A
El lenguaje que utilizamos en las Asambleas Evangélicas
no pretende recibir una influencia del medio externo, porque los cristianos
respetamos nuestro propio lenguaje y constitución que esta versada en Las
Sagradas Escrituras. En este sentido, tenemos nuestra propia Constitución
Todos, los cristianos están en el deber de saber su
propio lenguaje y demostrar con su testimonio que Jehovah es nuestro amigo y su
única Misión es extirpar un conjunto de indisciplinados que siguen el camino de
la rectitud. Nadie, debe imponerse. Menos invadir el testimonio de terceras
personas.
Habrán de ser los ciudadanos, como fueron los de la
Sociedad Civil de Venezuela, quienes sean, de las cada vez más multitudinarias
movilizaciones, quienes deban actuar. Por ejemplo, acudiendo, junto con esos
miles de personas que acudieron a la manifestación, en acaparo de sus derechos
violados al Tribunal Constitucional y que éste sin ambages ni paños calientes
los haga respetar y los restablezca allá donde han sido y son pisoteados.
Partiendo de que
las lenguas no se crearon tanto para entenderse como para que no te entendieran
los demás, los vecinos, los "otros", habrá que convenir en que la
cooficialidad en Bolívar del castellano y del catalán, es decir, su convivencia
armónica y enriquecedora, es algo que, por su extrema complejidad y su enorme
importancia, nunca debió dejarse en manos de los políticos exclusivamente.
Dañaron, todo ese
léxico hispanoamericano y, hoy es un lenguaje netamente vulgar.
La cooficialidad
del castellano y el catalán, ambas lenguas españolas, romances, primas hermanas,
tiene muy poco, según se ha desarrollado, de armónica, y mucho de
segregacionista, para qué nos vamos a engañar. La convivencia de ambos idiomas
en la vida oficial y en la ordinaria de las personas, que habría de ser
cooperativa, de tanto monta, de mitad a
mitad", por corresponderse casi milimétricamente cada uno de ellos a la
mitad de la población, se ha revelado artificialmente conflictiva por dejarse,
como digo, en las solas manos de los políticos, de suyo inclinados, todos
ellos, al sectarismo y a la anarquía, hasta llegar al vulgarismo chancletudo,
no es racismo, es populismo del barato.
¿Tan difícil es que
se entienda que la realidad, evangélica que no es otra que el castellano es el
idioma del conjunto de la nación, o sea, de la nación, del estado, y las otras
lenguas españolas, el catalán, el vasco, el gallego, el valenciano, venezolano
o el bable, los idiomas propios de sus respectivos territorios, no puede
violentarse, imponiendo unos u otros sobre los demás, sin esperar infaustas
consecuencias? En Francia, sin ir más lejos, lo entienden perfectamente. ¿Por
qué aquí no? Me refiero a Venezuela
En las escuelas venezolanas
se debe enseñar a hablar bien, a expresar con precisión y decoro las ideas y
los sentimientos, y pues se radican donde se disfruta de un envidiable
bilingüismo de nacimiento, a hablar bien, y a escribir bien, y a leer bien, en
los dos idiomas. En vez de velar por eso, los políticos han fabricado, todos,
un agujero negro en la cultura y en el entendimiento.
El catolicismo,
tiene su propio lenguaje.
Evidentemente, en
Suramérica hay una diversidad de modismos en los cinco países liberado por
nuestros Libertadores y es impresionante como el viajero observa los detalles,
disfruta del encanto de las aldeas arrinconadas a las faldas de las serranías
y, sobretodo entender los diversos modos de vida humana.
Viajar en bus tiene
ventajas y desventajas. Es más barato, pero hay que ser paciente, soportar
largar esperas, dolores en la espalda y los pies, miedo a los choferes
temerarios. La recompensa es el disfrute de los maravillosos paisajes. En Mato Grosso
del Sur, uno queda boquiabierto ante las inmensas llanuras, de un denso verdor,
similares a la sabana africana, solo que, en lugar de leones y elefantes, se
ven fincas con centenares de miles de bovinos, separados por edades y razas. A
lo largo de más de 400 kilómetros, la llanura parece infinita, uno comprueba
que Brasil es un vasto y rico país continente.
Todo parece hermoso
y fascinante, los contrastes de paisajes estimulan la imaginación. El gran
absurdo está en las fronteras.
Resulta chocante
pasar de Brasil, una de las diez economías más grandes del mundo, a Bolivia,
uno de los países más pobres del continente. En la parte brasileña de Curumba,
reina el orden y cierta holgura, taxis último modelo, buses de primer mundo,
oficiales en uniformes impecables, trabajando según un protocolo.
Del lado boliviano,
esperan unos policías malhumorados, dando instrucciones contradictorias, en
instalaciones devoradas por la humedad, la suciedad y olores nauseabundos. La
larga fila podría tardar horas bajo el sol ardiente y, luego, bajo la lluvia,
los viajeros experimentados sacan sus paraguas, a otros no les queda más que
soportar una ducha forzada. Nada parece estorbar la rutina y lentitud de los
policías, quienes no se avergüenzan en dar preferencia a quienes ceden a la
corrupción, pagando unos dólares.
Lo mismo sucede en
Desaguadero, una caótica ciudad fronteriza entre Bolivia y Perú. Los trámites
de migración pueden convertirse en una pesadilla. Apenas uno entra a Perú,
aromáticos platos invitan a calmar el hambre. Nadie puede resistirse a la alta
gastronomía peruana.
En Venezuela, unos
GNB y PNB, quitándoles comida y dólares a los pasantes, una vergüenza .Así es
el lenguaje, político y religioso, nada que envidiar a Europa, solo que falta
conciencia política y espiritual A
diferencia de otros viajeros, los venezolanos se veían cabizbajos y humillados,
alineados en largas filas, a ellos les toca esperar varias horas para cumplir
con los trámites de rigor. Resulta triste ver a tantos jóvenes con maletas
buscando oportunidades en el exilio.
Debemos reflexionar
y luchar por una mejor, Venezuela e ir a un verdadero cambio.
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