Escritor- Filósofo


"La niebla es un paso del camino entre una certeza y otra certeza, jamas he caminado entre cargas y visiones falsas, debemos aprender a caminar en el umbral del camino con nuestro maestro espiritual o gurú. Debemos aprender a desafiar a la muerte y dominarla. Amar es un desafío espiritual." Emiro Vera Suárez

Todo cambia tan abruptamente. El tiempo y la vida con su paso solo develan la crudeza, solo caminan para agotarse, para hundirse ante nuestros fallidos intentos de entender algo.

Juan Carlos Vásquez Flores

jueves, 5 de febrero de 2015

MARX Y EL CRISTIANISMO.

Si algo no nos permite ver parte de la realidad ideológica, social y política que el mundo vive, es el sectarismo que a veces es producto del fanatismo o fundamentalismo. Esta posición es la que se ha encargado –hoy día– de seguir afirmando que la religión es el opio de los pueblos. La “Teología de la liberación”, como corriente del pensamiento transformador, ha desmontado esta versión y se ha encargado de descolonizar el cristianismo y hacer del mismo una teoría para el evangelio social y la praxis revolucionaria.
En muchas oportunidades, hay quienes han señalado y repetido como loros, que las religiones desprendidas del cristianismo representan el opio de los pueblos, tal afirmación corresponde en un comienzo a la ortodoxia marxista.
Ahora bien, éste escenario en el mundo de hoy ha cambiado notablemente, pues hay que saber diferenciar a los que tienen la religión como negocio y el cristianismo como instrumento para establecer un modo de vida.
Entiendo que la religiosidad venida del eurocentrismo nace producto de una relación de fuerza, es decir, de relaciones de poder. Ese poder –hemos afirmado– se utilizó para ese entonces, en función de que la religión cumpliera el propósito, el objetivo y el fin de facilitar el proceso colonizador, bajo el argumento falaz de estar todo esto al servicio de Dios.
Es aquí, donde vale la pena interrogarse: ¿sigue siendo la religión opio del pueblo tal y como se lo plantearon Marx y Engels en el siglo XIX? Al respecto Michael Löwy (sociólogo y filósofo marxista), refiriéndose al planteamiento de Marx, nos indica:
«Su punto de vista se aplica aún a muchas instituciones católicas (el Opus Dei es sólo el ejemplo más obvio), al uso fundamentalista corriente de las principales confesiones (cristiana, judía, musulmana), a la mayoría de los grupos evangélicos (y su expresión en la denominada “iglesia electrónica”), y a la mayoría de las nuevas sectas religiosas, algunas de las cuales, como la notoria iglesia del reverendo Moon, son nada más que una hábil combinación de manipulaciones financieras, lavado de cerebro y anticomunismo fanático» [Löwy, 2006 “Marxismo y religión: ¿opio del pueblo?” p. 281].
Si nos ubicamos en tiempo y espacio, dos categorías históricas fundamentales en cualquier análisis, nos vamos a encontrar con otras realidades, pues los tiempos cambian y las realidades también, y una de esas realidades es que hoy día, así como se sigue utilizando la espiritualidad y la religiosidad, como instrumento de dominación, no es menos cierto que de allí han surgido corrientes que ven en éste caleidoscopio de creencias un instrumento para buscar en la tierra y no en el cielo la mayor suma de justicia social que reivindique a la humanidad.
Soy de los que cree, al igual que muchos militantes de la utopía, que si no incorporamos las diferentes tendencias del cristianismo a los procesos de cambio y transformación de un mundo que niega la libertad del ser humano, las revoluciones auténticas y verdaderas serán muy difíciles de realizar, por no decir imposible. Son otros tiempos los que estamos viviendo, donde se requiere el concurso de todos los que amamos a nuestros países y aspiramos abrir caminos para la emancipación de nuestras patrias, no importando la creencia que se tenga en el marco del pensamiento mágico-religioso.
Dentro de éste cuadro referencial, el propio Engels más adelante hace su reflexión al respecto, y en la investigación hecha por Löwy se plantea lo siguiente:
«Engels parece no encontrar nada más que el “disfraz religioso” de intereses de clases en las diferentes formas de creencias. Sin embargo, gracias a su método de análisis en términos de lucha de clases, Engels se da cuenta, y así lo expresa en La guerra campesina en Alemania, de que el clero no era un cuerpo socialmente homogéneo: en ciertas coyunturas históricas, se dividía internamente según su composición social. Es así que durante la Reforma tenemos, por un lado, el alto clero, cumbre de la jerarquía feudal, y, por el otro, el bajo clero, que da sustento a los ideólogos de la Reforma y del movimiento revolucionario campesino (Engels, 1969: 422-475). Siendo materialista, ateo y un irreconciliable enemigo de la religión, Engels comprendió, como el joven Marx, el carácter dual del fenómeno: su rol en la legitimación del orden existente, pero además, de acuerdo a circunstancias sociales, su rol crítico, de protesta e incluso revolucionario» [ibíd. p. 285].
Con el permiso del lector, permítanme seguir utilizando el estudio y las reflexiones de Löwy, pues creo que allí hay una interesante discusión acerca del tema que me ocupa:
«La mayoría de los estudios realizados sobre religión en el siglo XX se limitan a comentar, desarrollar o aplicar las ideas esbozadas por Marx y Engels. Tales fueron los casos, por ejemplo, de los ensayos de Karl Kautsky sobre el utopista Tomás Moro o sobre Thomas Münzer. Kautsky consideraba a todas estas corrientes religiosas como movimientos “precursores del socialismo moderno” cuyo objetivo era un estilo de comunismo distributivo –opuesto al comunismo productivo del movimiento obrero moderno. Mientras Kautsky nos provee interesantes revelaciones y detalles acerca de las bases sociales y económicas de estos movimientos y sus aspiraciones comunistas, usualmente reduce sus creencias religiosas a un simple “envoltorio” o “ropaje” que “oculta y disimula” su contenido social. Las manifestaciones místicas y apocalípticas de las herejías medievales son, desde su punto de vista, expresiones de desesperación, resultantes de la imposibilidad de consumar sus ideales comunistas (Kaustky, 1913: 170, 198, 200-202). En su libro acerca de la Reforma alemana, Kaustky no pierde tiempo con la dimensión religiosa de la lucha entre católicos, luteranos y anabaptistas: despreciando lo que él llama la “disputa teológica” entre estos movimientos religiosos, concibe como única tarea del historiador “remontar las luchas de esos tiempos a la contradicción de intereses materiales”. En este sentido, las 95 Tesis de Lutero, según Kautsky, no reflejaron tanto un conflicto sobre el dogma, como un conflicto en torno de temas económicos: el dinero que Roma extraía de Alemania bajo la forma de impuestos eclesiásticos (Kautsky, 1921: 3, 5)» [ibíd. p. 287].

LA TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN
Entendiendo que la teología es la ciencia que estudia las “cosas de Dios”, su origen surge en Europa en el año 1917 a través del teólogo alemán Walter Rauschembusch, quien da a conocer sus ideas iníciales a través del libro Una teología para el evangelio social; allí se plantea que el cristianismo es un modo de vida y donde las enseñanzas de Jesús representan el instrumento para la liberación de hombre, es un instrumento para la emancipación de los pueblos, para la libertad, para la convivencialidad, fraternidad, solidaridad y para dignificar la vida de la humanidad en comunión, como virtud de convivencia humana. Más adelante otros teólogos, principalmente protestantes (alemanes y holandeses), desarrollaron laTeología de la esperanza. Inclusive este sector habla de la necesidad de impulsar la “Democracia Eclesiástica”.
En América Latina, esta corriente del cristianismo comprometida e identificada plenamente con las luchas y los intereses del pueblo se encuentra expresada en las posiciones de sacerdotes como el padre Gustavo Gutiérrez (peruano), en sus obras como: La verdad os hará libresLa densidad del presenteBeber en su propio pozo –entre otras; de igual manera Leonardo Boff (brasilero), con sus obras Florecer en el yermoTiempo de trascendencia,Experimentar a Dios; el cura y poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, con su comunidadSolentiname, su poesía comprometida donde denuncia el sufrimiento y la explotación de los pueblos en las llamadas repúblicas bananeras, temática que sirvió para dar origen al Canto General. En Ernesto Cardenal la teología de la liberación se manifiesta con mayor concreción en su poemario Salmos (1964) y en Oración por Marilyn Monroe (1965).
Con sus opúsculos, entre los cuales se destacan Pedagogía del oprimido y Educación como práctica de la libertad, Paulo Freire fue uno de los impulsores más influyentes en esta corriente; en su última obra (una recopilación de sus escritos no editados hecha por su hija Ana María Araujo Freire), que lleva por nombre Pedagogía de la tolerancia, indica la necesidad de la tolerancia para la convivencialidad, la necesidad de vivir con el diferente: «Con el diferente, no con el inferior».
Cabe destacar que dentro de la “Teología de la liberación” surgieron posiciones que muchos han calificado de radicales, por haber tomado la lucha armada para hacer los cambios sociales que necesita América Latina, como son los casos de los curas Manuel Pérez y Camilo Torres Restrepo, el primero español y el segundo colombiano, miembros del ELN de Colombia, quienes murieron ofrendando su vida por amor al prójimo.
Esta tendencia se consolidó en la Conferencia Episcopal de Medellín, Colombia (1968), y la de Puebla celebrada en México (1979); según muchos analistas allí se marcó la matriz de la llamada “Teología de la liberación”.
Desde luego que en el marco del cristianismo, la propia Iglesia Católica ha producido documentos que comprometen su accionar con la justicia social, encíclicas papales comoPacem in Terris (1963), de Juan XXIII, donde se exige y pide respeto a los derechos humanos y se señala que los seres humanos, ante todo, son personas, personas dotadas de inteligencia y con el derecho natural a la libertad, con derechos universales e inviolables, absolutamente inalienables.
De la misma forma la encíclica Populorum Progressio (1967), de Pablo VI, donde se muestra la preocupación por temas sociales, como la situación de miseria que viven muchos seres humanos, producto de gobernantes y una clase política irresponsable y corrupta. Otra, la Centesimus Annus (1991), de Juan Pablo II, cuya preocupación se manifestó en la necesidad de dignificar a la clase trabajadora; la misma plantea el derecho universal al trabajo y a la organización sindical, cuyo único objetivo es buscar mejorar las condiciones materiales de existencia de los trabajadores.
Otros pensadores, además de manifestar su pasión espiritual, religiosa, filosófica, cívica y social, como Teilhard de Chardin, Emmanuel Mounier, Jacques Maritain –entre otros– manifestaron en sus escritos y sus utopías la necesidad de construir un mundo que respete la dignidad de los seres humanos, que busque el bien colectivo y que luche por lograr la perfectibilidad de la sociedad, en las posibilidades humanas.
Aquí, en esta corriente del cristianismo llamada “Teología de la liberación”, hay un pensamiento comprometido con los cambios sociales, económicos y políticos, una corriente revolucionaria comprometida con el accionar de las luchas del pueblo, un pensamiento que no es marxista como lo quiere hacer ver la iglesia oficial. Pues bien es sabido que su principal fuente inspiradora es el propio evangelio y la enseñanza y la conducta de Jesús crucificado, quien dio la vida por salvar a la humanidad. Negar en el campo político, ideológico y filosófico la “Teología de la liberación” como corriente revolucionaria, es propio de los analfabetas funcionales que se refugian en el dogmatismo y el fanatismo irracional, pues en medio de su miopía política nunca han entendido que las revoluciones la hacen los pueblos, que poseen una idiosincrasia, una espiritualidad, una religiosidad, una diversidad y en medio de sus luchas que son prolongadas para la emancipación, saben quienes son sus amigos y quienes sus enemigos.
«“Bienvenida sea una religión que derrama en el amaro cáliz de la sufriente especie humana algunas dulces, soporíferas gotas de opio espiritual, algunas gotas de amor, esperanza y creencia” [Heine, Heinrich 1840 Ludwig Börne. Un obituario (n.d..r.)]. Moses Hess, en su ensayo publicado en Suiza en 1843, toma una postura más crítica (pero aún ambigua): “La religión puede hacer soportable […] la infeliz conciencia de servidumbre […] de igual forma el opio es de buena ayuda en angustiosas dolencias” (citado en Gollwitzer, 1962: 15-16)» [cita de Löwy, 2006: 282].

BIBLIOGRAFÍA
Engels, Friedrich 1969 “The Peasant War in Germany” en Feuer, Lewis S. (ed.) Marx and Engels: Basic Writings on Politics and Philosophy (London: Fontana).
Kautsky, Karl 1913 Vorläufer des neueren Sozialismus. Erster Band. Kommunistische bewegungen im Mittelalter (Stuttgart: Dietz Verlag).
Kautsky, Karl 1921 Der Kommunismus in der deutschen Reformation (Stuttgart: Dietz Verlag).
Löwy, Michael 2006 “Marxismo y religión: ¿opio del pueblo?” en Varios autores La teoría marxista hoy. Problemas y perspectivas (Buenos Aires: CLACSO).




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