Hombres que hacen historia
La democracia revolucionaria cubana, entra a su tercera fase
y, la historia de Cuba deja atrás sus privaciones para dinamizar un conjunto de
oportunidades al lado del pueblo que en un futuro determinarán un nuevo
bosquejo de desarrollo interno en la pequeña y mediana industria, mediante una
encriptación de ley que lleve a un crecimiento común de libertades económicas y
sociales, sin salir del marxismo. La democracia en Cuba, ya tiene su rumbo
marcado.
La mayoría de los residentes aspira que cese el embargo
estadounidense que pesa sobre la afamada isla y, que la colonia de ese país en
la franja de La Florida aspira regresar a la isla, donde están sus bienes
primarios y así entonar el viejo estribillo de las escuelas municipales, “¡Pioneros
por el comunismo, seremos como el Che!”.
Algunas voces, se muestran pesimistas, como siempre.
Pero, la ideología y construcción de una estructura política poco interesa, la
visión viene centrada en el aspecto económico, Aquí, no se cuenta ni mañana, ni
pasado, solo el presente y, en este caso, la pluralidad política dentro dé un mismo
sentir ideológico es priorizado.
Es el momento de abrirse al dialogo, tal como lo
preconiza José Luis Zapatero, líder socialista español y mentor de América
Latina, al igual que José María Aznar, lo es para el Sur por la derecha. Sin duda,
es la nueva forma de dirigir las políticas, mediante el dialogo.
El proceso socialista, se convierte en un proyecto. Y, a
la vez, en una estructura. Todo va enmarcado en un giro de mercado para ir
desarrollando un sistema político de nuevo orden, es colocar una plataforma
sobre otra, nuevos pisos de una visión global de comercialización, por ejemplo,
vemos ahora como los norteamericanos y chinos buscan su propio reacomodo de
ventas internacionales y como fraccionar el mercado en pleno acuerdo con sus
colonias. Fidel Castro Ruz liderizo la etapa más delicada, de templar la
disciplina y armonía para establecer un orden social no alternativo y avanzar
hacia las pequeñas Corporaciones, luego del bloqueo, vino la etapa de ruptura o
fractura política ante los lineamentos estadounidenses, hasta llegar a la
figura del nuevo presidente.
Son etapas, muy históricas y las prohibiciones no eran
absurdas, sino necesarias, Raúl Castro, tuvo que preparar su delfín ante el
degaste de Fidel y la salida de Ernesto Guevara De La Serna, un argentino que
asumió la nacionalidad cubana, quien tuvo entre sus obligaciones la entre de tierras
a campesinos y, que el Estado, debería ejercer un control geopolítico y
territorial.
Lo más difícil es el deshielo, como el carácter militar
de cuatro décadas de gobierno, pero, ya los cubanos pueden viajar libremente a
Europa, poco les gusta Latinoamérica por las dictaduras y los sistemas de inseguridad
de los países latinos en manos de las mafias bancarias y de las rutas del
narcotráfico.
Es
algo, pragmático, pero el proceso de ralentización del proceso de reformas ya
no es timorato, pero, debe existir unidad, Fidel Castro, reaccionó con un
artículo en el que recelaba del acercamiento bilateral —“No necesitamos que el
imperio nos regale nada”— y revigorizó a los sectores de la línea dura dentro
del régimen, paralizando hasta hoy el paso reformista.
Nacido el 20 de
abril de 1960 en Placetas, provincia de Villa Clara, bisnieto de un asturiano
de Castropol, casado dos veces y con dos hijos de su primer matrimonio, Miguel
Mario Díaz-Canel Bermúdez se fogueó a finales de los ochenta en la Unión de
Jóvenes Comunistas. De 1994 a 2003 fue secretario del Partido Comunista en la
provincia de Villa Clara. Ahí ya era uno de los cuadros provinciales cuidados
por Raúl Castro con la vista puesta en un todavía distante relevo generacional.
En 2003 el general
lo incorporó al buró político y fue enviado como secretario del partido a la
provincia de Holguín. Castro no lo llamó a La Habana hasta 2009, cuando le dio
el Ministerio de Educación. En 2012 lo hizo vicepresidente del Consejo de Ministros.
En 2013, cuando formó su último gobierno, le añadió el cargo de vicepresidente
del Consejo de Estado y dio un discurso en el que lo apuntó como sucesor,
acreditando su pedigrí: “No es un advenedizo ni un improvisado”.
Al contrario de
otras promesas del castrismo surgidas bajo el ala abrasiva de Fidel Castro,
que fueron por exceso de iniciativa o de protagonismo, Díaz-Canel supo
avanzar sin ruido por el carril lateral de Raúl Castro, un militar que siempre
valoró en su gente el perfil bajo y la lealtad.
“Para llegar a
donde ha llegado sin ser defenestrado la condición número uno es no salirse del
guion, y él ha sido muy efectivo en eso”, dice Nora Gámez Torres, especialista
en Cuba del diario Miami Herald. “Se
sabe muy poco de cómo piensa”, añade. “Nunca se desvía de la línea del
partido”. Díaz-Canel siempre ha empleado una roma retórica continuista que
refuerza a medida que se acerca su coronación. El 11 de marzo glosaba a la
“generación histórica que nos ha conducido y que forjó la revolución”. Ese día
se realizaban las elecciones para diputados de la Asamblea Nacional, que
ratificarán el 19 de abril al candidato a jefe de Estado escogido por la cúpula
en la última jornada de un ritual proceso electoral controlado por el Partido
Comunista, el único permitido.
Apenas implicado en el activismo político, no
ha dudado en salir al paso de los digitales que considera hostiles, calificados
de herramientas contrarrevolucionarias, socialdemócratas, que en la
nomenclatura del partido es parecido
De 57 años, un
ingeniero electrónico, alto y de gesto serio, que ha seguido una paciente y
discreta escalada burocrática con Castro como mentor.
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