La Tecla Fértil
Las empresas mediáticas en América Latina,
contratadas por EE.UU, México, Rusia, Brasil, Colombia y Argentina vienen
reproduciendo con ligerezas un conjunto de mensajes que buscan provocar una
crisis dela izquierda Latinoamérica y, esto se explica porque se busca un
retorno al modelo neoliberal y fortalecer el Capitalismo Rentista, abriendo los
canales del mundo financiero, de esta manera, se lograría un debacle ético en
Bolivia y Venezuela para hacerlos pasar luego por períodos complicados y desconocer
de una manera definitiva los avances conseguidos por las administraciones de
Evo Morales y Nicolás Maduro Moros, aunque, el fenómeno de la corrupción en mi
país por parte del ala militar y PNB es muy significativo y viene originando
problemas de seguridad, pobreza e incertidumbre en todos los niveles de la vida
social venezolana.
En las actuales circunstancias, dos gobiernos de
izquierda pasan por momentos delicados. Por una parte, Brasil con el inicio y
finalización del impeachment en contra de la presidenta Dilma Rousseff
que termino con su destitución, en un
caso que no es del todo claro y que luce más como un ajuste de cuentas y, por
otra parte, la situación acaecida en Venezuela donde la oposición ha iniciado
una agresiva campaña para destituir al presidente Nicolás Maduro, propuesta que
ha recibido eco en diversos sectores como el del ex presidente de Colombia
Álvaro Uribe y José Manuel Santos, quien ha llamado a un “golpe democrático” en
contra del gobierno.
El caso brasilero se inició después de las
protestas por parte de un sector de la población que se quejaba de los
continuos casos de corrupción, siendo uno de los más emblemáticos el de
Petrobras en donde, dicho sea de paso, no se ha podido comprobar que la
presidenta investigada haya tenido relación alguna. La iniciativa de juicio
político en contra de Dilma Rousseff está llena de irregularidades y oculta
intereses específicos por parte de algunos diputados que pretenden ocultar su
responsabilidad en casos de corrupción. Así, el ex presidente de la Cámara,
Eduardo Cunha, quien fue acusado de apropiación indebida de fondos y no recibió
el apoyo del Partido de los Trabajadores (colectividad de la presidenta
Rousseff), decidió emprender un acto de venganza en contra de la primera
mandataria, logrando que la mayoría del poder legislativo brasilero apoyara su
decisión.
El problema visible es que Eduardo Cunha es el
tercero en la línea de sucesión a la presidencia en caso de que se compruebe la
responsabilidad del actual mandatario (y vicepresidente de Rousseff), Michel
Temer, en casos de corrupción. De acuerdo con las investigaciones realizadas,
Cunha tiene cuentas bancarias en Suiza lo que es difícil de concebir debido a
que no tiene negocios privados. Además, existen informes del gobierno que
demuestran la cantidad que ha recibido en sobornos y comisiones ilegales,
cifras que superan los cinco millones de dólares. Por esta razón, el objetivo
del juicio político en contra de Dilma Rousseff es promover la protección de
políticos corruptos que, no es sorpresa, respaldan la vuelta del modelo
neoliberal a Brasil
Esto quiere decir que las personas que están detrás
del impeachment en contra de la presidenta (en particular Eduardo Cunha)
tienen grandes intereses en blindarse jurídica y políticamente de las
investigaciones que habían iniciado en su contra.
La realidad es que no son claras las razones por
las cuales inició el proceso en contra de Rousseff. Lo cierto es que su
inculpación no tiene nada que ver con los casos de corrupción que han salpicado
a Brasil en los últimos años, particularmente el asunto de Petrobras. La
acusación central contra la mandataria en el Congreso es que violó las normas
fiscales, maquillando el déficit presupuestal de la nación. Sin embargo, esta
práctica fue común no sólo en las anteriores presidencias en Brasil, sino que
es una acción recurrente en muchos países del mundo y en ninguno de los casos
existió un juicio político, por lo que se ha hablado, con razón, de un “golpe
de Estado sin fusiles”.
Esta situación comprueba que la ex primera
mandataria de los brasileros es inocente, respecto a todas las acusaciones y
que su salida del poder tiene claras motivaciones de determinados sectores
políticos,
Lamentablemente el que viene sufriendo con
todos los escándalos y principalmente con la destitución de la ex presidenta,
es el pueblo brasilero. Después de todas las conquistas sociales fruto de los
gobiernos de izquierda, hay desmantelamiento de programas que beneficiaban
directamente a la población. Sin darse cuenta, a través de sus representantes,
el pueblo de Brasil ha entronado a una clase política corrupta en las figuras
de Michel Temer y Eduardo Cunha que no sólo continuarán blindándose de las
acusaciones, sino que vienen emprendiendo un camino que ha profundizado la
influencia de Estados Unidos y el recrudecimiento de las desigualdades en el
país más poblado de América Latina.
Por otra parte, el caso venezolano presenta
particularidades más agudas debido a la crisis política y social que sacude a
la nación Bolivariana, que en todo caso es presentada por los medios
internacionales como catastrófica y definitiva, cuando en realidad varias
naciones latinoamericanas han pasado por situaciones similares en algún momento
de la historia. Es claro que el gobierno del presidente Maduro enfrenta un duro
tiempo, pero eso no justifica, bajo ninguna circunstancia, un golpe de Estado
como lo están promoviendo algunos sectores de la oposición y miembros de
partidos de derecha en América Latina.
Exigir un “golpe democrático” como ha fustigado el
ex presidente colombiano Álvaro Uribe es desconocer la autoderminación de los
pueblos y el reconocimiento de un gobierno elegido por las urnas, y a la vez es
iniciar una cruzada por la violencia que desconoce la actitud de diálogo y
concertación a la que ha invitado el presidente Maduro. Pedir la destitución
del primer mandatario, es desconocer la situación que se vive en Venezuela y es
anular otro tipo de soluciones más democráticas e incluyentes. No se actuó con
tiempo en contra de los Bachaqueros y
quienes promueven la corrupción y el delito desde las instituciones públicas y
de todo es conocido, los niveles de sustracción y delitos que mantienen los
cuerpos de seguridad y militar en relación con el sistema agroalimentario
venezolano.
No obstante, es claro que para el gobierno de los
Estados Unidos lo más práctico es la salida del presidente Nicolás Maduro del
palacio de Miraflores a través de una estrategia integral que contemple la
manipulación mediática e ideológica de la población, haciendo que Estados
Unidos sea presentado como el país “liberador”, mientras se pone en marcha un
plan de influencia territorial que ha iniciado ya con el sobrevuelo de aviones
norteamericanos en Venezuela.
Ahora bien, sin desconocer los problemas que
ocurren en Venezuela (que son, sin embargo, sobredimensionados por la prensa
internacional), la realidad es que existe una suerte de memoria selectiva para
categorizar lo que es urgente y lo que no. ¿Qué Estado en el sistema
internacional no tiene problemas? Sin lugar a dudas hasta los países
considerados como “desarrollados” poseen cuestiones sociales que deben
solucionarse, por lo que el caso de Venezuela es uno más dentro de una amplia
gama. Empero, para los Estados Unidos y las élites políticas de derecha en
América Latina, el problema reside en los supuestos malos manejos de las
administraciones de izquierda.
Pero la verdad es que el movimiento progresista en
Latinoamérica ha dejado un legado imborrable al ajustar de manera notable los
índices de desigualdad y pobreza que habían sido resultado de la aplicación de
modelos económicos que sólo beneficiaban al sector privado. ¿Qué decir de los
dictadores que fueron abiertamente apoyados por Estados Unidos? El caso de
Manuel Antonio Noguera en Panamá, Augusto Pinochet en Chile, Fulgencio Batista
en Cuba, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominica, sólo por mencionar
algunos ejemplos, evidencian que el gobierno de Estados Unidos apoya a cruentos
dictadores y persigue exclusivamente a aquellas administraciones que, con
valentía y poder soberano, deciden contravenir sus principios. Por esa razón,
la persecución violenta al gobierno venezolano es el resultado de la aplicación
de una política hipócrita y ambivalente que sólo se dirige en contra de
determinados gobiernos.
Nuevamente como en el caso de Brasil, el
sufrimiento recae sobre la población que es la directamente afectada si llegara
a prosperar un golpe de Estado en contra del presidente Nicolás Maduro. En
efecto, en los primeros meses se observaría con aparente esperanza un cambio de
gobierno, pero pasados los años se verá que la política social implementada por
los gobiernos de izquierda irá paulatinamente desapareciendo, hecho que
generará mayores crisis y profundizará la desigualdad en el continente.
Pero, hay un lamento. El Psuv, partido de gobierno,
nunca ha querido sincerarse y tiene el control del Estado y, la mayoría de los
venezolanos conocemos sus consecuencias, pero, urgentemente tenemos que ir a
una economía productiva, participativa e ir a unas elecciones de gobernadores y
alcaldes y luego a una Constituyente para refundar el Estado Bolivariano de
Venezuela.
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