La
Tecla Fértil
En
estos días, algunos gobiernos federales empiezan a desplegar informaciones
aclaradas sobre hechos importantes, como fundamentales de esos respectivos
Estados, son documentos que se liberan para descubrir la verdad y como se
suceden las operaciones internas de los cuerpos de seguridad, como gendarmería.
El caso Kennedy y su hermano, es uno de ellos. Estas determinaciones de algunos
presidentes para adentrarse al populismo nos permiten fraguar en nuevas
realidades políticas que, vienen haciéndose efectiva en el tiempo.
Las
empresas líderes, en conglomerados urbanos como México y Venezuela, son motivos
de atención jurídica para ejecutar un conjunto de asignaciones que le den
viabilidad a los contenidos y relaciones institucionales para luego, darles
información a los ciudadanos, sobre las fuentes informativas.
El
eje asiático y EEUU, desean sumarse las reservas federales de México. Como
también su línea de crédito hacia Brasil. En términos lineales, esto, significa
un gran impacto anual al fisco nacional, expresado en rubros, yuanes y dólares,
teniendo en cuenta, las tasas impositivas de Estados Unidos y los recortes
propuestos a las repúblicas a nivel internacional, como es el caso de
Argentina, Perú, Honduras, Nicaragua y Brasil para evitar devaluaciones
acumuladas por el desorden en su estructura financiera en el mercado global,
por las indefiniciones de su ejercicio político.
El
mercado intercambiario, asume nuevas propuestas con sus implicaciones y
observamos el efecto del dólar sobre el bolívar fuerte y el peso mexicano, con
sus implicaciones en el trayecto financiero hasta llegar los productos a nivel
del consumidor.
Como
aquí le hemos dicho, no hay que alarmarse por las variaciones del peso frente
al dólar. Como el bolívar fuerte, hay un sistema diseñado, para que los cambios
en la expectativa se reflejen en la paridad y no en la actividad económica o el
empleo, y viene funcionado bien. El problema es el mercado especulativo y
bachaqueril en la estructura del mercado.
Para
ganar una elección, hoy en día, los medios masivos no reflejan una realidad,
hay que identificarlas islas virtuales en la que viven los electores, sus nidos
de participación social, para atender sus intereses y ofrecerles lo que quieren.
Puede, incluso inventar eventos que le permitan hacerse popular en esas islas,
ampliando sus miedos o favoreciendo sus pasiones. Si, en cambio, quiere usted
gobernar, no se aleje demasiado de los medios masivos en las redes sociales, y
trate de tener soluciones a los problemas de la nación o locales.
Donald
Trump ganó la elección estadounidense inventando información que diseminó a
través de las redes sociales, en las que ya había identificado las islas,
provocando un miedo mayor a migrantes, al comercio exterior y al terrorismo.
Pero lo hizo rompiendo con buena parte de los medios y sin tener respuestas a
los verdaderos problemas de Estados Unidos. No ha podido gobernar. Bernie Sanders y Jeremy Corbin han
identificado también a sus islas, y les prometen lo que ellas quieren. No han
tenido necesidad de gobernar, por eso siguen siendo populares. Macron supo
fingir que venía de fuera, lo suficiente para ganar, como acaba de hacerlo Kurz
en Austria. El primero se jugará su futuro en mano a mano con los sindicatos, el
segundo, con los racistas. Aunque ya es muy evidente la gran transformación en
la dinámica electoral en todo el mundo occidental, no entendemos todavía en qué
dirección se mueve la dinámica de gobierno. Los dos primeros grandes eventos,
Brexit y Trump, se han convertido en un pantano. Los eventos de este año son
aún más difíciles de evaluar en el gobierno.
En
América Latina, sin embargo, no es tan claro que la transformación sea
hegemónica. En el último año y medio, las elecciones parecen responder más al
rechazo al experimento bolivariano (como apenas en Argentina), aunque se
percibe ya la dinámica de islas que hemos comentado. México, a caballo entre
Occidente y América Latina, será un indicador interesante.
Ya no vivimos en un mundo masivo, aunque vea usted tantas personas a su alrededor. Ahora, cada uno de ellos tiene poder de decisión, no sólo para comprar lo que le venden, sino para obligar a los vendedores a ofrecer lo que él o ella quiere.

Es una profunda revolución, y como todas, se llevará a quien no la entienda, y luego devorará a sus hijos. El siglo XX fue el siglo masivo. Nunca antes los seres humanos pudimos producir tanto, para tantos. Comida, ropa, electrodomésticos, automóviles, paulatinamente fueron llegando a más personas. Más de los que nunca antes habían existido. En 1820 había mil millones de seres humanos, 95 por ciento de ellos en pobreza extrema, con la referencia actual. Hoy somos más de siete mil millones, y menos del 10 por ciento se encuentra en esa terrible situación. Los demás tienen comida y ropa, una casa con piso firme y acceso a agua. Más de la mitad tiene medio de transporte, muchos de ellos automóviles. Un mayor porcentaje cuenta con lavadora de ropa, y uno aún mayor con refrigerador. Todo eso se produjo en el siglo masivo.
Pero no sólo fue masivo el siglo XX en producción. También lo fue en información. Los medios audiovisuales permitieron a todos los seres humanos enterarse de lo que ocurría en lugares que no imaginaban, a personas que no sabían que existían. La forma de vida de los estadounidenses se convirtió en una referencia en América Latina, y en una curiosidad en Europa. La forma de vida europea se convirtió en una aspiración en África y Medio Oriente. Y ambas produjeron también amplio rechazo, contrarias como eran a las tradiciones de esos lugares.
Finalmente, el siglo XX también hizo masiva la democracia. La franquicia incluyó a todos, a partir de cierta edad (bastante reducida), en todo Occidente. En otras partes, los gobiernos autoritarios no han dejado de existir, pero la presión pública ha sido creciente.
Le
recuerdo que una de las razones fundamentales por las que México no ha salido
de la trampa del ingreso medio es la existencia de capitalismo de compadrazgo,
es decir, de reglas construidas desde el gobierno para extraer dinero de los
consumidores en beneficio de los políticos y sus amigos. Amigos concesionarios
y amigos comentaristas, en este caso. esta semana la dedicamos a los cuentos. A
su importancia como guías de la vida social de los seres humanos. Si usted ha
hecho favor de seguir Fuera de la Caja desde el lunes, vimos el caso específico
del referéndum catalán, de donde partimos para analizar la importancia de las
narrativas en la manera como los seres humanos construimos nuestras sociedades,
el cómo eso determina las posibilidades de las mismas, y regresamos al momento
actual, en el que todo indica que hemos perdido la lógica de la narración para
hundirnos en la cacofonía plena de las redes sociales. Frente a ello, parecería
que lo único que tenemos enfrente es el apocalipsis del deterioro. Suena
lógico, considerando el gran esfuerzo que han hecho los académicos por destruir
a la razón y reemplazarla por el relativismo en el que todo vale lo mismo, cuya
conclusión evidente es la definición por identidad que hoy está tan de moda:
usted no es sino una combinación de su color de piel, género, edad y ocupación.
Y ciertas combinaciones no merecen siquiera el derecho a hablar, como se ha
visto en universidades estadounidenses en los últimos meses.
Uno
de los grandes grupos que participa hoy de la vida pública es precisamente el
de los jóvenes urbanos, con estudios universitarios y poca religiosidad. Este
grupo se mueve de una recuperación absurda del izquierdismo a la identificación
identitaria comentada. Son producto de una generación de profesores-activistas,
educados a su vez en el posmodernismo, que no eran suficientemente adultos en
1968 y buscan reeditar la revolución en su quinta década de vida. En Estados
Unidos, este grupo fue aprovechado por Bernie Sanders, y en Reino Unido por
Jeremy Corbin. Aun sumando el viejo sindicalismo y la burocracia gubernamental,
no les ha alcanzado para ganar.
En el otro extremo están los viejos (mayores de 40 años), que viven en pequeñas ciudades y pueblos, con poca educación y mucha religiosidad, que han sido el respaldo electoral de Donald Trump, Marine Le Pen, el Brexit, e incluso la Alternativa por Alemania. Es un grupo con miedo, especialmente a la migración, de personas que posiblemente no tienen problemas económicos, pero sí una sensación creciente de abandono.
En el otro extremo están los viejos (mayores de 40 años), que viven en pequeñas ciudades y pueblos, con poca educación y mucha religiosidad, que han sido el respaldo electoral de Donald Trump, Marine Le Pen, el Brexit, e incluso la Alternativa por Alemania. Es un grupo con miedo, especialmente a la migración, de personas que posiblemente no tienen problemas económicos, pero sí una sensación creciente de abandono.
Entre
esos dos grupos parece estar la disputa narrativa, porque los primeros rebotan
con facilidad en medios 'liberales' (como dicen en Estados Unidos), mientras
los segundos reciben respaldo de los 'conservadores'. Sumado a su presencia en
redes, parecería que todo se decide entre ellos. Pero no es así. Tanto Trump
como Brexit ganaron por muy poco, mientras Le Pen y Melenchón ni se acercaron.
Es cierto que Merkel ganó con menos porcentaje de votos, pero aun ampliamente.
Es decir, existe un grupo muy grande de votantes que no se ha decantado ni por
los jóvenes identitarios ni por los viejos xenófobos. En ese gran grupo hay
jóvenes y mayores, con estudios y sin ellos, en ciudades grandes y medianas,
que ya no responden a la vieja discusión de izquierda y derecha, pero tampoco a
la oferta de identidades y migrantes. Ese grupo, que no tiene una sola posición
política, es el que está esperando una narrativa coherente con su realidad
actual. Esa narrativa no va a salir ni de universidades ni de medios. Pero
tampoco en las otras épocas ocurrió algo parecido. Las universidades no fueron
relevantes en la transformación narrativa posterior a la imprenta o a los
medios masivos. Tampoco lo fueron los periódicos en este segundo caso. Las ideas vendrán de otro lado. Después, universidades y medios se sumarán. Paciencia. Hace poco más de treinta años, un profesor de nombre Benedict Anderson publicó un libro que lo hizo famoso: "Comunidades Imaginarias". La propuesta de Anderson es que la Nación no es una construcción natural, y por lo mismo no resulta de tener un idioma común, o la misma religión, o ni siquiera una historia similar, sino que surge de la construcción cultural
Como
usted sabe, la idea de nación es algo muy reciente. De acuerdo con los
internacionalistas, surge con la Paz de Westphalia de 1648, que dio fin a la
Guerra de los Treinta Años, el enfrentamiento más sanguinario en la historia de
la humanidad (en términos relativos). Antes de esa guerra, Europa estaba
dividida en territorios que eran propiedad de personas y familias. Después,
aparecieron territorios que ya no tenían un 'dueño”. Sin embargo, el gran
crecimiento de la idea de Nación es muy posterior a ello. Yo sigo creyendo que
las primeras naciones son las que construimos en América, pero no abundan
historiadores que volteen para acá en esos temas, y suelen concentrarse en
Europa, donde el triunfo de las naciones ocurre con el fin de la Primera
Guerra, y el clímax del nacionalismo es precisamente la Segunda. Una idea
bastante sangrienta, según parece.
La Guerra de los Treinta Años y varios enfrentamientos contemporáneos tienen un fuerte componente religioso. Aunque Lutero inició la fractura de la Iglesia católica justo cien años antes del inicio de esa guerra, fue en ella donde se definieron los territorios de cada fe. Es también ella lo que provoca la primera colonización de Estados Unidos, y las diferentes culturas que existen hoy ahí.
Cada nación construye una narrativa que le dé estabilidad y unidad, con datos ciertos, interpretaciones libres, y algunos mitos que permitan que la narrativa sea atractiva. Héroes y villanos, tragedias y milagros, éxitos y derrotas tienen que llevar a un cuento accesible para la población en general, que debe ser creíble y motivador. Estados Unidos enfatiza el papel de los 'padres fundadores' y el 'melting pot'; Italia la herencia de Roma; Gran Bretaña su excepcionalidad; Rusia su expansión imperial; China su tradición milenaria. Nada de eso es totalmente cierto ni falso por completo. Y no importa, lo que cuenta es el cuento.
Sustituir a la religión como el factor de unidad con un cuento terrenal, por muy bueno que sea, no es cosa fácil. A los humanos no les gusta morirse, y necesitan alguna esperanza de que eso no ocurrirá. Las religiones ofrecen otros mundos, eternidad del alma, protección de espíritus y antepasados. Aunque el proceso de reemplazo de la religión se inició con la letra impresa, el éxito, me parece, se alcanzó con los medios masivos. A través de ellos las personas sí viven en otros mundos, y han visto la transformación de otros como ellos en algo diferente y permanente: la celebridad. El dicho de John Lennon en 1966, “somos más populares que Jesucristo”, es más importante de lo que se cree.
El papel del cine, inicialmente, y después la televisión, en la construcción de las naciones del siglo XX no es cosa menor. Desde Leni Riefenstahl sosteniendo a Hitler y Eisenstein a Stalin, hasta la construcción de los cuentos actuales a través de series como Juego de Tronos, El Señor de los Anillos, Harry Potter, o The Walking Dead.
La Guerra de los Treinta Años y varios enfrentamientos contemporáneos tienen un fuerte componente religioso. Aunque Lutero inició la fractura de la Iglesia católica justo cien años antes del inicio de esa guerra, fue en ella donde se definieron los territorios de cada fe. Es también ella lo que provoca la primera colonización de Estados Unidos, y las diferentes culturas que existen hoy ahí.
Cada nación construye una narrativa que le dé estabilidad y unidad, con datos ciertos, interpretaciones libres, y algunos mitos que permitan que la narrativa sea atractiva. Héroes y villanos, tragedias y milagros, éxitos y derrotas tienen que llevar a un cuento accesible para la población en general, que debe ser creíble y motivador. Estados Unidos enfatiza el papel de los 'padres fundadores' y el 'melting pot'; Italia la herencia de Roma; Gran Bretaña su excepcionalidad; Rusia su expansión imperial; China su tradición milenaria. Nada de eso es totalmente cierto ni falso por completo. Y no importa, lo que cuenta es el cuento.
Sustituir a la religión como el factor de unidad con un cuento terrenal, por muy bueno que sea, no es cosa fácil. A los humanos no les gusta morirse, y necesitan alguna esperanza de que eso no ocurrirá. Las religiones ofrecen otros mundos, eternidad del alma, protección de espíritus y antepasados. Aunque el proceso de reemplazo de la religión se inició con la letra impresa, el éxito, me parece, se alcanzó con los medios masivos. A través de ellos las personas sí viven en otros mundos, y han visto la transformación de otros como ellos en algo diferente y permanente: la celebridad. El dicho de John Lennon en 1966, “somos más populares que Jesucristo”, es más importante de lo que se cree.
El papel del cine, inicialmente, y después la televisión, en la construcción de las naciones del siglo XX no es cosa menor. Desde Leni Riefenstahl sosteniendo a Hitler y Eisenstein a Stalin, hasta la construcción de los cuentos actuales a través de series como Juego de Tronos, El Señor de los Anillos, Harry Potter, o The Walking Dead.
Esperamos
hacerle una narrativa a La MUD, por mentirosa y engañosa, su actitud, ha
permitido el aceleramiento de la unidad al desastre en América. El caso
venezolano tendría que dar un giro demasiado dramático para que la narrativa
cambie de sentido.
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