La
Tecla Fértil
Los monóculos, usados mayormente por dandis, militares, detectives y algún que otro usurpador, fueron un atuendo elegante y de buen gusto. Sin embargo, los impertinentes, miembros de la misma ralea, pero destinados al sexo opuesto, no tanto. Estos últimos, debían sostenerse con una mano. Pero no era la incomodidad práctica, sino óptica, como bien indica su nombre, la que los denigraba; con ellos se podía ver desde los conciertos en plazas públicas hasta la amiguita en la playa, no solo la calva del familiar, sino hasta las patas de gallo de la abuela. Y por supuesto, en el teatro o cualquier otro sitio, quienes se sentían espiados por el citado aparato (aun cuando fuese en su mente), quedaban simple y llanamente en cueros y al descubierto.
En el campo del periodismo, tuve el privilegio de tener
los dos mejores fotográficos de esa época generacional, Héctor Cenis Sánchez y
mi compañero de escapada y escuela, Freddy Sánchez. Acá en Valencia, tuvimos la experiencia de
hermosas experiencias, aunque ha Freddy, asignado a otro reportero, le tomaba
sus fotografías, una fotografía en blanco y negro, sacada desde el laboratorio.
Pero, ahora nos encontramos en tiempo de revolución. Los cronistas
y periodistas son empíricos que ven en las ofensas, la única manera de
interpretar la realidad de algún acto u hecho, sin respetar los términos
lógicos de un reportaje. Así que, vemos a un grupo de gatos cazando ratones
para expresar luego que son buenos revolucionarios. Cuando, ni siquiera
engullen un libro o un ensayo para conservar la historia de sus propias momias
que tanto daño hacen a la revolución, cuando deben empezar por un ejercicio de
escritura.
Debido a esto, tenemos que limpiar nuestras propias
polillas mentales escritas en Twitter y redes sociales para tener oportunidad
de avanzar en el campo político y la izquierda, se ha ido a menos, porque los
dirigentes no se alimentan de la literatura universal y se entrometen de una
manera critica en el hacer de los líderes de base, los teóricos de la
revolución y académicos y, por ello, observamos que un portavoz que reside en
Nueva York y es venezolano, ofende la militancia de algún opinador y del
presidente, Nicolás Maduro Moros. Sea buen o mal presidente.
Necesitamos revisarnos, se hizo un gran esfuerzo para
fomentar el circuito radial comunitario y los pastores de focas, controlaron el
espectro radial e impreso. Pero deteniéndonos un poco, qué no habrá
experimentado o perdido en el camino. Polonia no era precisamente el Edén
y las bombas, ya sabemos, llovían a racimos. En el poema "El
álbum", perteneciente a su libro ¡Qué monada!
(1967) nos dice: "Nadie en mi familia murió de amor", y más
adelante específica, entre paréntesis: "(Morían a balazos, más por otros
motivos, en el frente, en un catre bien tosco)". En ese retrato de Wislawa
Szymborska nos describió, la impertinencia de algunos izquierdosos que
cometieron errores en su ironía por fomentar el liderazgo falso y, luego en las
plenarias, colocar sobre sus cuellos las guirnaldas de las apologías y, tras un
frío glacial, ser colocados como diputados en una campaña sombría e ilegal,
porque, constituye un irrespeto a la base del partido político, es asunto de
impulsividad humana y, donde ese mismo grupo de personas, es incapaz de
controlar una jauría de bachaqueros y silenciar en las colas bancarias a
quienes ofenden la figura presidencial.
También está el problema de los contemporáneos, a los que
a menudo hay que mirar a la cara, como en estos versos: "Los poetas de mi
país… cantan la vida sencilla de los pastores de foca… Quien quiere morir
ahogado, debe hacerse con un pico para agrietar el hielo".
Su mirada nunca distorsiona, ni siquiera cuando
amplifica. Si son peras no encontrarás coliflores; tal vez peras rusas, o
demasiado maduras. No hay en ella presunción ni apología. Directa, aunque sin
el escepticismo y el sarcasmo de Herbert, habla de la muerte "sin
exagerar". No da soluciones, pues solo tiene preguntas: "¿Y si todo
esto sucede en un laboratorio?" Desde luego, la ironía es su guirnalda,
así que está bien que se permita esas mantillas bajo tanto frío glacial.
Nadie, en la revolución, tiene conciencia de sus pasos.
Se burlan de las estrategias políticas y todo, lo convierten en burla y
sarcasmo En ese retrato de Wislawa
Szymborska hablan indefinidamente esos impertinentes. Sabe Dios de dónde los
sacó, ya que, por la época de dicha imagen, no estaban en boga. Quizás los
heredara de una tía o adquiriera en un bazar de antigüedades. No dudo que los
hiciera servir. La cuestión es que parece sonreírse, sutil, a lo Gioconda, y
responder a nuestra curiosidad con otra pregunta: ¿creen que necesite tales
adminículos?
Pero, hoy, es la misma historia donde algunos desean
mantener la misma postura y en el pasado dañaron la unidad en el MVR-2000,
luego V República y ahora el Psuv
Una vez me dijeron que Salvador Dalí dormía sosteniendo cubiertos de
mesa para que, al cambiar de postura, estos se desparramaran al piso y su ruido
lo hiciera descubrirse in fraganti, en el País de los Sueños. De
los apuntes veloces todavía en el umbral entre ambos mundos —me aseguraron—
surgieron muchas de sus famosas pinturas. Esto, me lo expreso el pintor Braulio
Salazar en una especie de fabulación en La Asociación de Artistas Plásticos en
Carabobo, porque el alcalde culto de Valencia, Miguel Cochioola, siempre
adverso a la cultura, nos despojó de la
casa del Escritor o la edificación
construida por otro ex alcalde, Paco Cabrera para fundar La Asociación de
Escritores de Venezuela en el recordado Paseo Cabriales, una obra del adeco, y
gobernador, Oscar Cellí Gerbasi.
Ya que la izquierda, solo sirve para posesionarse de bienes e inmuebles
ajenos, es la sensación que dan y vienen promoviendo la migración de nuestros
técnicos y profesionales a países extranjeros.
Los revolucionarios o se dicen revolucionarios y, son de pacotilla,
devastan mi país, trazan su camino a través de los sueños y lo hacen realidad,
nunca han trabajado. Por eso, buscan barrernos en América Latina, ahora con La
OTAN a nuestro lado, me refiero a Colombia.
"En una época en que sentía que el vacío existencial aplastaba mi
vida cotidiana, y no solo la mía, sino quizás también la de mi país, encontré
en la posibilidad de soñar, una escapatoria", confiesa Francis Sánchez en
una introducción, y yo asumo que fue el mismo tiempo en que me obsesioné con
los sueños y sus códigos que debían ser (tenían que ser) premoniciones cifradas
de esperanza.
En las primeras páginas hay una voz maternal que invoca el nombre del
autor-soñador, desde la cocina, entre ruido de cacharros. Suena el teléfono y
es la misma voz maternal advirtiéndole que no vaya al fondo de la casa, desde
donde lo llaman. Suspenso, desdoblamiento o absurdo que se prolonga a lo largo
de las páginas y se va tornando natural, casi lógico.
Casas de Cultura, galerías de arte, metrópolis que se mezclan con la
apacibilidad de los caseríos y emanan los olores del monte. Un París donde el
Sena se convierte en arroyo en que nadan los manatíes. Retamar, Borges, Breton.
Personajes que alternan con parientes carnales y amigos reales (de esa realidad
cuya solidez es su condición más dudosa), y comparten espacios transformables,
maleabilidad que es la única libertad no discutible. El foso o la gruta de los
placeres en que coincide con la esposa, ahí, "donde la felicidad no parece
posible sin un poco de depredación o canibalismo…"
La desnudez inocente y a la vez morbosa. "No somos perfectamente
sinceros más que en nuestros sueños", cita Francis a Nietzsche en un
exergo.
¿Qué ocultos resortes se activan en la mente del hombre al adentrarse en
el lapso del sueño? No los estudiados por el psicoanálisis o las ciencias
ocultas, sino factores como la geografía, la cultura, la política. Porque si la
personalidad es influida o condicionada por la educación y la sociedad, los venezolanos
y quienes reflejan la verdadera izquierda, sin duda tenemos vigías que
traspasan las fronteras de la conciencia.
Uno atraviesa estos escenarios ficticios. creados después de Chávez y sentimos
que los peores absurdos se han importado de afuera, del mundo real. De un país
minado de límites visibles, y otros respirables. "Descubrí que a los
manatíes y a mí, en aquel lugar, nos faltaba el oxígeno."
Seamos sinceros y no dañemos la dignidad humana, un revolucionario es un
ser humanitario de conciencia, no causemos, más daño social.
A la luz de los
elementos y tendencias que configuran la actual coyuntura regional, sería
preciso dar un matiz a tal afirmación: América Latina sí le importa a Trump y
sus secuaces, pero sólo como espacio de dominación, como patio trasero que
se exhibe cual posesión y al que se gobierna con la ley del imperio para
reconquistar una fractura que le tomó más de una década articular.
Divide para vencer, porque Estados Unidos no quiere socios ni aliados en
nuestra América, como lo llegó a insinuar el ex presidente Barack Obama, con su
retórica y su praxis del smart power. Estados Unidos no pretende
una relación de iguales porque jamás ha sido ese su objetivo: la Casa Blanca
solo admite vasallos. Esa es la realidad. Esperar otra sería ingenuo.
los Estados
Unidos. Al amparo de la retórica de la cooperación en materia de seguridad y
lucha contra el narcotráfico, Washington lleva adelante un plan de
reposicionamiento en la región, de la mano de la restauración neoliberal: la
judicialización de la política y los golpes blandos, la guerra mediática como
estrategia de desinformación y mecanismo de control de la opinión pública y las
nuevas alianzas instrumentales entre la derecha y las iglesias pentecostales,
afines a la teología de la prosperidad.
En los últimos
meses, algunos acontecimientos ilustran la reconquista imperial en curso: la
reciente firma de un convenio de cooperación entre Ecuador y Estados
Unidos para la creación de una Unidad de Investigaciones Criminales
Transnacionales y la visita de militares y asesores del Comando Sur a
Quito -para conversar con las autoridades ecuatorianas -y “escuchar las
ideas y preocupaciones de las autoridades de defensa civiles y militares)-
alertan sobre un retroceso del gobierno de Lenin Moreno, en comparación con la
política soberana desplegada por el expresidente Rafael Correa, quien tuvo como
punto referencial el cierre de la base militar aérea estadounidense de Manta.
En Argentina,
la DEA instalará una “fuerza de intervención” (task force) en
Misiones, al norte del país, bajo el argumento de lucha contra el narcotráfico
y el terrorismo, según anunció en el pasado la ministra de seguridad, Patricia
Bullrich, durante una visita oficial a Washington. Y no olvidemos que
actualmente, y hasta el mes de junio, Estados Unidos llevo adelante en Panamá
los ejercicios conocidos como Operación Nuevos Horizontes, con la presencia de
415 militares en el Istmo.
Asimismo, en
noviembre de 2017, en la frontera entre Brasil, Colombia y Perú, se llevó a
cabo la operación América Unida (Amazonlog 17), en coordinación con los
ejércitos de esos tres países y las fuerzas estadounidenses.
Tanto en Panamá
como en la Amazonia, la acción militar se desplegó bajo el supuesto de una
intervención multinacional organizada para atender una “crisis humanitaria”
-casualmente-, como la que se invoca una y otra vez para azuzar la situación
política en Venezuela. Todo esto ocurre mientras contemplamos la crisis de
Unasur, desatada por la decisión de seis gobiernos de derecha -Argentina,
Brasil, Chile, Colombia, Perú y Paraguay- de suspender su participación en el
organismo suramericano.
Una crisis que,
a su vez, es un capítulo de otra crisis mayor, la del proceso de integración
regional múltiple, diversa y soberana, que empezó a forjarse en la primera
década del siglo y permitió dar pasos hacia la construcción de una nueva
arquitectura en las relaciones latinoamericanas y caribeñas, basadas en
principios de complementariedad, solidaridad y reconocimiento de las
asimetrías, así como las diversidades culturales y sociales; democratización de
la vida social en todos sus ámbitos, soberanía y autodeterminación de los
pueblos.
A la luz de los elementos y tendencias que configuran la actual
coyuntura regional, sería preciso dar un matiz a tal afirmación: América Latina
sí le importa a Trump y sus secuaces, pero sólo como espacio de dominación,
como patio trasero que se exhibe cual posesión y al que se gobierna
con la ley del imperio para reconquistar una fractura que le tomó más de una
década articular.
Y, nuestros
camaradas, se encargan de despotricar a nuestros valores nacionales que elevan
su protesta en un canto, en un hacer.
Le estamos
entregando el país a la delincuencia organizada, en cualquiera de sus matices
sociales, éticas y revolucionarias. Se debe hacer una exploración y, llegó el
momento de ser un limitante y el aparato militar debe regresar a sus cuarteles,
estamos en tiempos de avistamiento militar.
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