La miopía política nos está haciendo ver la
adversidad de los acontecimientos e incluso nuestros propios errores como
fallos. Los excesos ideológicos de algunos personajes en el pasado reciente les
han segado el pensamiento a algunos dirigentes de base y con una ceguera
espiritual quieren salir de la duda para hacernos renunciar de esa luminosidad
de la luz que es la verdad, pero, otros, provocan acontecimientos que cierra el
pensamiento y nos lleva a confrontar la razón para asumir decisiones que
justifican, lo injustificable.
La miopía, es una costumbre ya entre los
venezolanos y no podemos seguir siendo ciegos, porque, nos están juzgando con
anticipación y el gobierno del presidente, Nicolás Maduro Moros nos está
reprimiendo muy silenciosamente. No le demos cabida a la duda, luchemos hasta
vencer.
La historiografía, es un esfuerzo colectivo,
activemos los valores documentales y testimoniales para tener el honor de
pregonar la libertad de la patria, América es una unidad patriótica. Somos una
generación privilegiada, porque los profesores nos mandaban a investigar obras
y otros poetas, Era un trabajo de investigación junto a la comunidad educativa.
Este, es un tiempo difícil, cuesta ver el futuro,
pero, hay nuevos retos. Los empresarios, venden a como les da la gana. Los contratos a empleados públicos, poco
dispensan una fluidez para el trabajo cotidiano, la vida política se encuentra
muy desprestigiada y, es una querella en cualquier esquina. Lo que ocasiona un
delito mínimo y otro de gran magnitud. Lo que se aprecia, es un mal
comportamiento que incide en la estimulación de la guerra sucia. Nuestra
participación debe ser activa.
La minoría privilegiada desea acabar con el
pueblo y pone en peligro la estabilidad del poder político de un sector social
y pierde legitimidad y al final desarticulado, porque quebranta el poder
popular.
Me quedo. para mi militancia intelectual,
profesional y personal con las enseñanzas indirectas, pero determinantes de
Juan Nuño. Trabajo, todos los días, así se construye con trabajo el existir y
la necesidad y el compromiso con Carabobo, con todos los municipios, con todos
sus pueblos; con su geografía singular y con su Historia única. ¡Gracias por
dejarnos esa herencia! una visión iraní del fundamentalismo.
Esta semana al tener noticias de la pérdida
terrenal -que no intelectual y académica- de Don Leoncio y de Don Antonio, mi
primer pensamiento no ha sido para sus obras; ni para sus premios,
reconocimientos o publicaciones. Mi primer sentimiento ha sido de nostalgia y
de ausencia. De nostalgia de las enseñanzas de un conjunto de hombres y mujeres
que durante el último tercio del siglo XX aportaron, con generosidad y rigor,
su conocimiento. En un contexto socio-político que aún no se había despegado de
las impregnación del franquismo, y que tampoco se había revestido aún de
comportamientos y quehaceres democráticos. El sentimiento de ausencia ha
brotado al darme cuenta de la desaparición de las dos personas que me brindaron
las herramientas para comprender dónde vivo, por qué, desde cuándo y porqué
formo parte de esta sociedad que a veces tanto nos cuesta desentrañar.
Dícese, que la Asamblea
Nacional tiene el derecho o la potestad de hacer leyes y el TSJ de moderarlas
ante él país. En España, y la nombro porque estamos empecinados en
Latinoamérica, más Caracas en traer a Zapatero y Aznar, además del Congreso de
los Diputados, diecisiete parlamentos autonómicos de La Comunidad Internacional.
Esto en cuanto a leyes propiamente dichas, ya sean orgánicas o no. Pero, vemos el desorden que hay que hasta un
buen muchacho que es músico e iba a un ensayo fue agredido por la PNB nefasta y
fascista que hay en el país Luego están los reglamentos que dan forma a la
aplicación de esas leyes. Y, además, para colmatar el asunto y poner al
ciudadano y a las empresas a levitar en el éter, están todas las ordenanzas de
los más de ayuntamientos; y las directivas, reglamentos y decisiones que nos
vienen de la Unión Europea, desde la colonia y, ¿porque fallamos?
Desde hace muchos años,
todavía en vida de Franco, (España), leía a los periodistas de la línea jurídica,
me lamentaba en algún escrito de la cantidad de leyes que producían nuestros
diputados en Cortes y que, por entonces, generaban problemas de interpretación
y colisión. Qué decir, pues, del tiempo actual. Ni antes, ni ahora, he
conseguido entender que una vez sentenciado un asunto tras concluir el acto judicial
correspondiente fuese, sea, necesario iniciar un nuevo proceso pidiendo la
"ejecución de la sentencia". Es un correr entre tribunales No he de ocultar
que a efectos de asuntos jurídicos me considero un velillo e inadecuado. Pero,
esto no impide que sienta extrañeza. Y mucho más si cuando la sentencia se ve,
se aprecia, con claridad. Y a los meses, como si nada, no hay indiciados, ni
culpables.
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