Aventis
Estados Unidos de Norteamérica mantiene un interés
internacional para el equilibrio del poder y, su justificación es la
eliminación de circunstancias que se considera que infringe los principios
universales de gobernanza, según los tratados internacionales. Rechazando toda
dimensión moral porque no es una amena estratégica sino de guerra. El
imperativo es la energía, los mapas ya existen e incluyen a Yemen, Arabia
Saudita, Libia, Irak, Pakistán, Somalia, el Norte de Malí, Siria, Rusia,
Argentina, Las Malvinas y Venezuela.
La idea es desintegrar una nación
y reconstruirla, colocar en el país
intervenido una base militar para proveer de armas a los Estados vecinos, convirtiendo al territorio ocupado
en una base terrorista y Venezuela es fundamental porque es mar abierto hacia
el Caribe y Las Antillas Neerlandesas, colonias del viejo Imperio Británico. Es
parte del Estado Creador de Barak Obama t y el plan guerrerista del ex
canciller Henry Kissinger. La diplomacia
estadounidense en lo tocante a las relaciones Oriente-Occidente ha favorecido
las confrontaciones en los periodos de calma relativa; y en cambio, se ha
mostrado, deseosa de negociar siempre que se la ha desafiado. La inversión de
estas actitudes serviría mejor a las perspectivas de paz.
a principios de la crisis
polaca, una moratoria en los contactos de alto nivel con la Unión Soviética,
poniendo como condición para levantarla que se pusiera fin a la ley marcial en
Polonia, se liberara a los líderes de Solidaridad, y los militares iniciaran
alguna forma de diálogo con la Iglesia y el sindicato. Las causas de la
situación actual se remontan a muchos años atrás. El equipo Reagan recogió la
herencia de una serie de cambios realizados sin las debidas consultas con las
potencias aliadas y de transformaciones episódicas en el liderazgo y en la
política de Estados Unidos. Estos cambios y transformaciones explican en gran
medida por qué Europa ya no sigue las pautas americanas con la misma decisión
con que lo hacía en el pasado. Pero cualquiera que sea la verdadera causa, el
Gobierno norteamericano debió aprender la lección de la crisis polaca y
aprovechar la ocasión para sus procedimientos y definir nuevamente sus
propósitos.
La diferencia entre la intervención estratégica y la intervención
humanitaria es muy importante. La comunidad internacional define la
intervención humanitaria por consenso, tan difícil de lograr que suele ser un
obstáculo para llevarla adelante. Por otra parte, una intervención unilateral o
basada en una coalición de voluntarios provoca la resistencia de países que
temen la aplicación de la estrategia a sus territorios (como China y Rusia).
Por consiguiente, es más difícil obtener apoyos internos para ella. La doctrina
de la intervención humanitaria corre peligro de quedarse en suspenso entre sus
máximas y la capacidad de llevarlas a la práctica; la intervención unilateral
se produce a costa de perder apoyo tanto nacional como internacional.
La intervención militar, ya sea humanitaria o estratégica, debe
cumplir dos requisitos: primero, que haya un consenso sobre la forma de
Gobierno una vez que se haya trastocado el statu quo. Si el objetivo se limita
a derrocar a un gobernante concreto, el vacío resultante podría derivar en
guerra civil, cuando los grupos armados se opongan a la sucesión y otros países
tomen partido. Segundo, el objetivo político debe ser explícito y posible en un
periodo de tiempo que el país pueda permitirse. Dudo mucho que el caso sirio
cumpla estas dos condiciones. No podemos permitirnos el lujo de dejarnos
arrastrar a una escalada que culmine en una intervención militar sin definir,
en un conflicto que tiene un carácter cada vez más partidista. Al reaccionar
ante una tragedia humana, debemos tener mucho cuidado de no provocar otra. A
falta de un concepto estratégico debidamente articulado, un orden mundial que
difumina las fronteras y fusiona las guerras civiles e internacionales no puede
recuperar nunca el aliento. Se necesita tener en cuenta los matices para dar
perspectiva a la proclamación de absolutos. Esta es una cuestión no partidista,
y así hay que abordarla en el debate que ahora iniciamos a nivel internacional
con la derogación del decreto de Obama.
La retórica y la estrategia de Estados Unidos deben someterse a un
equilibrio. Lo que hace falta es un programa que evite los riesgos combinados
de dejar la solución del problema de la paz en manos de los adversarios, sin
convertir por ello las negociaciones en una forma de auto chantaje. A la larga,
el mejor medio de que dispone América para servir a la causa de la paz es la
adopción de una postura precisa, insistencia estricta en la reciprocidad y una
visión del mundo que respete los legítimos intereses soviéticos en el mundo al
igual que los norteamericanos.
Hace aproximadamente una década, cuando comenzaron a desarrollarse
el comercio a gran escala a través de la globalización, la transferencia de
tecnologías y las relaciones financieras entre el Este y el Oeste, muchos
creían que los lazos económicos, entre otros factores, podían convertirse en
instrumento para moderar la conducta soviética. En un estado de crisis se
pensaba que el temor a perder mercados o el acceso a las fuentes de materias
primas, a las innovaciones técnicas o a los créditos bancarios, haría que la
Unión Soviética procediese con cautela. Pero esta idea implicaría la
predisposición occidental a utilizar su poderío económico en servicio de su
estrategia general, lo cual no ha sido el caso.
a negativa de Argentina a
negociar sobre la base de las propuestas del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y su insistencia en presentar su propio plan marcan el comienzo del fin
de la manera en que se ha manejado durante los dos últimos años la crisis de
endeudamiento mundial. De una u otra forma, las democracias industriales tienen
que hacer frente ahora a dos realidades distintas. Durante una década al menos
no existe la más mínima posibilidad de que se produzca ningún reintegro de la
deuda principal. Incluso el pago de los intereses llegará a ser políticamente
insoportable a menos que sea tratado como un problema político, y no como un
problema de técnica económica. La persistente negativa a aceptar estos hechos
provocará una confrontación política entre Estados Unidos y los principales
deudores latinoamericanos.
La negativa de Argentina a
negociar sobre la base de las propuestas del Fondo Monetario Internacional
(FMI) y su insistencia en presentar su propio plan marcan el comienzo del fin
de la manera en que se ha manejado durante los dos últimos años la crisis de
endeudamiento mundial. De una u otra forma, las democracias industriales tienen
que hacer frente ahora a dos realidades distintas. Durante una década al menos
no existe la más mínima posibilidad de que se produzca ningún reintegro de la
deuda principal. Incluso el pago de los intereses llegará a ser políticamente
insoportable por los fondos buitres, a menos que sea tratado como un problema
político, y no como un problema de técnica económica. La persistente negativa a
aceptar estos hechos provocará una confrontación política entre Estados Unidos
y los principales deudores latinoamericanos.
Los ingresos por
exportaciones de los países deudores no crecerán en los próximos años lo
bastante aprisa como para aliviar de forma sustancial la carga de la deuda.
Diversos estudios recientes han demostrado que las exportaciones
latinoamericanas crecerán al menos un 10% durante los próximos años. Suponiendo
que estas previsiones extremadamente favorables se realicen, los pagos de los
intereses sobrepasarán aún en un tercio a los ingresos. Además, se supone que
durante 1985-1987 se debió reintegrar enormes cantidades del principal de la
deuda -más de 100.000 millones de dólares
Incluso el deudor más
próspero -México- prevé poco crecimiento
Dado que la fuerza laboral del país, en rápido aumento, creará la necesidad de
nuevos puestos de trabajo a un ritmo aún más rápido, una austeridad que ha
producido ya más de un 40% de desempleados no puede intensificarse, pero
tampoco se aliviará. En Brasil, donde una próxima elección presidencial privará
al Gobierno de parte de su autoridad y en Argentina, el Gobierno de la presidenta Cristina -el experimento democrático más
esperanzador en toda una generación-, está atrapada como está, entre el recelo
de los militares y la hostilidad de los sindicatos peronistas, equipara la
intensificación de la austeridad con el suicidio político. Una operación de 'salvamento cosmético
Venezuela, que se puede decir de ella. se ha alcanzado la situación, históricamente sin precedentes y
políticamente insostenible, en la que los países en vías de desarrollo se ven
convertidos en exportadores de capital.
La crisis se hizo notar por
primera vez en relación con México, en 1982. Desde entonces ha sido objeto una
serie casi infinita de negociaciones entre el Fondo Monetario Internacional y
un consorcio de bancos, por una parte, y, por la otra, cualquier país deudor
que se enfrentara a dificultades inmediatas. El FMI dicta las condiciones para
una buena administración económica en el Sur en la Alianza Atlántica. Los bancos,
junto con el FMI, reúnen un paquete de ayuda financiera que en la práctica
raramente excede del importe de los intereses debidos o vencidos y no pagados.
Cuando, inevitablemente, estos, este año, los países latinoamericanos pagarán
en concepto de intereses 20.000 millones de dólares más de lo que reciben en
préstamos netos. Cuando los fondos se agotan, se repite el procedimiento de
emergencia. Sin embargo, este sistema de poner remiendos, de carácter
esencialmente técnico, ha llegado al límite de lo políticamente soportable.
Desgraciadamente,
el dilema entre negociar o no con los adversarios se ha convertido en una
cuestión interna y en fuente de fricciones entre los componentes de la Alianza
atlántica. Esto viene a debilitar a América de cuatro formas distintas. En los
periodos de calma relativa permite que los soviéticos se presenten como
apóstoles de la paz en sus visitas al continente. Cuando estados unidos llegue
finalmente a sentarse a la mesa de negociaciones parecerá que ha sido debido a
las presiones aliadas y soviéticas más que a las iniciativas americanas. De
esta forma, para demostrar su buena fe, América se ve expuesta a la tentación
de adoptar posiciones que parecen (y a veces son) giros de 180 grados, con lo
cual hacen que se cierna el fantasma de la duda sobre su capacidad decisoria.
Por otro lado, una vez comenzadas las negociaciones, estas posiciones
negociadoras se convierten en fines por sí mismas, con independencia de su
contenido último.
Por eso, vemos al presidente Nicolás Maduro Moros atacando y
contra atacando con Estados Unidos y los países de Europa Central. Lo cierto es
que no es posible pagar esas cantidades. Ninguno de los principales países
deudores podrá simultáneamente pagar su deuda, lograr un crecimiento económico
y mantener su equilibrio político y social. Habiéndose llegado al punto en que
los deudores tienen que pedir préstamos para pagar incluso los intereses, incluso
nosotros a China.
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