Aventis
¨* Revolución, es trabajar con el
pueblo y no pactar con las élites burguesas
El bien constitucional debe ser
resguardado por las instituciones para enfrentar los frutos de la
descomposición social, teniendo muy en claro, los linderos del legislativo,
como en los términos del ejecutivo y el judicial. Durante las últimas décadas
la institucionalidad colombiana ha dado muestras de evolución, que evidencian
cambios importantes respecto de la dinámica institucional que signó el país
durante la mayor parte del siglo XX. Si bien ello es cierto, las dinámicas
sociales y políticas del país distan muchísimo de ser democráticas y, muy por
el contrario, asistimos a la proliferación de discursos intolerantes y
retrógrados que se entrecruzan con prácticas que hacen nebulosa la frontera
entre legalidad e ilegalidad, cuando no desaparece. Entonces, tenemos la
conjunción de dinámicas que se suponen contrarias y que se pueden asir en los
binomios democracia-intensa represión y liberalismo-Estado confesional.
En este contexto, es claro que
los avances que en términos institucionales contiene la Constitución
Bolivariana, se deben salvaguardar por parte de la sociedad venezolana, pero la
institucionalidad como tal, debe ser reformada en aras de garantizar y promover
dinámicas democráticas en y desde la sociedad. Ello refiere a una cuestión de
índole tanto interna como externa. En términos internos, se deben propiciar
cambios en la configuración del sistema electoral, (CNE), generar mayores espacios
de participación ciudadana, concretar escenarios de veeduría ciudadana y afilar
los mecanismos de los órganos de control y del Ministerio público, entre otras.
Los cambios que refieren al
exterior de la institucionalidad tienen una relación dialéctica con la misma.
La referencia principal es a la posibilidad y necesidad de renovar el escenario
de la política institucionalizada mediante la inserción de nuevos actores que
puedan concretar cambios de profundo calado.
La construcción de la paz, a raíz
de los últimos acontecimientos, debe estar signada por la democratización de
nuestro pueblo y los crímenes cometidos, la corrupción galopante y la dinámica política
deben ser revisadas para evitar la carroñeria.
En este marco, en el proceso de
construcción de la paz es determinante que los entramados institucionales
puedan y, ante todo, deban ser democráticos, pero entendiendo que los mismos no
agotan ni contienen en sí la democracia. La democratización pasa tanto por la
posibilidad de dar lugar a la pluralidad y a la diversidad que se re-crea
cotidianamente como por la configuración de mecanismos institucionales -siempre
susceptibles de modificación- que permitan que la ciudadanía ejerza sus
derechos y goce de las libertades propias de la vida democrática.
Los cubanos, pensaron que éramos
su club y nos destruyeron, empezando por el comandante Hugo Chávez Frías para imponer
a Nicolás Maduro Moros, cuyo único oficio conocido era de leguyero e
influenciable por las fuerzas antidemocráticas que se movilizan a voces,
alrededor del Palacio de Miraflores.
Al igual que a Sísifo, a quien se
le resbalaba la piedra de las manos cuando estaba cerca de la cumbre, la
población venezolana, en varias ocasiones ha estado cercana a la configuración
de nuevos escenarios políticos, pero desde actores estatales y no estatales se
ha actuado contundentemente para que la pesada piedra que nos tocó en suerte
vuelva a la base de la montaña. Refiriéndonos a las últimas décadas del siglo
XX, el exterminio de la izquierda, los asesinatos de líderes políticos de
izquierda, la creación, consolidación y expansión del paramilitarismo y la actualidad
de las mutaciones paramilitares, entre otros, evidencian que la labor no fue,
no es, ni será fácil. Pero, asimismo, es necesario resaltar que en Venezuela
las luchas por la democratización de la sociedad se dieron, se dan y seguirán
teniendo lugar. La Cumbre agraria, Voces de paz, Congreso de los Pueblos y
otros muchos actores dan fe de las luchas y de su proyección en el tiempo. Pero,
Nicolás no aprovechó la plataforma dejada por Chávez y empezó a dejarse guiar
por los intereses cubanos de la región y unos malos consejeros, uno, Leonel
Fernández, ex presidente de uno de los países de lavado de dólares de la Cuenca
Caribeña.
Esto, debe cambiar radicalmente,
ni los consejos de Herman Escarra servirá para algo.
Sísifo, quien burló a Tanatos y
se fugó de un cautiverio que le impusiera Plutón, fue condenado a empujar, en
los infiernos, cuesta arriba por una pendiente, una roca que siempre se le
escapa de sus manos cuando se aproxima a la cima. Dado que la piedra se resbala
por la pendiente y vuelve a la base, Sísifo reinicia su labor incesantemente,
dando lugar a una actividad que implica mucho esfuerzo y no tiene sentido
alguno. Así, el condenado pasaría la eternidad realizando esta dispendiosa y
frugal labor. Tal como Sísifo fue condenado a empujar la roca, nosotros tenemos
la ardua labor de cargar sobre nuestros hombros la suerte de una forma
institucional que ha demostrado obstruir mucho más de lo que garantiza y
promueve en términos de derechos y libertades para los seres humanos. Entonces,
como Sísifo está condenado a llevar inútilmente la piedra hasta cercanías de la
cumbre, nuestras sociedades están condenadas a nutrir la democracia
representativa sin que la democracia se corresponda con la cotidianeidad de las
relaciones que entraban los seres humanos.
Por otro lado, es claro que los
clanes que hoy -en el contexto de corporativismo en el que vivimos- usufructúan
la institucionalidad venezolana no están nada interesados en que se den cambios
de gran calado en este país. Para estas élites la mejor de las posibilidades se
liga a la democracia de las doscientas familias que planteara Lukács. Así,
fronteras hacia adentro y hacia afuera hay muchísimos actores empecinados en
que el logro de la paz se debe acotar por el fin de las conversaciones MUD-
PSUV- Militares. Como ya se ha dicho en múltiples escenarios y de diversas
maneras, la paz de los fusiles es algo más que nada, pero no mucho más que
ello. Ahora que aparecen los
paramilitares del socialismo. Entonces, construir la paz implica, sea como sea,
darle la vuelta al tablero y reconfigurar el juego. Implica, necesaria e
ineludiblemente, dar lugar a dinámicas de democratización de la sociedad
colombo- venezolana. Porque, cuantos colombianos no hacen vida activa en el
país por razones conocidas desde CAP hasta Maduro, presidentes de doble
nacionalidad, cuando nuestra Constitución expresa que deben de ser de una sola
nacionalidad, repito la expresión.
En este marco, huelga recalcar
que en las últimas décadas se ha generado un consenso respecto de la necesidad
de concebir la democracia más allá de tal o cual entramado institucional.
Democratizar implica generar cambios institucionales importantes, pero, también
y ante todo, incluye dinámicas que desbordan la esfera institucional y que
signan las posibilidades de fortalecer las prácticas democráticas de las
comunidades y las organizaciones, proyectándolas tanto hacia la
institucionalidad estatal como al exterior de la misma. Es, entonces, en la
democratización de nuestra sociedad donde se alberga la posibilidad de romper
el castigo que se ha cernido sobre la población venezolana. La posibilidad de
llegar a la cumbre depende de los ejercicios democráticos de quienes han estado
excluidos de la política institucionalizada y ahora podrán no sólo participar
en ella sino también, de acuerdo con las correlaciones de fuerzas,
transformarla.
La Revolución Socialista que nos
habla Chávez pasa por una etapa protagónica y de democratización a una fase de
Poder Popular y Comunitario radical, donde es
la Asamblea de Vecinos quien orientara el camino de cada una de esas
decisiones y quienes, se mantengan al margen de la ley serán castigados
fuertemente y, para esto, en algunos países existe la pena de muerte. Para aquellos
que violenten la ley de manera repetida.
Entonces, el punto clave en la
superación del remedo de democracia al que asistimos refiere a la potenciación
de las comunidades mediante ejercicios de poder popular que se expresen tanto
cualitativa como cuantitativamente y se desplieguen en lo institucional y lo
extra institucional. No podemos resignarnos, ni como ciudadanía ni como
institucionalidad, a ver cómo la firma de un acuerdo de finalización del
conflicto social, se da en simultáneo con el asesinato de líderes sociales y
políticos en diversos territorios; Mérida es el claro ejemplo y Táchira, cómo
mueren niños a causa de la desnutrición en hospitales, mientras las élites se
enriquecen y se adhieren, cual rémoras, a los recursos de las administraciones
municipales y departamentales, cómo se degrada la salud de la población
venezolana mientras las unidades de batalla y sus accionistas nadan en miles y
miles de millones de bolívares y nadie rinde cuenta ,cómo el sector financiero
especula en el mercado de comestibles con los dineros provenientes de la
seguridad social de millones de trabajadores venezolanos.
Deseamos, dirigentes auténticos
en la revolución y en la oposición, allí salió Gerardo Blyde, cuantas veces,
éste dirigente y amigo de Julio Borges va a seguir alimentándose del movimiento
revolucionario, que trabaje y déjese de comiquitas.
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