El Reportero del
Pueblo.
Paris, la ciudad
luz, asume el riesgo de dinamizarse, viendo a Europa y seguir con la tradición
francesa de dar narrativas apropiadas para controlar el mercado de la
construcción y del automóvil. Aunque, es
un viejo programa de inversiones, cuando el Reino Unido se interesó en vender
sus patentes de una manera parcial para presionar a Estados Unidos de
Norteamérica para que actué sobre el mundo hispano y suramericano.
Para Macron, que
llegó al poder con la bandera del liberalismo y la globalización, se trataba de
aprovechar el impulso de Francia tras su victoria electoral el mayo ante Marine
Le Pen, candidata del repliegue proteccionista y el rechazo a la globalización.
Los primeros pasos
de Macron en el poder han confirmado los augurios: la reforma laboral, que
facilita la contratación y el despido, la rebaja del impuesto sobre las
sociedades o la supresión parcial del impuesto sobre las fortunas, la mayoría
medidas deben contribuir a hacer Francia más atractiva a los inversores.
La incertidumbre,
desde septiembre, sobre el nuevo gobierno en Alemania, y los efectos de la
salida de la UE para la economía británica subrayan por contraste la
estabilidad de la Francia de Macron. A esto se añade una recuperación económica
ya palpable, tras años de estancamiento y de una tendencia a despreciar el
potencial económico de este país. Y, sobre todo, la propia habilidad del
presidente francés —antes que jefe de Estado fue ministro de Economía, y aun
antes, banquero de inversión— para vender la marca
Francia.
Sin el contexto europeo y global,
difícilmente el ministro de Economía y Finanzas, el conservador Bruno Le Maire,
podría haber afirmado, como hizo días atrás, que "desde la elección de
Emmanuel Macron, sí, Francia vuelve a arrancar".
El debate en París es si
Macron debe aprovechar el crecimiento económico para imponer reformas aplazadas
durante décadas, o si la buena coyuntura con Alemania, decida a ocupar el
centro del tablero internacional, abre juego. Tras un inicio de mandato de
intensa actividad diplomática que incluyó reuniones con Donald Trump y Vladímir
Putin, y días antes de una cumbre en París con los líderes de Alemania, Italia
y España, el presidente francés viene ejecutando viajes de tres días por Europa
central y oriental de una manera constante. Lleva un mensaje europeísta: el
relanzamiento de la construcción europea tras años de repliegue. Y otro muy
francés: la protección de los estándares laborales autóctonos frente a la
llegada de trabajadores temporales de otros socios del club.
Nada se parece
tanto a un presidente francés como otro presidente francés. Más allá de la
voluntad de imponer un giro liberal a la política de su país y de las
declaraciones en favor de la integración de la UE, Macron regresa a los temas
que han preocupado a sus antecesores en el Elíseo y a la sociedad francesa.
Hace una década
adquirió relevancia la figura del fontanero polaco, en el que muchos franceses
proyectaban los miedos que entrañaba la ampliación de la UE. Desde hace unos
años, la batalla sobre el lugar de Francia en Europa se proyecta en oscuras directivas
de las corporaciones alemanas e italianas.
Todo viene
adoptándose desde 1996. La directiva regula la actividad de los
trabajadores desplazados temporalmente de un país a otro. El sector en el que
es más habitual esta práctica es el de la construcción.
: El
presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, se viene reuniendo este con el
jefe del Estado francés, Emmanuel Macron; la canciller alemana, Angela Merkel,
y Paolo Gentiloni, para impulsar los mecanismos de cooperación europea contra
el terrorismo y contra la inmigración ilegal y la trata de personas. La reunión
cuatripratita estaba prevista desde hace tiempo y en su agenda se incluía ya la
lucha contra el terrorismo yihadista, pero este asunto ha cobrado relevancia
después de los atentados en Cataluña.
Emmanuel
Macron puso ayer en escena, en la Universidad de la Sorbona, su aspiración al
liderazgo continental, al proponer «refundar
Europa» y reforzar los pilares de su soberanía global, unidad y
democracia, cuando los populismos y nacionalismos -subrayó al terminar su
discurso- son una amenaza continental.
En
un tono ultra solemne, con referencias
recurrentes a los «demonios» más peligrosos de Europa, el presidente
francés comenzó afirmando que los grandes desafíos de nuestro tiempo, la
seguridad, las grandes migraciones, el desarrollo durable, el cambio climático,
la revolución digital y la regulación de la economía mundial, exigen una respuesta
común de los pueblos y Estados europeos, para defender su integridad,
unidad y democracia.
La democratización de Europa, para hacerla
más atractiva a los pueblos, ha estado en los programas electorales de
casi todos los partidos continentales durante las campañas de las elecciones
directas al Parlamento Europeo desde hace muchos años. Macron estima que dos
iniciativas personales pueden relanzar tal ambición: convocar convenciones
democráticas en todos los países de la UE que deseen progresar en un proyecto
común, y reforzar
el Parlamento Europeo a través de las listas transnacionales. El
presidente francés avanza otra sugerencia mucho más novedosa y personal:
utilizar los 73 escaños de eurodiputados del Reino Unido para crear el embrión
de un parlamento de la zona euro.
Francia está de vuelta en el corazón de Europa”, aseguró Macron en
inglés, durante un esperado discurso, en el que dijo que seguiría en la senda
de las reformas y que no tiene miedo de arriesgarse.
El presidente de Francia, además, abogó por proteger a los olvidados de
la globalización y, como había hecho antes la canciller alemana, Angela Merkel,
criticó a los partidos nacionalistas que ven como única solución el
aislacionismo, se mostró a favor de promover la “competitividad y la
innovación” a través de la educación y avisó de que no hay progreso quedándose
fuera de la globalización.
“Luché contra partidos
nacionalistas que inyectaban muchos miedos”, recordó el presidente francés,
quien entendió que muchos votantes se inclinasen por la ultraderecha porque los
gobiernos previos tuvieron resultados “muy malos” en ámbitos como el empleo.
El mandatario, de 40 años , incidió en su agenda preeuropea y aseveró
que “Francia no tendrá éxito si Europa no lo tiene”.
“Vamos a rediseñar nuestra estrategia (europea) de aquí a diez años.
Tenemos una responsabilidad frente a China y Estados Unidos”, afirmó el
presidente francés, quien defendió los valores de libertad y derechos humanos
de Europa frente a potencias como China.
Según el jefe de Estado, no basta con el crecimiento económico, porque
este ha dejado fuera a muchas personas, sino que ha de ser la búsqueda del
“bien común”, como la salud o la educación, la que guíe a los gobiernos.
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