr por
el camino de una manera apresurada para llegar a un punto y la madre naturaleza
entregarme un mensaje, encerrado en una vieja botella de vidrio.
Y, de pronto, me conseguí con un viejo anciano y me sonrió, su atuendo
era muy ligero. Cogió de nuevo una rama parecida a la mía y la lanzo al rio.
Transcurrido un tiempo, me di cuenta que la varita, destilaba lágrimas de sus
ojos que inundaron el río en gotas de lluvia y pensé, la hechicera tenía razón,
debo regresar.
El lugar de San Esteban es precioso. Mientras oscurecía, mis pasos se
apresuraban para evadir las miradas de las pocas personas que transitaban por
el lugar, bañistas o evangélicos que asistían a un pequeño templo ubicado en el
pueblo.
De pronto, una enorme mole de acero, apareció ante mis ojos para tomarme
y trasladarme a prisión. Siempre cuestione la actitud de mis gobernantes, ante
la actuación especial de los niños. Al atardecer, los lechuzos se reagrupaban
para hacer sonoros sus cantos. Rápidamente, tome un pajarito entre mis manos y
lo lance al cielo, para que americe una tormenta por venir, nadie, sabía nada de
lo que, sucedida en lo altos del río, cuando llovieses e anudaba las faldas de
los cerros.
II
Lidia no había escogido ese viaje, pero no importaba. Su
padre había planteado la decisión y toda la familia se había embarcado en el
inmenso bus rumbo al santuario del rio, ella ni siquiera sabía hacia dónde
iban. Pero obedeció, porque siempre supo que era lo que mejor se le daba, o
porque su madre siempre decía que los niños no deben hacer preguntas porque no
saben nada de la vida.
Horas y días más tarde continuaban en esa
inmensa mole de acero que surcaba los mares, cuando una terrible tormenta
surgió del cielo, ¿o fue del horizonte? Ella no lo sabía con certeza y tampoco
le dijeron nada. Al atardecer, consiguió evadirse de la mirada celosa de su madre
y se fue a explorar el barco. Aunque su madre decía que ella no entendía nada,
se sorprendería si supiera de lo que era capaz, si la conociera, si creyera en
ella…
Mientras caminaba por cubierta una cosa
diminuta cayó del cielo, en el preciso lugar donde ella iba a apoyar su pie. Se
asustó muchísimo y retrajo su pequeño cuerpecito para que la cosa no la
golpeara. Al observar el punto de aterrizaje, encontró una pelota de plumas con
dos puntitos a los lados que piaba con un sentir lastimero que convulsionó su
interior con torpeza. Instintivamente, Lidia se agachó y tomó al pajarito entre
sus manos: estaba frío y húmedo y tenía algo extraño en el ala.
Intentó entibiarlo y lo llenó de besos,
acurrucándose junto a él en un rincón, donde el viento no pudiera descubrirlos.
Lentamente, el pájaro fue perdiendo el temblor y su cuerpito se volvió menos
frágil. Se fue durmiendo hasta que ya nada pudo perturbarlo: estaba seguro en
los brazos de una niña capaz de entender su tristeza y su soledad en medio del
inmenso y desconocido océano.
Cuando Lidia descubrió la frente arrugada de
su madre (cuando se enfadaba se le hacían unos surcos profundísimos en la sien)
colocó al pajarito ya tieso en un rincón y fue hacia ella. Después de
regañarla, su madre escuchó la historia, pero ¡cómo iba a haber un pajarito en
medio del océano! ‘A veces se te ocurre cada cosa, hija. ¿Cómo va a hacer un
pájaro para atravesar todo el océano? ¡Es imposible!’ No tenía respuestas, pero
era verdad: allí estaba, podía verlo si quería. Cuando se acercaron en ese
rincón no había nada, sólo un frío invernal. ‘Lidia, estás helada’, le dijo su
madre, mientras la cogía en brazos y la llevaba al camarote.
La tormenta había pasado. Su madre la acostó
con delicadeza en una de las diminutas literas del barco y, después de cubrirla
con una abrigada manta, le dio un beso y se marchó. El ruido del agua golpeando
las paredes del barco fue la mejor canción de cuna para la niña, que soñó por
primera vez con unas alas gigantes que le permitían atravesar el océano.
Al llegar a la planchita, tomo el bus, hacia su pueblo
San Esteban y, la madera que vi en el río, ella la sostenía junto al pajarito
que revivió en la tempestad del Caribe.
Ser Niños
Que hermoso es ser niño, son soñadores, las
inocencias invaden las neuronas donde viven jugando en unas montañas donde están
guardadas las ilusiones y sueños, donde nadie podrá arrancarles, ni robar, un
mundo lleno de tesoros valiosos para un infante.... Que hermoso es ser
niño, y soñar que existe el niño Jesús y te traerá muchos regalos, y son felices,
aunque después despierten y vean la realidad.... Ellos siguen siendo felices,
la sonrisa nunca se les termina. Ellos recogen la varita de madera del rio de
San Esteban y dicen que es una vara mágica... ¡Y siguen soñando a la orilla del
río con barcos gigantes con piratas y ballenas...! ¡Si pudiéramos volver ser
niños en este país, seríamos felices en medio de tantas tormentas y
tempestades, soñaríamos que estamos en un barco y Jehová, Jesucristo y el
Espíritu Santo vienen a salvarnos de tanta maldad...! Mi alma está muy triste,
por este año 2017 hay muchos niños que no pasarán las navidades y año nuevo con
sus familiares, con sus padres. ¡Por qué sus padres no quieren que sus sueños
apaguen... Feliz Navidad para todos los niños del mundo...!
Aurelis Valdivez.

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