Aventis
He estado revisando viejas revistas
y producciones de Tv y, con asombro observo el mal que han hecho muchas ONG en
lugares como Liberia, Haití, Bangladés, Nepal, Brasilia, Venezuela, Aruba, Chad
y Lima. Organizaciones creíbles han venido desmoronándose ante nuestros ojos,
donde muchos ciudadanos pierden su inocencia y siguen descreyendo de todo.
Se busca abusar de la dignidad de
las personas, sobretodo, de las mujeres quienes creen un conjunto de
referencias que se les da, pero, son engañadas de una manera directa a través
de programas de ayuda alimentaria para sus hijos o colocadas en puesto
laborales inadecuados a sus criterios personales.
Nada que rechistar, el mundo
político, guarda una capa de silencio cómplice para luego ir al reparto de las
ganancias provenientes de programas sociales o de algunas instituciones
dedicadas a la ayuda humanitaria.
Es difícil discernir en política qué ideas son propias y
cuáles ajenas. La política propicia un combate no ideológico sino emocional. Se
vota no con la cabeza sino con el corazón, ese órgano que bombea en no pocas
ocasiones al ritmo que marcan las influencias más cercanas, muchas menores de
edad son utilizadas en las campañas electorales, como niños de siete a nueve
años se les viste con un uniforme específico para alabar dichos personajes,
como psicólogo escolar y filósofo me preocupa y, es bueno que le enseñen a los
menores a manejar las técnicas del discurso político, pero cuidado con los
temas.
El contagio ideológico es un buen negocio: es rápido,
contabiliza en las urnas y no atiende a razones. Ahora bien, para que funcione
es necesario encontrar un enemigo común (real o imaginario) al que echarle las
culpas de todo, sea España (en el caso de Cataluña), los judíos (el nazismo),
los masones y comunistas (Franco)... Sin ese enemigo al que combatir, el virus
ideológico, cual virus de guardería, tiene un recorrido muy corto.
Podríamos añorar una sociedad que funcionara no por odios
y animadversiones prestadas, sino por la solidaridad. Una sociedad que buscara
el beneficio común y no la batalla autodestructiva (para ambos bandos). Pero
eso sería soñar. Venezuela, es un país cainita, deseoso de odiar y ser odiado,
y no puede permitirse el lujo de vivir en paz, desde hace pocos años. Cuando no
son los bachaqueros, es la economía informal. Y así, cuando no son las ONG, es
el cuerpo de seguridad del Estado Bolivariano de Venezuela en sus componentes.
Llevarse las manos a la cabeza por el mal uso de los
recursos de las ONGs no es la solución al problema de los diferentes escándalos
que las salpican. Que haya voluntarios que las utilizan para abusar sexualmente
de menores o para pagarse las juergas con sus recursos, o explotarlas en
galpones donde deben ejecutar trabajos rudos. No es ni sorprendente ni
inesperado. Bien al contrario, me sorprendería que en organizaciones cuyo
control por parte de la administración es mínimo, en cuanto a la contratación
de sus trabajadores, como a la gestión de sus recursos, no fueran utilizadas, o
incluso invadidas por aprovechados que encuentran en este sistema tan carente
de control el terreno ideal para su aprovechamiento personal.
¿Cómo se evitarían estos abusos? Tan sencillo como
respirar. Son los Estados y sus órganos, sin descartar a los organismos
internacionales que integran, los responsables últimos de atender
satisfactoriamente las necesidades públicas, dando cuentas a los ciudadanos del
control que se efectúa sobre los recursos públicos y controlando con mecanismos
directos y adecuados tanto la admisión de personal, que atiende dichos
servicios y sus condiciones laborales y disciplinarias como la utilización
adecuada que ellas hacen de los recursos públicos y privados recibidos,
especialmente los primeros.
La buena fe de las personas es muy loable, y aplaudo a
los miles de ciudadanos que desinteresadamente participan y realizan donativos
dinerarios en principio de manera desinteresada, en organizaciones que cubren
estos servicios, de hecho desatendidos por los propios Estados, pero este
sistema deriva en fallos a veces escandalosos en primer lugar porque no
garantiza que los servicios se atiendan satisfactoria y suficientemente, en
segundo lugar porque tampoco garantiza que los recursos se ajusten a las
necesidades, en tercer lugar porque no controla suficientemente la utilización
de dichos recursos, en cuarto lugar porque no seleccionar con rigor y equidad
al personal contratado, en quinto lugar porque no asegura el control de los
protocolos de actuación óptimos en cada situación, y finalmente porque permite
que la opacidad haga a estas organizaciones un terreno propicio y atractivo
para la proliferación de personas inescrupulosas que quebrantan las normativas
públicas del mismo Estado, desaprensivos, aprovechados y otros buitres
carroñeros que ensucian el nombre de todos esos voluntarios bien intencionados
y se aprovechan de recursos públicos y particulares de las ONGs.
Hoy por hoy hay muchos intereses en contra de opiniones
como la mía y eso condiciona la divulgación de estos planteamientos pero como
ciudadana quiero saber en qué se gastan mis impuesto, quien y como los
administra y sobre todo, tener cada noche la conciencia tranquila, con la
certeza de que todos los damnificados por situaciones de necesidad son
rigurosamente atendidos y que no sea la suerte de que haya más o menos
voluntarios, y de que estos sean más o menos honrados y generosos quien decida
sobre la vida de estas personas.
No me planteo ya que se hagan desaparecer las ONGs, por
supuesto, pero sí que se atiendan necesidades tan graves desde presupuestos
garantizados y que tanto el control de estos recursos como la selección de
estos trabajadores se garantice desde las administraciones públicas con
procedimientos nítidos que garanticen la eficacia de los recursos y el
principio de igualdad en los procedimientos selectivos correspondientes.
Vivimos tiempos convulsos --y aún lo son-- esos en que,
los que confundieron sus legítimas aspiraciones políticas con la verdad
absoluta, de modo fanático se dedicaron a andar caminos ilegítimos para
lograrlas. Ellos y sus ruidosos seguidores aprovechan desde hace tiempo,
cualquier evento cultural, deportivo o político para agredir a los símbolos venezolanos
y, por tanto, a los ciudadanos que estos representan. Hasta el punto de que
muchos que nunca habían experimentado el sentimiento patrio, de tanto ataque
gratuito y furibundo, al fin se dieron por aludidos.
Hay muchas respuestas contra los agravios y en tiempos o
latitudes más primitivas, solían o suelen las ofensas al honor lavarse con
sangre, puesto que se entendía y entiende de modo disparatado que solo la
sangre lava esa mancha. En realidad, en nada ofenden al honor de todos los venezolanos,
sí a los que las perpetran, las ya repetidísimas pitadas al himno, a la bandera
y al presidente Maduro Moros. Deben ser sancionados acorde con la ley civil
como penal de nuestro país.
En nada ofenden al honor de los católicos y
protestantes, las reiteradas y cíclicas ofensas a la Virgen, a los santos o a
sus tradiciones. Tampoco ofenden al honor de Dios, en mi opinión, pues
considero que no lo hace quien quiere sino quien puede. Y en una sociedad laica
y democrática en la que estamos, siempre existirá el debate de si los ampara o
no la libertad de expresión. Y así, si durante siglos la respuesta a la ofensa patriótica
o religiosa ha sido la venganza, ahora estamos en tiempos de desagravio. Y como
sería contrasentido inmenso que en la religión del amor se utilizara la
venganza, la juventud venezolana le baila una jota a su patrona y desagravia
con arte y no con escarnio al Jesús resucitado. Las ONGs, deben ser
supervisadas.
Estamos, llenos de odiadores sempiternos, ofendidos por
oportunistas, vengativos. Allá ellos, pero, el perdón esta presente, pero,
quien destruye verdaderamente a Venezuela, Maduro como presidente o, nosotros
que no luchamos por nuestra libertad
La oposición venezolana ha hecho mucho mal.
No
soy sospechoso de ambigüedad respecto al independentismo venezolano: he
expresado públicamente que el nacionalismo Bolivariano me parece la ideología
más reaccionaria de todas las existentes, y que las prácticas con las que los
líderes independentistas han intentado desconectar del Estado venezolano y
español no son muy diferentes, en esencia, del peor totalitarismo que la
historia ha conocido. Estoy, desde una ideología claramente de social
democracia de izquierdas, totalmente a favor de la aplicación de la
Constitución; de hecho, creo que se aplicó demasiado tarde.
Es el
momento de actuar duramente en pro de una equidad social y generar un nuevo
modelo político, fuera de este neoliberalismo, jamás se ha aplicado el Socialismo.
Me preocupa el papel del Poder Judicial en mi país, solo explora fronteras,
pero no combate el delito de raíz, su papel y perfil en esta sociedad es otro.
Pero como este no es un artículo sobre Cataluña, lo que quiero
decir es que todo eso no me impide observar que el Poder Judicial está
explorando las fronteras de lo posible, en lo que tiene que ver con su papel en
la sociedad. Podría poner muchos ejemplos, pero pondré solo dos que me parecen
clarísimos, y muy preocupantes.
Lo importante es que se debe revisar las ONGs.
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