Si algo no nos permite ver parte de la realidad ideológica, social y
política que el mundo vive, es el sectarismo que a veces es producto del
fanatismo o fundamentalismo. Esta posición es la que se ha encargado –hoy día–
de seguir afirmando que la religión es el opio de los pueblos. La “Teología de
la liberación”, como corriente del pensamiento transformador, ha desmontado
esta versión y se ha encargado de descolonizar el cristianismo y hacer del
mismo una teoría para el evangelio social y la praxis revolucionaria.
En muchas oportunidades, hay quienes han señalado y repetido como loros,
que las religiones desprendidas del cristianismo representan el opio de los
pueblos, tal afirmación corresponde en un comienzo a la ortodoxia marxista.
Ahora bien, éste escenario en el mundo de hoy ha cambiado notablemente,
pues hay que saber diferenciar a los que tienen la religión como negocio y el
cristianismo como instrumento para establecer un modo de vida.
Entiendo que la religiosidad venida del eurocentrismo nace producto de una
relación de fuerza, es decir, de relaciones de poder. Ese poder –hemos
afirmado– se utilizó para ese entonces, en función de que la religión cumpliera
el propósito, el objetivo y el fin de facilitar el proceso colonizador, bajo el
argumento falaz de estar todo esto al servicio de Dios.
Es aquí, donde vale la pena interrogarse: ¿sigue siendo la religión opio
del pueblo tal y como se lo plantearon Marx y Engels en el siglo XIX? Al
respecto Michael Löwy (sociólogo y filósofo marxista), refiriéndose al
planteamiento de Marx, nos indica:
«Su punto de
vista se aplica aún a muchas instituciones católicas (el Opus Dei es sólo el
ejemplo más obvio), al uso fundamentalista corriente de las principales
confesiones (cristiana, judía, musulmana), a la mayoría de los grupos
evangélicos (y su expresión en la denominada “iglesia electrónica”), y a la
mayoría de las nuevas sectas religiosas, algunas de las cuales, como la notoria
iglesia del reverendo Moon, son nada más que una hábil combinación de
manipulaciones financieras, lavado de cerebro y anticomunismo fanático» [Löwy,
2006 “Marxismo y religión: ¿opio del pueblo?” p. 281].
Si nos ubicamos en tiempo y espacio, dos categorías históricas
fundamentales en cualquier análisis, nos vamos a encontrar con otras
realidades, pues los tiempos cambian y las realidades también, y una de esas
realidades es que hoy día, así como se sigue utilizando la espiritualidad y la
religiosidad, como instrumento de dominación, no es menos cierto que de allí
han surgido corrientes que ven en éste caleidoscopio de creencias un
instrumento para buscar en la tierra y no en el cielo la mayor suma de justicia
social que reivindique a la humanidad.
Soy de los que cree, al igual que muchos militantes de la utopía, que si no
incorporamos las diferentes tendencias del cristianismo a los procesos de
cambio y transformación de un mundo que niega la libertad del ser humano, las
revoluciones auténticas y verdaderas serán muy difíciles de realizar, por no
decir imposible. Son otros tiempos los que estamos viviendo, donde se requiere
el concurso de todos los que amamos a nuestros países y aspiramos abrir caminos
para la emancipación de nuestras patrias, no importando la creencia que se
tenga en el marco del pensamiento mágico-religioso.
Dentro de éste cuadro referencial, el propio Engels más adelante hace su
reflexión al respecto, y en la investigación hecha por Löwy se plantea lo
siguiente:
«Engels parece
no encontrar nada más que el “disfraz religioso” de intereses de clases en las diferentes
formas de creencias. Sin embargo, gracias a su método de análisis en términos
de lucha de clases, Engels se da cuenta, y así lo expresa en La guerra
campesina en Alemania, de que el clero no era un cuerpo socialmente
homogéneo: en ciertas coyunturas históricas, se dividía internamente según su
composición social. Es así que durante la Reforma tenemos, por un lado, el alto
clero, cumbre de la jerarquía feudal, y, por el otro, el bajo clero, que da
sustento a los ideólogos de la Reforma y del movimiento revolucionario
campesino (Engels, 1969: 422-475). Siendo materialista, ateo y un
irreconciliable enemigo de la religión, Engels comprendió, como el joven Marx,
el carácter dual del fenómeno: su rol en la legitimación del orden existente,
pero además, de acuerdo a circunstancias sociales, su rol crítico, de protesta
e incluso revolucionario» [ibíd. p. 285].
Con el permiso del lector, permítanme seguir utilizando el estudio y las
reflexiones de Löwy, pues creo que allí hay una interesante discusión acerca
del tema que me ocupa:
«La mayoría de
los estudios realizados sobre religión en el siglo XX se limitan a comentar,
desarrollar o aplicar las ideas esbozadas por Marx y Engels. Tales fueron los
casos, por ejemplo, de los ensayos de Karl Kautsky sobre el utopista Tomás Moro
o sobre Thomas Münzer. Kautsky consideraba a todas estas corrientes religiosas
como movimientos “precursores del socialismo moderno” cuyo objetivo era un
estilo de comunismo distributivo –opuesto al comunismo productivo del
movimiento obrero moderno. Mientras Kautsky nos provee interesantes
revelaciones y detalles acerca de las bases sociales y económicas de estos
movimientos y sus aspiraciones comunistas, usualmente reduce sus creencias
religiosas a un simple “envoltorio” o “ropaje” que “oculta y disimula” su
contenido social. Las manifestaciones místicas y apocalípticas de las herejías
medievales son, desde su punto de vista, expresiones de desesperación,
resultantes de la imposibilidad de consumar sus ideales comunistas (Kaustky,
1913: 170, 198, 200-202). En su libro acerca de la Reforma alemana, Kaustky no
pierde tiempo con la dimensión religiosa de la lucha entre católicos, luteranos
y anabaptistas: despreciando lo que él llama la “disputa teológica” entre estos
movimientos religiosos, concibe como única tarea del historiador “remontar las
luchas de esos tiempos a la contradicción de intereses materiales”. En este
sentido, las 95 Tesis de Lutero, según Kautsky, no reflejaron
tanto un conflicto sobre el dogma, como un conflicto en torno de temas
económicos: el dinero que Roma extraía de Alemania bajo la forma de impuestos
eclesiásticos (Kautsky, 1921: 3, 5)» [ibíd. p. 287].
LA TEOLOGIA DE
LA LIBERACIÓN
Entendiendo que la teología es la ciencia que estudia las “cosas de Dios”,
su origen surge en Europa en el año 1917 a través del teólogo alemán Walter
Rauschembusch, quien da a conocer sus ideas iníciales a través del libro Una
teología para el evangelio social; allí se plantea que el cristianismo es
un modo de vida y donde las enseñanzas de Jesús representan el instrumento para
la liberación de hombre, es un instrumento para la emancipación de los pueblos,
para la libertad, para la convivencialidad, fraternidad, solidaridad y para
dignificar la vida de la humanidad en comunión, como virtud de convivencia
humana. Más adelante otros teólogos, principalmente protestantes (alemanes y
holandeses), desarrollaron laTeología de la esperanza. Inclusive este
sector habla de la necesidad de impulsar la “Democracia Eclesiástica”.
En América Latina, esta corriente del cristianismo comprometida e
identificada plenamente con las luchas y los intereses del pueblo se encuentra
expresada en las posiciones de sacerdotes como el padre Gustavo Gutiérrez
(peruano), en sus obras como: La verdad os hará libres, La
densidad del presente, Beber en su propio pozo –entre
otras; de igual manera Leonardo Boff (brasilero), con sus obras Florecer
en el yermo, Tiempo de trascendencia,Experimentar a Dios;
el cura y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, con su comunidadSolentiname,
su poesía comprometida donde denuncia el sufrimiento y la explotación de los
pueblos en las llamadas repúblicas bananeras, temática que sirvió para dar
origen al Canto General. En Ernesto Cardenal la teología de la
liberación se manifiesta con mayor concreción en su poemario Salmos (1964)
y en Oración por Marilyn Monroe (1965).
Con sus opúsculos, entre los cuales se destacan Pedagogía del
oprimido y Educación como práctica de la libertad, Paulo
Freire fue uno de los impulsores más influyentes en esta corriente; en su
última obra (una recopilación de sus escritos no editados hecha por su hija Ana
María Araujo Freire), que lleva por nombre Pedagogía de la tolerancia,
indica la necesidad de la tolerancia para la convivencialidad, la necesidad de
vivir con el diferente: «Con el diferente, no con el inferior».
Cabe destacar que dentro de la “Teología de la liberación” surgieron
posiciones que muchos han calificado de radicales, por haber tomado la lucha
armada para hacer los cambios sociales que necesita América Latina, como son
los casos de los curas Manuel Pérez y Camilo Torres Restrepo, el primero
español y el segundo colombiano, miembros del ELN de Colombia, quienes murieron
ofrendando su vida por amor al prójimo.
Esta tendencia se consolidó en la Conferencia Episcopal de Medellín,
Colombia (1968), y la de Puebla celebrada en México (1979); según muchos
analistas allí se marcó la matriz de la llamada “Teología de la liberación”.
Desde luego que en el marco del cristianismo, la propia Iglesia Católica ha
producido documentos que comprometen su accionar con la justicia social,
encíclicas papales comoPacem in Terris (1963), de Juan XXIII, donde
se exige y pide respeto a los derechos humanos y se señala que los seres
humanos, ante todo, son personas, personas dotadas de inteligencia y con el
derecho natural a la libertad, con derechos universales e inviolables,
absolutamente inalienables.
De la misma forma la encíclica Populorum Progressio (1967),
de Pablo VI, donde se muestra la preocupación por temas sociales, como la
situación de miseria que viven muchos seres humanos, producto de gobernantes y
una clase política irresponsable y corrupta. Otra, la Centesimus Annus (1991),
de Juan Pablo II, cuya preocupación se manifestó en la necesidad de dignificar
a la clase trabajadora; la misma plantea el derecho universal al trabajo y a la
organización sindical, cuyo único objetivo es buscar mejorar las condiciones
materiales de existencia de los trabajadores.
Otros pensadores, además de manifestar su pasión espiritual, religiosa,
filosófica, cívica y social, como Teilhard de Chardin, Emmanuel Mounier,
Jacques Maritain –entre otros– manifestaron en sus escritos y sus utopías la
necesidad de construir un mundo que respete la dignidad de los seres humanos,
que busque el bien colectivo y que luche por lograr la perfectibilidad de la
sociedad, en las posibilidades humanas.
Aquí, en esta corriente del cristianismo llamada “Teología de la
liberación”, hay un pensamiento comprometido con los cambios sociales,
económicos y políticos, una corriente revolucionaria comprometida con el
accionar de las luchas del pueblo, un pensamiento que no es marxista como lo
quiere hacer ver la iglesia oficial. Pues bien es sabido que su principal
fuente inspiradora es el propio evangelio y la enseñanza y la conducta de Jesús
crucificado, quien dio la vida por salvar a la humanidad. Negar en el campo
político, ideológico y filosófico la “Teología de la liberación” como corriente
revolucionaria, es propio de los analfabetas funcionales que se refugian en el
dogmatismo y el fanatismo irracional, pues en medio de su miopía política nunca
han entendido que las revoluciones la hacen los pueblos, que poseen una
idiosincrasia, una espiritualidad, una religiosidad, una diversidad y en medio
de sus luchas que son prolongadas para la emancipación, saben quienes son sus
amigos y quienes sus enemigos.
«“Bienvenida
sea una religión que derrama en el amaro cáliz de la sufriente especie humana
algunas dulces, soporíferas gotas de opio espiritual, algunas gotas de amor,
esperanza y creencia” [Heine, Heinrich 1840 Ludwig Börne. Un obituario (n.d..r.)].
Moses Hess, en su ensayo publicado en Suiza en 1843, toma una postura más
crítica (pero aún ambigua): “La religión puede hacer soportable […] la infeliz
conciencia de servidumbre […] de igual forma el opio es de buena ayuda en
angustiosas dolencias” (citado en Gollwitzer, 1962: 15-16)» [cita de Löwy,
2006: 282].
BIBLIOGRAFÍA
Engels, Friedrich
1969 “The Peasant War in Germany” en Feuer, Lewis S. (ed.) Marx and
Engels: Basic Writings on Politics and Philosophy (London: Fontana).
Kautsky, Karl
1913 Vorläufer des neueren Sozialismus. Erster Band. Kommunistische
bewegungen im Mittelalter (Stuttgart: Dietz Verlag).
Kautsky, Karl
1921 Der Kommunismus in der deutschen Reformation (Stuttgart:
Dietz Verlag).
Löwy, Michael 2006 “Marxismo y religión: ¿opio del pueblo?” en Varios
autores La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas (Buenos
Aires: CLACSO).
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