Aventis
El discurso económico
en el área centroamericana, latina y del Caribe, refleja un papel que tiende a
confundirse y determina una exposición mediática con sus agravantes. Cada
empresario defiende sus intereses y, en su conjunto manejan una agenda oculta
que desvanece todo intento por luchar hacia la libertad y expresar sus
opiniones ante los poderes fáticos.
México, se ha quedado
atrás. A su vez que entra en la normalidad democrática para seguirse
consolidando, los cables diplomáticos expresan que la embajada
estadounidense coadyuva una compulsión
hacia su territorio y avanzar para su control ante las expectativas que ofrece
su industria petrolera.
La militarización, es
un nuevo recurso de los gobiernos del Sur para plantear su hegemonía
democrática y, justificar a través de sus discursos, la intolerancia política
para justificar sus acciones que implica un control para operar el poder. Los
marxistas al ligarse con los militares, avivan la lucha de clases por su tradición
guerrerista y, provocan una serie de situaciones que activan la violencia y, en
oportunidades, muertes sorpresivas de inocentes.
Colombia, por ejemplo,
es un Estado intolerante que usa falsos positivos para desplazar a su población
hacia países vecinos y, no tener en lo absoluto el compromiso de sostenerlos.
Son carne de cañón para los procesos
electorales a cambio de seguridad social.
En México, las voces de
la calle son poco escuchadas, los gobernantes generan acontecimientos
indeseables y a cada momento, visualizan una movilización hacia un problema
económico o muertes en serie. Cada vestidura, exige una demanda, las
estructuras financieras se tambalean.
Los hombres hacen y
escriben su historia. Y cada historia tiene su sentido, de allí la gran rebelión
y ola de protestas de los pueblos latinos y centroamericanos. Las dolencias
sociales cimbran las estructuras del poder y los medios de comunicación guardan
sus voces para limitar la expresión popular.
Las cacerolas, de nuevo
se vienen destapando a pasos agigantados y fraudes como la pandemia y el
calentamiento global ya quedaron en el pasado. Ahora, el gran fraude es la
crisis y guerra económica, los paramilitares y asesinatos de ciudadanos en
serie.
En Latinoamérica y
México, las normas de regulación poco existen, los políticos e intelectuales
corren riesgos innecesarios, ante ciudadanos analfabetas en concepciones del
Estado que desean ser diputados por una región. Es un platillo que anuncian con
bombos al pueblo, que, es engañado y manipulado innecesariamente.
Y Europa, ha sido
devastada por la injerencia estadounidense, los bancos influyen para colapsar a
empresas y el trabajo de humildes obreros que poseen subsidios financieros,
poco saben de la deuda europea, luego que los franceses y estadounidenses
acabaron con Libia. En estos momentos, destabilizan a Venezuela, desde adentro
del mismo oficialismo y el presidente Nicolás Maduro Moros no escucha las voces
de Marea Socialista, quién refleja
un apego al Legado de Chávez, casi absoluto.
La crisis monetaria
estadounidense, muestra en su informe que su dinero líquido se encuentra en las
casas de empeño del Oriente Medio, México y Centroamérica y que, ya su famosa
burbuja monetaria explotó, arrastrando gran parte del mundo.
La idea de Estados
Unidos es alimentarse con la crisis y crear en su entorno, verdaderas debacles
financieras. Cada campaña en un proceso electoral o la guerra en sí, consumen
una buena porción de dólares y sus corporaciones financieras le ayudan a
dibujar números, más ahora que están legitimadas ante la Comisión Internacional
de Derechos Humanos para no hacerlos culpables de muertes inocentes, vengan del
campo de batalla o la industria agroalimentaria.
La nueva situación económica que se
está instalando en América latina conllevará un difícil dilema para las clases
medias que se ampliaron en estos últimos años después de haber conseguido
mejoras en su empleo e ingresos: tienen ahora más demandas (mejor calidad en la
educación, la salud, el transporte, la seguridad, etc.), pero hay menos
recursos. Esto representará un gran desafío para los gobernantes
latinoamericanos, que deberán responder a esos reclamos y estarán más
monitoreados ante el despilfarro de dinero público o actos de corrupción, como
el escándalo de Petrobras en Brasil.
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