Escritor- Filósofo


"La niebla es un paso del camino entre una certeza y otra certeza, jamas he caminado entre cargas y visiones falsas, debemos aprender a caminar en el umbral del camino con nuestro maestro espiritual o gurú. Debemos aprender a desafiar a la muerte y dominarla. Amar es un desafío espiritual." Emiro Vera Suárez

Todo cambia tan abruptamente. El tiempo y la vida con su paso solo develan la crudeza, solo caminan para agotarse, para hundirse ante nuestros fallidos intentos de entender algo.

Juan Carlos Vásquez Flores

domingo, 10 de julio de 2011

NARANJOS QUE PIZCAN MIEL

Fusión


La violencia de género, constituye uno de los devaneos más secularizados de éste mundo contemporáneo y, donde los sociólogos y psicólogos asisten a las bibliotecas privadas como públicas con el único fin de acorralar el pecado de lascivia y amparar las presunciones de inocencia del hombre para rescatarlo de los pactos patriarcales. El exceso sexual, solo se le aplica una adecuada proyección filosófica en ser victima de un complot y donde la mayoría femenina es sancionada por su comportamiento y valores, que, ostentan en público. Lo más sorpresivo en el carácter jurídico, es como hacer normal la supremacía masculina y hacer un alto en todo aquello significativo al acto sexual en sí.
A mí, siempre me ha gustado llevar en mi Koala, algo dulce para ingerir y los caramelos de eucalipto y jengibre no pueden faltar dura mi geta estudiantil, los compañeros del aula escolar me convirtieron en el proveedor oficial de éstos dulces y siempre me dieron sus propinas.
Los de eucaliptos son afrodisíacos, siempre me le acercaba al escritorio de mi maestra para darle dos, hasta que un día se coloco de píe, poniendo sus manos sobre el borde del escritorio y con voz exclamativa, expresó: por dios, por dios. No hay respingo posible, el teléfono repicaba por su amor eterno para lograr su respaldo. Desde ese momento, adquiría una bolsa a que los mayoristas de caramelos de miel y achocolatado. De verdad, no fui capaz de articular palabras durante esa semana, simplemente me retiré del liceo Raúl Cuenca, Ciudad Ojeda, por quince días, simplemente me marché.
Durante esos días, mis compinches se alejaron de mi hogar y, por la tristeza tomaba mucho café, siempre le regaba los naranjos a mi maestra de grado y, no me explico su reacción en el aula. Su esposo con su delgada figura me recordaba del Quijote de mi vecino. Cerca de su casa existe una confluencia de caminos, regularmente una señora de cincuenta y seis años pasaba en su camioneta a colocarle un velón al imaginario de un hombre asesinado a machetazos en esa localidad. Era una curva, pegada al cerro, la gente se sentaba en una piedra laja a rezar, yo aprovechaba el velón para rezar por mi maestra, para que me llevara a los desfiles junto a su hermana. Siempre caía alguna animita y se encargaba de capuchar a los dueños de casa para escandalizar cada milagro del santón. Sinceramente, éstos actos religiosos dinamitaban los sueños místicos y, el esposo de mi maestra se bajaba de su camioneta pick up y, para que nos mantuviéramos en silencio, nos daba una garrafa casi entera de jugos,
Aproveché, darme un piscinazo cerca de los naranjos para ver un domingo con angustia y ociosidad, como aquel hombre abusaba de mi maestra preferida, parecía una lechuza que canta en las noches, los excrementos de su voz.
Aquellos quince días, constituyó una rutina predecible, pero, el grupo tuvo la certeza de irse al cine y regalarle caramelos al portero para ver una o dos películas, cada semana en vespertina. Luego, irnos al aeropuerto a observar los aviones y tomarnos dos capuchinos.
Nunca, quise ser un lisiado del alma, renuncié a la palabra confusión y procure desaparecer entre los naranjos para dormir en la alcoba de mi maestra, le llevaba siempre un caramelo de eucalipto. Entraba a su cuarto con un espíritu asustado, desde el funeral de su marido, muerto en carretera, muy cerca del restaurante de Las Piloneras, donde me crié en La Fría, Venezuela.
Ahora, sigo cojo del alma y será para toda la vida. Nadie quería que fuese un escritor o periodista. Pero, la maestra de los naranjos se jactaba en los actos escolares que su alumno podía descubrir o plumear una poesía en cinco minutos. Hoy, mis imágenes se encuentran difundidas de manera lenta.
Siempre me sumerjo en los libros y prensa. Mi casa es una biblioteca, camino con ella para evitar el caos, es la vida misma, sigo con lucidez las pisadas de la maestra que me enseño a amar la vida y fue a rescatarme del Seminario Kermaria. Siempre la he amado, deseo no sentir el desprecio de nadie, porque he amado, desde que la vi frente a mí, con su cabello largo y su único hijo, que aburrió la ciudad donde se fortaleció.
Jamás he querido llorar, he sido complacido en todo por la vida, simplemente hay que respetar las reglas y jugar un papel de comisario o censor, mis dos hijos me han hecho ser feliz y Valentina que la tomé desde los ocho años., han crecido.
Solo me enamoré de otra mujer, sentí miedo en El Vigía. Un amor de un tirón, pasó todo rápido, fue un odio sin extinción, nunca merecí que me odiasen, cuando lo di todo. La sexualidad, es una luz en estas historias. El ejercicio sexual lo da el tiempo. Antes, nadie quiere o se enamora, tenemos que hilvanar una relación para conocer la calidad moral de quien esta a nuestro lado y no convertirse en un impostor. Algunas veces, la familia daña una relación a escondidas y no son ciertos al diálogo, constituyen una falsedad
Siendo el amor y el sexo, materias fundamentales en nuestras vidas, debemos requerir respeto a los demás y, no morir en el agotamiento, sin disfrutarlo. Es bueno, rescatar esas imágenes hermosas de la vida y envasarla al vacío para la vejez. Es bueno ser originales para no estar en la otra orilla, hay que controlar esa libido devastadora que crea efectos colaterales, que, nos hacen una picada al abismo.
Raiza- mi maestra- era una mujer de estrategia y un verdadero puente ante cualquier reconciliación. Todos, la mirábamos a ella por su formación académica, mientras su marido fue un arrogante que se acostaba con todas las mujeres de servicio en su localidad. Representó muy bien a su marido, frente al ayuntamiento. Lo que caracteriza a un amor maduro, es su capacidad para perdonar.