Carta a Arthemis
Una vez acostado, me quedo bloqueado ante las alternativas de nuestras vivencias.
Luego, todo pasa, al fin y al cabo, cada quien queda contento y uno es ya un
estorbo. Las indagaciones quedan en la razón y nuestra memoria debe dilucidar
se estamos contentos por lo que nos ocasiona placer, ante todo, debo seguir
hasta el final.
Entre las batallas, hay una guerra, pero, cuando se juntan todas se hace
difícil una, mi gran batalla es mi hija, no quiere ser madre y se cree una niña
y poco saca a pasear a sus hijos y cree que yo soy padre, el de ellos.
Generalmente la piedad y la misericordia no conoce la calle y, los amigos se
burlan y juegan con nuestros sentimientos, es de conciencia.
Los pasos silenciosos de la gente y de la vida, trastornan los sentidos.
Que no quieren molestar, te parecen ensordecedores y un gran peso se apodera de
tu cuerpo. Sin más fuerzas, escondes la cara entre las manos hasta que tu
nombre se escucha detrás de una puerta.
La mayoría de los casos, la amistad es un engaño.
Lo importante es ver el rostro. Solo somos un expediente de información,
más a rellenar para ellas, te sientas al frente y, te tomas un café y luego, de
hacer nuestras cosas, esperamos una sanción del existir.
Las escenas, siempre son las mismas, estamos frente al rostro de la
incredulidad, de la negación y el llanto. Nuestra conciencia ya rechaza esas imágenes
y la expulsamos.
No perdamos el tiempo, soy un muñeco tullido que envuelve una sonrisa
que, en su sano juicio prefiere estar en su casa en sus haberes.
Nuestro camino esta acotado y ya el discurso resultado pesado, siempre
es lo mismo, nos quedamos dormido y llegaos tarde. Muchas veces, resulta una
burla para la familia, no se puede interactuar, por eso, cada uno tiene su
combinación adecuada y quien quede indemne, se salva, jamás habrá culpables,
son malos
Aguantaste el caso.
De golpe vuelve a acompañarte la agobiante
sensación de que tu camino puede estar acotado de manera definida. Un límite
alcanzable solo con agudizar la vista. Y la impotencia de no poder hacer nada
al respecto.
Las células invasoras ya tendrán sus primeras batallas ganadas, su
primer emplazamiento desde donde lanzarán la ofensiva total por la conquista de
un organismo sano que apenas ofrece resistencia. Y comprendes lo que es estar
preso, preso de un acto que realizaste, un acto del que ni te diste la
oportunidad de preguntarte por él.
Siempre habrá un vínculo de fatalidad, siento su mirada directa hacia
mí. Son unos clavos, un cuadro y un espejo. Es la muerte y la cobardía, la
historia es su percutor, ya no habrá protocolo de solaridad, en un empujón te
vas al foso, siempre sola, quizás solo, la soledad en la vejez no tiene
sentimientos.
Siempre, olemos a algún perfume, el de tu cuerpo, es tu idioma, pero,
cuidado, apura tu paso hacia afuera y, no estés abstraída, porque nuestra
historia es sombría
Te exculpabas de tus actos con futuras promesas de rectitud que paliasen
la falta cometida. El castigo expiaba y quedabas limpio de nuevo. Pero ahora,
en este momento, comprendes el peso de la culpa, sus consecuencias te la hacen
tangible. Ese acto, que no te reconoces haciéndolo, que no comprendes cómo
pudiste llegar a ser tan incauta para realizarlo, encendió toda una serie de
reacciones en cadena que escapan de tu esfera de influencia.
Así somos,
Por veces, te alejas de la incertidumbre y las posibles
consecuencias según den positivo o negativo. Y te distraes porque rememoras con
añoranza cuando tu madre te traía a rastras hasta la casa para las dolorosas consejas.
En ese lugar empezaste a familiarizarte con la espera, pero también a cogerle
fobia. «La vida es espera, pero no espera» decías a muchas chicas para
impresionarlas.
Ella, ya no está con nosotros.
Tu imaginación, juega con tu cuerpo, siempre será una fría caminata,
poco entenderás la vida
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