Fuente Literaria. /Relatos
de Ciencia- Ficción. 1. 8
Los moradores de ese
lugar, buscaban afanosamente sus elementos y, comían larvas y alrededor de
ellos se percibían los fantasmas y espectros, al otro lado del planetoide
habitaban los espíritus desencarnados y cascarones con vida que flotaban en el
mar. Alrededor de la nave, las sombras pasaban a cada momento, para dominar
nuestra conciencia, pero, a pesar de la oscuridad reinante, había una luz que
nos cubría dada por Jehová. En realidad, todos los cuerpos son fantasmas porque
es el espectro de lo real, somos el reflejo de una vida. Hay un cuerpo etéreo,
uno astral y, por último, un cuerpo mental. En este sistema solar, estos
cuerpos físicos son abandonados, primero los más densos, como las telas de una
cebolla. Cuando son arrojados fuera de la mónada espiritual, cada uno de estos
desechos, flota en su propia esencia o existencia, durante un tiempo
considerable, antes de desintegrarse completamente, en estas esencias de la
naturaleza, viven también seres que se visten con esos cuerpos que se disuelven
lentamente, estos disfrazados son generalmente los elementales del éter.
Los fantasmas que se ven,
son generalmente cuerpos etéreos de los cuales huyo la conciencia espiritual y,
que ora son arrastrados ante los ojos de los hombres. como los restos de un
naufragio que flota en el mar, animados en parte por las sustancias sutiles de
los éteres, ora son vitalizados (a veces humanizados) por una inteligencia de
uno de estos planos sutiles. Manly Palmer Hall – Fuerzas Invisibles 18 La gente
dice: “La visión que vi no era un cadáver que flotaba; se movía, levantaba las
manos, me miraba”. No comprenden que esa masa de protoplasma etéreo que se
arrastra, que se mueve está flotando en la superficie y en medio de un mar de
éter. Si alguien pudiera caminar en el fondo del océano y ver las ondulantes
ramas de las algas destacarse vagamente en la pálida luz verde, vería una
sustancia que en sí misma es incapaz de locomoción o animación más allá del
principio vital de propagación. Esta sustancia ondula y se mueve, se retuerce y
gira como si estuviese viva. Largas guedejas de algas, que se parecen al cuerpo
de una boa, hacen ondular sus sinuosas ramas, de la misma manera que los
fantasmas que aparecen de noche señalan con el dedo o fijan su ojo vidrioso
hacia la víctima que los contempla.
Allí ve esas formas
cubiertas de flotantes ropajes hechos con los sutiles átomos de ese mundo,
hirviente y retorcido. Formas dantescas, en infinitas nubes. Millones de estas
formas se extienden tan lejos como puede alcanzar la vista, flotando en grupos
o en líneas ondulantes en el mar de éter donde se conservan. En la interminable
marcha del tiempo, poco a poco se desvanecen, por cuanto los átomos vuelven al
mundo etéreo de la misma manera que los átomos físicos vuelven al polvo. Así
como los átomos físicos se incorporan otra vez en los siempre cambiantes
cuerpos, y lo que constituía el cuerpo de un hombre puede aparecer en el
organismo de una planta o un animal, el éter que había sido atraído por los
centros de conciencia etérea para construir un cuerpo, cuando lo dispersa el
tiempo, finalmente se une en nuevas formas. Las partículas del cuerpo etérico
del hombre están hechas con los átomos que se desintegran de los millones de
fantasmas que han estado flotando en los éteres desde que empezó la eternidad.
A este mar de éter ha de volver cuando hayan terminado su trabajo, y cuando las
impresiones que el hombre ha implantado en él, y que son necesarios para el
progreso de su alma, hayan sido extraídas e incorporadas a sus vehículos más
elevados. Manly Palmer Hall – Fuerzas Invisibles 19 El hombre tiene un cuerpo
relacionado con cada uno de los reinos de la Naturaleza que luego se combinan
en la cuádruple conciencia. Toda la gama de su expresión - tal como se
manifiesta por medio de la forma, desarrollo, movimiento y pensamiento - es
inspirada por un organismo completo, que en el hombre se llama cuerpo, y en el
Hombre Universal un plano de la Naturaleza. Cada uno de estos cuerpos actúa en
su despectivo nivel. El hombre nace en cada uno de estos planos a medida que el
átomo sutrátmico desciende y, por la ley de atracción, polariza un cuerpo. Este
cuerpo crece de una manera natural y progresiva. Luego, cuando fallece, muda
sus vehículos en el estado de desencarnación, desechando cada uno de estos
cuerpos hasta que sólo queda el átomo gonádico en el plano Arupa. Estos cuerpos
desechados se convierten entonces en los fantasmas o cascarones del mundo
superfísico, de la misma manera que el cuerpo físico, cuando el ego espiritual
ha desaparecido, se transforma en una cosa carente de vida, conservando la
forma de una criatura viviente, pero desprovista de conciencia o inteligencia.
En la antigüedad este proceso tenía como símbolo a la Luna, la que en verdad es
un fantasma, por cuanto su inteligencia se reencarnó en la tierra. Es un cuerpo
muerto, desprovisto de vida, impulsado por el poder del gran desintegrador de
la Naturaleza, el Señor de los Fantasmas o Espectros; en otras palabras, el
Regente de la Luna. Volviendo al mismo tema, hay una conciencia espiritual
ligada a la tierra que a veces visita a los seres vivientes, pero en este caso
lo hace generalmente por medio del cuerpo astral más inferior.
En la antigüedad este
proceso tenía como símbolo a la Luna, la que en verdad es un fantasma, por
cuanto su inteligencia se reencarnó en la tierra. Es un cuerpo muerto,
desprovisto de vida, impulsado por el poder del gran desintegrador de la
Naturaleza, el Señor de los Fantasmas o Espectros; en otras palabras, el
Regente de la Luna. Volviendo al mismo tema, hay una conciencia espiritual
ligada a la tierra que a veces visita a los seres vivientes, pero en este caso
lo hace generalmente por medio del cuerpo astral más inferior. En consecuencia,
nunca se la puede ver a menos que el individuo esté parcialmente dormido. Las
personas que han visto estos espectros siempre afirman por todos los santos que
estaban completamente despiertas. La conciencia está completamente despierta,
pero actúa en ese momento en el cuerpo astral más inferior. De ahí que el
cuerpo físico no se mueva en todo el tiempo de la visión. La persona no puede
levantarse y aproximarse al espectro. Piensan y están vivos y despiertos, pero
es siempre un estado semejante al ensueño en el que están parcialmente bajo el
imperio del sueño. En ese momento, el cuerpo físico está descansando, y las
cualidades físicas más inferiores no se interponen ni se expresan en forma
alguna. Entonces mucha gente se vuelve ligeramente clarividente y ve los
fantasmas y espectros en este mundo.
El espectro por lo general adopta una forma de
un color grisáceo, cubierta por una vestidura oscura, y rodeado por una luz de
un gris azulado. Luego de haber estado la persona desencarnada algunos años
alejada del plano físico la parte inferior de su cuerpo se convierte en un
colgajo y finalmente desaparece, por cuanto en el plano astral más elevado
conserva sólo la conciencia de la cara. Estos espectros aparecen generalmente
debido a que están ligados a la tierra por fuertes ataduras, tal como los celos
y el daño que causaron. Un amor o un odio muy grande también los atrae. Por lo
tanto, el avaro vuelve a su tesoro llevado por la codicia. Estas formas
fantasmales son las que con su presencia llenan los antiguos castillos, como el
hermoso fantasma de Hampton Court. Una vez que están libres de los
remordimientos de su conciencia o de alguna obra que dejaron sin terminar, estos
espectros desaparecen porque la conciencia se desvanece con el cuerpo astral, y
este cuerpo se convierte meramente en un cascarón. A menudo el cascarón es
animado por los elementales que siguen frecuentando los lugares donde iba antes
el espíritu. Un gran porcentaje de las visiones vistas por los médiums son
meramente estos cascarones etéreos vitalizados por un elemental de los mundos
astral o etérico.
Las ligaduras que atan a la tierra, tal como
los conceptos mezquinos, la ignorancia, propósitos dirigidos hacia una sola
finalidad, o actitudes similares se hallan en muchos ejemplos. Muchos meses
después del cese de las hostilidades de la última guerra mundial, los soldados
de ambos bandos que habían muerto en la lucha, se levantaban de los campos de
batalla y combatían en los éteres, completamente inconscientes del hecho de
estar muertos Se herían y mataban unos a otros, maldecían y proferían
palabrotas, y vivían otra vez entre las explosiones de los proyectiles como en
el pasado. Otros vagabundean entre los bosques de cruces de los cementerios de
Europa, preguntándose muchos años después de su muerte qué les sucedió. El mar
está poblado de buques fantasmas cuyas tripulaciones, muertas desde hace mucho,
siguen navegando hacia el puerto al que nunca pudieron llegar cuando vivían. A
bordo de los antiguos galeones del plano etéreo, el viejo bucanero español
todavía sigue contando su oro, atado por la ligadura de la materialidad y el
egoísmo al mundo del cual ya no forma parte. El fumadero de opio sigue
frecuentado por los espíritus de los que murieron esclavos de la maldición de
este vicio, y que vuelven para inhalar el malsano humo y regocijarse en su
desdicha. Como grandes vampiros, buscan gozar otra vez las pasiones de su
antigua vida terrenal apoderándose de la mente y el alma de los vivientes y
obsesionándolos con sus insatisfechos deseos. Todos estos hechos nos enseñan
una importante lección. La respuesta al problema de los que siguen atados a la
tierra presenta dos reglas principales la vida honrada y el desapego. Los que
han cumplido su deber en este mundo no tienen que preocuparse en volver y pedir
perdón, ni tienen que seguir los pasos de las personas a quienes hicieron daño,
esperando la liberación. Los que no tienen apego a las cosas de este mundo van
a cumplir el cometido que les confía su Maestro en otros mundos.
Otra vez, si la gente de
este mundo pudiera, en espíritu y en verdad, liberar a los muertos, no estarían
rodeados de espectros que se lamentan y ruegan, mantenidos por una fuerza que
no está a su alcance comprender. Cuando lloramos por los muertos, cuando
deseamos que retornen a este mundo, los arrancamos del cometido que les confió
su Maestro y nos rodeamos de fantasmas que nunca más regresarán a la vida, pero
a quienes mantenemos aquí e impedimos que cumplan su deber. Esos cascarones que
flotan en el éter y las regiones inferiores del plano astral, son tan incapaces
de ayudarnos y guiarnos en la búsqueda de nuestra salvación como lo es un
cadáver de salvarnos en este mundo. Estos cascarones son las cosas que más a
menudo se ven en las visiones. Están obsesionados por los más bajos elementales
y las larvas del plano astral más inferior.
Hacen mover las mesas y las sillas, realizan
materializaciones y pintan cuadros, y el hombre en su imbecilidad hace dioses
de entes que no son siquiera humanos. Que el estudioso investigue esos mundos
por su propio placer; o si es incapaz de investigarlos, que aprenda la gran
verdad de que el hombre no debe rendir homenaje a lo que no conoce. Solamente a
su Dios debe rendir el homenaje que el despertar de su conciencia le indica que
éste merece. Solamente con una conciencia perfecta vendrá una comprensión
perfecta y una perfecta cooperación con el obrar de la Naturaleza. Los
fantasmas de los viejos cementerios y los espectros de los sueños deben volver
a los planos de donde han venido, donde flotarán como desechos hasta que la
eternidad termine de disolverlos; ya que, los vehículos de conciencia del
espíritu, han de ser liberados para aprender las lecciones del nuevo mundo
donde vive. Allá, sin sufrir la influencia de las emociones humanas, absorberá
los frutos de sus respectivos cuerpos y con ellos constituirá una historia-
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