La
Tecla Fértil
La
democracia jamás será falseada e insultada por aquellos que le niegan garantías
al pueblo y, poco le favorecen en sus programas sociales. Los derechos civiles
implican el respeto de los valores humanos a la ciudadanía en general.
Necesitamos en Venezuela, un proceso de reconciliación para impulsar el
verdadero socialismo con el fin de restaurar nuestro ejercicio político. El
pueblo, debe ir a una consulta popular para hacer respetar El Legado de Chávez
y avanzar a la verdadera esencia del poder y, acabar de una vez, con el régimen
autoritario que desea imponerse coartando las libertades conquistadas a través
de la historia.
En
este sentido, la actual ANC, debe dejar sin efecto la enmienda constitucional
que permite la reelección presidencial indefinida. Lenin Moreno en una
entrevista reciente afirma que, “el excesivo deseo de poder hace daño, vuelve a
la gente siniestra”. Hay que acabar con
la represión sea de derecha o de izquierda.
La
Constitución de un país, debe ser discrecional y todos los poderes del Estado,
deben estar subordinadas a ella y quién ejerza la presidencia, debe respetar la
independencia de tales poderes
La democracia
latinoamericana ha venido sufriendo un grave quebrantamiento en su ejercicio
político a lo largo de los últimos 30 años y, enmarca los tres años que, en
nuestro caso, Nicolás Maduro Moros lleva en el poder, Desde entonces todos los
poderes del Estado fueron subordinados al Ejecutivo que detenta el hijo de
Chávez y lo ejerce en forma autoritaria.
La
seguridad jurídica fue sustituida por un poder dictatorial que reconoce,
reparte o niega derechos no de acuerdo con la Constitución y la Ley, sino de
manera discrecional.
El
peligro, es que podemos caer en un caudillismo político y, perder la autonomía
constitucional, como lo perdió Siria y Turquía.
. En realidad,
son incontables y muy graves los daños que algunos dirigentes izquierdistas le
han hecho a la democracia. El sistema presidencialista en un momento dado,
sirve para democratizar el país, tal como ocurrió en Cuba, China y Rusia, luego
de pasar por amargas experiencias, los nuevos países progresistas, no deben
pasar por estos traumas dados en el pasado.
Los
latinoamericanos, tenemos el anhelo y el objetivo de tener derecho a la
libertad y lograr que los acusados por corrupción vayan a la cárcel.
Se
avecinaba, entonces las elecciones de gobernadores y las presidenciales. El
pueblo de ir a votar, escoger a los gobernadores y no votar por el comediante,
que se proclamaba de manera altisonante “ni corrupto ni ladrón”, solo para
resultar al poco tiempo subido al mismo carrusel.
.La
moraleja fundamental de todos estos hechos donde se alternan el descaro, la
corrupción y la falta de respeto institucional, como si todo fuera un gran
circo, es que desde las graderías la gente no se traga el espectáculo y baja a
la pista, indignada, a reclamar que se detenga la función. Y, esto lo vemos en
las entidades bancarias por ciudadanos de la tercera edad. Las protestas
continuarán mientras la impunidad siga siendo defendida con trampas y
artimañas, en burla de las leyes y la Constitución.
Nuestro
Continente, viene siendo asediado por la violencia y la descomposición social y
ahora se le suma, la rebeldía ciudadana, que viene siendo un activo valioso y
esperanzador en el futuro institucional del país Una intolerancia saludable que
ya ha demostrado en el pasado que es capaz de atajar la rapiña y los desmanes,
y puede sentar a los presidentes en el banquillo de los acusados.
La democracia y
la institucionalidad son claves para el crecimiento económico, La dictadura castrista de Venezuela, mediante su constituyente
intenta la construcción de un sistema como el cubano. Su trabajo inmediato es
desmantelar todo lo que se oponga al poder absoluto. La constituyente de Maduro
es un organismo apócrifo, carente de legalidad ni legitimidad, es un órgano de
facto, por lo que sus actos y órdenes son hechos delictivos que nadie puede ni
debe cumplir, pues los actos de quienes usurpan funciones o ejercen
jurisdicción o potestad que no emanan de la ley son nulos de pleno derecho y
existen acciones legales para defender la democracia.
Para
que el acto de un órgano o funcionario público sea válido debe estar fundado en
la legal composición del órgano o designación del funcionario, debe poseer la
capacidad conferida por ley que se conoce como competencia, y debe tratarse
de una decisión que esté en el marco de su potestad entendida como “el dominio,
poder, jurisdicción o facultad que se tiene sobre algo”. Si tales elementos no
existen, serán entonces actos delictivos que están tipificados como:
“Usurpación de funciones”, “suplantación de autoridad”, “atribuirse los
derechos del pueblo”, “conspiración”.
La
constituyente dictatorial de Venezuela desde el momento mismo en que tomó por
la fuerza las instalaciones de la Asamblea Nacional ha cometido actos nulos de
pleno derecho que no pueden ser obedecidos ni tomados en cuenta por ningún
ciudadano, estado, ni por ninguna organización. Pero además de la nulidad, sus
miembros cometieron delitos. Esa mezcla dictatorial de acto nulo y delictivo ha
continuado ilimitadamente por la constituyente de Maduro al “atribuirse todos
los derechos del pueblo venezolano”, y aquellos como la destitución de la
fiscal y la pretendida eliminación de la Asamblea Nacional.
La
reivindicación del Estado como instrumento de concertación, integración y
regulación social debe provenir de un acto consciente y de un acuerdo de
voluntades, un contrato social en el que se restablezcan los puntos de
referencia y el plano de coincidencias mínimas de la sociedad contemporánea, y
no de una demostración de poder que reivindica el derecho de la fuerza, y
pretende hacer de la violencia el fundamento de la legalidad y la legitimidad.
En un
verdadero sistema democrático, Estado y mercado no deben ser términos
contradictorios y excluyentes, ni solo unificados para satisfacer sus propios
intereses utilitarios, sino factores complementarios de una misma realidad,
subordinados ambos a los principios y valores de la democracia. Pero en verdad,
más allá de la forma de relación entre la economía y la política, la fractura
de fondo que disgrega en forma altamente peligrosa la estructura moral de la
democracia en nuestro tiempo, se da entre acción y razón, entre conducta y
ética.
Otro
aspecto, opuesto al de la contradicción Estado-mercado y que afecta el concepto
y práctica de la democracia, es la relación entre ambos a través de la cual
configuran una sólida y omnipotente unidad, en la que la práctica política y
los valores y principios de la democracia, quedan subordinados a los intereses
económicos y financieros.
Los
hechos no obedecen a la razón ni a la moral y ante esto no existe aún una nueva
propuesta conceptual y ética que permita superar esa situación. Los medios se
han transformado en fines y actúan en forma arbitraria sin un principio
ordenador y de justificación racional.
El
pensamiento está, en cierta forma, al margen de una situación en donde el poder
actúa por sí y ante sí, sin ningún referente, principio o fin que trascienda
sus propios intereses.
En
este contexto, caracterizado de una parte, por una integración de intereses
utilitarios entre Estado y mercado, y de otra, por una ruptura entre acción y
razón, entre la realidad práctica y los fines, valores y objetivos de la
democracia, debe analizarse la crisis que afecta a la política en general y
tratar de encontrar, o de construir, una racionalidad y una ética, que den
respuesta a los problemas de la democracia en el mundo contemporáneo.
La
reivindicación del Estado como instrumento de concertación, integración y
regulación social debe provenir de un acto consciente y de un acuerdo de
voluntades, un contrato social en el que se restablezcan los puntos de
referencia y el plano de coincidencias mínimas de la sociedad contemporánea, y
no de una demostración de poder que reivindica el derecho de la fuerza, y
pretende hacer de la violencia el fundamento de la legalidad y la legitimidad.
Promover
la representación y la participación ciudadanas, y fortalecer el mecanismo de
partidos políticos a partir de su propia organización y de su funcionamiento interno
y externo, son medidas necesarias para el fortalecimiento del sistema
democrático.
Restablecer
el verdadero sentido de la democracia y el Estado de Derecho, tanto ante un
poder que no solo pulveriza los valores, sino que además pretende hacer creer que
actúa en nombre de ellos, como ante un sistema cuyo funcionamiento la degrada y
devalúa, es un desafío ineludible de la política, la ética y la filosofía en el
presente.
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