Que el General Vladímir Padrino López
ordene el uso de “armas mortales” en toda manifestación, no me produce ningún
asombro, conociendo los origines de donde proviene gran parte de su formación
castrense, Escuela de las Américas incluida. No importa cuál es la naturaleza
de la protesta, no importa si es violenta o pacifica, desde el mismo momento en
que se legaliza esta norma, estudiantes, trabajadores, mujeres, gremios,
indígenas y todo aquel que se atreva a levantar su voz será acallado y
reprimido con ferocidad, ya no con “gas del bueno” sino con un balazo si es
necesario.
Pero lo que sí causa asombro ante tan
criminal resolución, que legitima la militarización del orden público, es que
muchos de los que en el pasado formaron parte de las luchas de resistencia y
manifestaciones al frente del movimiento estudiantil y social de nuestro país,
no levanten su voz de rechazo y peor aún algunos ya salieron en su
justificación y defensa automática.
No son distintas estas “armas mortales”
a las utilizadas en el pasado para acallar la voz de tantos hombres y mujeres
que defendían y luchaban por un ideal. Son las mismas armas con que asesinaron
a los compañeros de Cautaura y Yumare, son las mismas armas con que fueron
fusilados muchos revolucionarios en los Teatros de Operaciones (TO), son las
mismas armas con que asesinaron a Sergio y a Belinda, de esas mismas armas
mortales salió la bala asesina que le quito la vida al Cacique Yukpa Sabino
Romero y a los hijos de nuestro compañero Iván Pérez, son el mismo tipo de
armas mortales que utilizan los ejércitos invasores para acallar la autodeterminación
de nuestros pueblos.
No puedo entender y aceptar que ustedes
justifiquen y promuevan que quienes hoy disientan sean reprimidos y violentados
como lo hicieron los gobiernos adecos y copeyanos ayer contra nosotros, es
inaceptable la justificación inmediata que hace a esta criminal resolución, el
nuevo Defensor del Pueblo, ese que le escribe poemas a los niños del infortunio
y hoy reivindica el uso de las armas con que son masacrados los niños de Gaza.
Por ultimo estoy segura de que somos
mayoría quienes por convicción y principio nos opondremos a que sean
violentados una vez más los derechos humanos de quien disienta, de quienes
utilicen la protesta como instrumento constitucional para demandar sus
reivindicaciones, como lo hacen nuestros hermanos indígenas Yukpa y Barí en la
Sierra de Perijá, quienes hoy están en pie de lucha por el rescate de sus
territorios y contra las transnacionales del carbón y que han sido vilmente
reprimidos, o los trabajadores de las Empresas de Guayana, los estudiantes, los
campesinos que aún esperan por la tierra prometida y se organizan para luchar
una vez más por rescatarla, o quienes de seguro tomaran la vanguardia de las
luchas sociales venideras y de quienes siempre nos opondremos al autoritarismo,
a la represión, al capitalismo y al imperialismo en cada una de sus
manifestaciones.
Este escrito, que sin duda alguna es una
manifestación de protesta de mi parte contra esta inaceptable y criminal
resolución, solo espero no sea esgrimido como justificación para que mañana sea
usada una de una de esas “armas mortales” y de ella salga la bala que calle mi
voz, es el riesgo que se corre, pero que bien vale la pena a la hora de
reivindicar la vida y fijar con dignidad lo que pensamos. Me niego a que
cualquier arma mortal sea usada para matarnos como hermanos.
Rectificación, sin justicia no hay
revolución.
* Ruptura-Tercer Camino, 1 de
febrero de 2015.
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