Emiro Vera Suarez
La revolución en nuestro país no tiene
un libreto calcado en los paradigmas sociales, este proceso lleva años y se
debe ir a una vanguardia organizada donde soplen los vientos de nuestra
historia, porque todo es una estrategia y una táctica, por lo tanto, es el momentos de los cambios y los
fracasados remonten su camino, desistiendo de sus motivaciones, al elector debe
dársele todo un camino de conexiones para que asuma conciencia sobre su
realidad. Hay quienes por impulsividad sospechan que la revolución venezolana
se traza en una plaza pública o pegando gritos en cuatro días.
Hay que acoplar los desajustes sociales
y buscar soluciones. No se debe ser dócil hacia aquellos que desean gobernar a
su manera y no respetar el corolario político, por eso, estamos viendo algunos
caminos divergentes, cuyos protagonistas se encuentran alejados de sus partidos
originarios. El Socialismo exige seriedad porque es salud y queremos hacer
coincidir el Legado de nuestro Libertador Simón Bolívar con el del Comandante Chávez
Frías. Los partidos políticos están ausentes de esta dinamización interna de la
nueva sociedad.
En el fondo, hay que hacer que el
Socialismo y la Democracia anden de prisa y traigan consigo cambios sociales y
por supuesto, las aspiraciones personales de cada grupo familiar. Es un marco político,
donde debe escucharse la voz de la calle y donde la sociedad sea capaz de
resolver sus problemas políticos. Términos, como la corrupción no hacen más que echar leña al fuego de las injusticias
sociales. Lo que en Turquía es desagrado con la forma arrogante y prepotente de
tomar decisiones sin consultar con la ciudadanía, en Brasil es desacuerdo con
la forma de asignar los recursos públicos, que destinan millones de dólares a
campeonatos de fútbol al mismo tiempo que se encarece el transporte urbano y
hay fuertes carencias en los sistemas educativo y sanitario. En el fondo lo que
ocurre es que ambos países han crecido muy deprisa.
No se debe confundir estas protestas con
las de la Primavera Árabe en Túnez, Libia, Egipto y otros lugares porque estas
últimas propugnaban acabar con las dictaduras y cambiar el régimen político
mientras que en Turquía y en Brasil hay democracias socialistas que funcionan.
Los manifestantes no pretenden sustituir el parlamento por el populismo
callejero, no quieren echar a Erdogan o a Roussef, solo pretenden que gobiernen
de otra manera y que hagan más caso a la voz de la calle.
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