Fusión
Las luciérnagas
alumbran la noche, paso a paso iba caminando por el potrero, pegado a la cerca
de alambres de púa, le huía al torete negro que con su mirada aguda rastreaba
cualquier movimiento durante la noche. El rancho se veía a lo lejos, alumbrado
con lámparas de kerosene y algunas velas encendidas, decidí esa noche dormir
con los trabajadores para ver el ordeño ya entrada la madrugada, por detrás de
la finca, el Chama se deja oír de una manera muy calmada con sus caños.
Encontré. En estas
noches unas medias negras largas, casi me llegan a la rodilla, las utilizaba en
la Urbanización Tamaré para allegarme a la casa de las monjas, una de ellas
encontró un traje de religiosa para cruzar la residencia de los monjes al atardecer
y pasar la noche con ellas, algunas veces por atrevido me dejaban en la capilla
por dos horas, rezando y cantando algún himno o cantos de Fe. La comida siempre
era exquisita y variada. Dormía en hamaca en un traspatio para no levantar
sospechas.
Las monjas, ya al
anochecer preparaban un té no muy fuerte y tocaban órgano, mi vida en los Andes
transcurrió entre el Seminario, el liceo en San Juan de Colón y la finca, hace
muchos años que no veo a los primos por parte de mi padre, eran tres fincas
unidas, con muchos potreros, a los nueve años ya, los forasteros iban con sus
arreos de burros y mulas a buscar comida para pasarla a Colombia, contaban que
eran cinco días de arduo camino para cruzar la frontera y adentrarse a las
montañas de Colombia, en Santander.
Las flores, bordeaban
el camino, luego de la muerte de mi tía, hermana de papá, el servicio se casó
con Pineda, desde pequeña estuvo en la finca y creció con nosotros, tuvo tres hijos que crecieron junto
a la familia. Así, nos criaron en el campo, sin egoísmos, sin dureza de
corazón.
Un grupo de cuatro
goajiras y tres niñas del etnia wayuu se levantaban al primer canto del gallo
para preparar quesadillas con la leche recogida el día anterior, mi abuelo
tenía tres burros y una mula, cuando se les cargaba mucho, no querían avanzar,
le soltaban los amarres y equipajes, la levantaban en dos patas encabuyadas a
dos árboles y los latigazos siempre fuertes, lograban doblar sus patas
traseras.
La gente del campo
tiene un espíritu aventurero, las tardes en Caja Seca siempre son grises,
llueve a cada momento. Algunas veces, solíamos ir a Puerto de Santander a
comprar bocadillos y dulces cucúteños, todos son vecinos y familia. Preferían
los vecinos trabajar en Colombia y vivir en Venezuela porque los servicios públicos
son más económicos. Mi papá hacía mercado de comestibles todos los fines de
semana al otro lado de la frontera y mi ropa y calzado eran de ese país
hermano.
El toro al verme,
avanzaba muy fuertemente hacia mí, la ropa se me llenaba de pica pica y estaba
obligado a bañarme en los pozones con jabón azul de La Polar. Las monjas,
siempre me guardaban un maltín cuando
les decía que iba a dormir con ellas.
Los guerrilleros, se
llevaron una hermosa yegua que me había dado mi tío cuando era apenas una
patrulla, la trajeron al año con muchos regalos y la soltaron en un establo
abierto para agarrarle cría, cuando me la dieron, estaba muy salvaje, ahora
dormía conmigo junto a la ventana que da al galpón de ordeño. Se encariño mucho
conmigo.
A cielo abierto, desde
muy pequeño, aprendí a escribir poesías, las vendía a cinco centavos. Las
vecinas del vecindario hacían colas para llevarles un regalo a sus novios. En
el Liceo Raúl Cuenca, de Ciudad Ojeda logre una cartera de clientes que me
hicieron perder el año escolar, era escribir y escribir.
Son letras, para el
canto y el sonido de las chicharras al entrar el invierno.
Aprendí wayuu y
francés, de tanto oír a los sirios en Valencia, aprendí algo de su idioma. Es
un grupo cerrado y hermético, pocos dados al diálogo, la guayanesa Sadday junto
a su hija colocaba su negocio frente a un comercio sirio y en las tardes, por
lo menos treinta de ellos, se reunían en grupo para conversar y tomar te con
galletas.
La frontera, siempre
será frontera, este abierta o cerrada, son la misma gente, grupos familiares
que se interconectan en un espacio territorial. Desde Caja Seca, Bobures, Caño
de Agua y Zancudo hasta el Puerto de Santander es la misma familia
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