La Tecla Fértil
La banca internacional se fija nuevas metas y orienta sus recursos hacia
Suramérica para lograr un control absoluto en las regiones del manejo bursátil de
ahorros en pequeños grupos de granjeros que definen sus territorios en pequeñas
parcelas. Es claro que la transparencia se refleja en los países fiscales y de
lavado como Aruba, Belice, Panamá, Samoa, San Marino, Suiza Islas Caimán, Islas
Vírgenes de los Estados Unidos, Macao, (China), Lima, (Perú) y Quito, (Ecuador).
El gran error es que presidentes de pequeños Estados, permitieron que la
banca local hiciera inversiones hacia clientes extranjeros, minimizando sus
obligaciones tributarias porque están adscrita a organizaciones internacionales
y empresas con capitales golondrinas.
El narcotráfico, logró permeabilizar los procesos bursátiles y la crisis
se hizo patente en las fronteras, donde hay pequeños conatos de colapso, pero,
los riesgos se reducen y Europa socorre con préstamos directos a estas
entidades que reflejan en sus macroeconomías una debilidad recurrente que, los
lleva a préstamos transfronterizos.
Esto, constituye un detonante del cambio y un repliegue para que los
relatores se sientan capitalizados y mostrar una tendencia artificial hacia los
balances personalizados.
Ahora, Donald Trump, es el llamado por los grandes bancos en
EEUU y Europa, (OTAN) para lograr una verdadera campaña competitiva entre los
bancarios que se enmarcan en la ley. El repliegue de bancos europeos se
notó especialmente en Asia, pese al crecimiento económico de la región. Lo extraño, es que
los bancos ampliaron las coberturas de préstamos, pero los clientes redujeron
el crédito y las operaciones locales en efectivo, en Venezuela, viene
sucediendo lo contrario, las mafias del bachaquerismo alquilan puntos de ventas
asignadas por el sistema bancario nacional y cobran al consumidor hasta una
comisión que, ya se eleva a un 350%- Igual, sucede por igual, con las bolsas y
cajas del CLAP, donde residencias vacías de una parroquia o comarca son tomadas
en cuenta y la jefe o coordinador de calle se queda con las bolsas y las venden
hasta por ochocientos bolívares, cuando su valor real oscila entre 25 a 55 bolívares soberanos. Inflar una data, es
fácil como recurrente.
“La caída en la filiales en el
extranjero es un reflejo de cómo los bancos internacionales estás reorientando
sus operaciones hacia los mercados locales o en los que tienen una ventaja
competitiva”, indican el Fondo Monetario Internacional. El repliegue de bancos
europeos se notó especialmente en Asia, pese al crecimiento económico de la
región.
A la vez que se
experimentó una contracción durante los últimos años en este tipo de
financiación entre entidades en diferentes países, los préstamos locales
concedidos por filiales de bancos extranjeros se mantuvieron estable. Este
reenfoque de la actividad de los bancos, en principio, como señala el FMI,
abrió un hueco para que otros bancos locales pudieran expandirse a nivel
regional.
El hecho de que los
bancos se enfoquen más en los préstamos locales tiene un efecto positivo en la
estabilidad financiera de los países anfitriones donde operan. Pero la
contracción de la financiación transfronteriza, indica el FMI, puede
“menoscabar” también algunas de las ventajas que aportan este tipo de
transacciones a la inversión y, por tanto, al crecimiento económico.
De hecho, este
repliegue tiene efectos opuestos en la estabilidad financiera. Por un lado, es
cierto que los préstamos directos entre entidades en países diferentes elevan
el riesgo de transmisión de las crisis y la volatilidad. Pero, por otro lado,
esta contracción reduce la diversificación del riesgo y de los grupos
bancarios. Los bancos internacionales, apunta, están menos expuestos a crisis
locales.
Resignado, el sector financiero internacional anticipa un
posible triunfo de Andrés Manuel López Obrador en las elecciones del próximo 1
de julio, pues en México “prevalece el deseo generalizado de un cambio”. Y seis
de cada 10 mexicanos pretenden que éste sea “drástico” El crecimiento de la
inseguridad y el enojo por los escándalos de corrupción provocaron un repudio a
las sucesivas administraciones del PAN y del PRI; particularmente del gobierno
de Enrique Peña Nieto.
El balance del actual sexenio despierta “enojo” o
“decepción” en siete de cada 10 habitantes del país, el presidente es rechazado
por más de 70% de la población, cuatro de cada 10 ciudadanos “nunca votarían
para el PRI” y 43% de los mexicanos cree que López Obrador será el próximo
mandatario.
En Venezuela, nos encontramos ante un lobby financiero
que tiene un carácter internacional y que galopa sobre una crisis financiera
progresiva desde 2008 y, que el presidente Nicolás Maduro Moros nos hace ver
como Guerra Económica. Obviando, claro está,
los efectos de capitalización que los bancos tratan de superar y que nos da una
visión clara de las contradicciones de unos economistas que se dicen de
izquierda, pero, que negociaciones determinan un fracaso continuado, porque no
desean someterse a la regulación del sistema financiero internacional, constituyéndose
en un nuevo y gran desafío a los grupos de interés económico a nivel
internacional.
El presidente Nicolás Maduro Moros, debe sacar los
billetes guardados en la banca central y trabajar con esos billetes aún
guardados y asestarles un golpe duro a los vendedores de punto y aquellos que
desean aumentar el componente de su capital y algunas veces son los mismos
directores de las instituciones del gobierno. Así tenemos, que en el aeropuerto
de Nueva Esparta cobran por un envoltorio a una maleta, la bicoca de 600.000 bolívares
soberano y cuando fui a renovar mi apartado de correo en La Urbanización Isabelica,
me exigieron un billete de diez mil y dos de cinco mil, nada de menudeo. Es
decir, desde el mismo gobierno regional y nacional se estimula la
hiperinflación.
Las autoridades deben evitar el riesgo de que una crisis
financiera arruine la vida económica de la población; los bancos deben manejar
el riesgo del patrimonio de sus accionistas y mantener la oportunidad de su
rentabilidad. Esto es una simplificación, porque también juegan otras
oposiciones, entre países, por ejemplo, como las que hubo entre Estados Unidos
y las naciones europeas, pero que es válida para comprender las actitudes de
las partes.
En noviembre de 2016, todo cambió: Donald Trump ganó las
elecciones presidenciales, y las negociaciones en Basilea se retrasaron un año.
Trump, durante su campaña electoral, había despotricado contra los banqueros de
inversión de Wall Street, pero era sólo de la boca para afuera. Una vez al
mando, designó en cargos clave a ex altos ejecutivos de la emblemática casa
financiera Goldman Sachs, como Steven Mnuchin para secretario del Tesoro, o Jay
Clayton para presidente de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas
en inglés).
El
ambiente se hizo, entonces, más propicio para las presiones de los grandes
bancos, dirigidas a suavizar la regulación. Y, aunque en estas lides nadie
puede llevarse el carro completo, y los bancos hubieran preferido algo más para
ellos, todo indica que, esta vez, quedaron satisfechos.
A
finales del año pasado, tras divulgarse la resolución del Comité de Basilea,
opiniones de analistas de Citigroup, Natixis, J.P. Morgan Chase y UBS, e
interpretaciones de Standard & Poor’s y Bloomberg, por ejemplo, contenían
frases tales como: “El acuerdo beneficia a todos los bancos”, “Los bancos
salieron relativamente indemnes”, “Las reformas son menos restrictivas de lo
previsto”; o “El acuerdo final es un alivio para los bancos”.
El
poderío de los grandes bancos salió airoso de esta batalla. La solvencia del sistema bancario en su conjunto ha
mejorado, aunque algunos gobiernos promueven la corrupción e
hiperinflación y mantienen sujetos de las Fuerzas Armadas en sectores de
inversión, cuando su fundamentación histórica, nos detalla nuevas modalidades
en el manejo del capital y la revisión constante que deben ejercer sus socios y
financistas, nadie juega a perdedor.
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