Asidero,
De
producirse unas elecciones presidenciales al calco, el presidente Nicolás
Maduro Moros sería elegido nuevamente, porque el tablero político nacional es
un escenario, donde se miden las inquietudes de la izquierda venezolana, el
madurismo y, los movimientos opositores. Aunque las turbulencias de los
mercados emergentes parecen que ahora, se encuentran sobrevendidos. Ahora bien, ¿representan un buen valor? ¿Qué más necesitamos ver para
una recuperación? Mi lista de deseos para 2019: enfriamiento de las tensiones
comerciales mundiales, más estímulo en China, aumento de los precios de las
materias primas y buenas políticas. Sin duda, necesitamos restablecer el
mercado.
Ya sé que imputar sinceridad a consumados intérpretes de teatro
político comporta un riesgo supremo para el honor de todo buen venezolano, que
tolera cualquier cosa menos que le tomen por ingenuo. De mí no se ríe ni mi
padre: esta es la frase más idiosincrásica que se pronuncia en Venezuela desde
tiempos de Caldera. Pero el orgullo es el
báculo de la ceguera:
le permite a uno sentirse más listo que el resto mientras permanece en la
densa, confortable oscuridad.
Y cualquiera, sigue ciego su camino, no importando
los escraches por internet o personalmente. La reacción es de total escepticismo.
Y es lógico, los personajes políticos se dan una impostura que goza del pueblo
una total simpatía. Donde, hasta los curas, no desean ser comunistas, pero, sí
que el Estado le retribuya una bonificación por sus servicios eclesiásticos,
La nueva tendencia ideológica en Venezuela y
América Latina, viene dándose desde Andalucía. Bastión histórico del PSOE y
José Luis Zapatero. Ahora conjuntamente con Pablo Iglesias y Podemos. Dando
orientaciones a una Latinoamérica para que, sume votos a sus intereses,
logrando una ligera mayoría en el gobierno y, los gobiernos que asesora en el
exterior.
José María Aznar solía decir que no se
perdona que un joven de derechas tenga éxito; ahora lo que no se perdona es que
lo tenga un joven o un viejo de izquierdas. Hay que teclear con cuidado para
que no te descubran secuelas de rojería porque
te patean en las redes o en los comentarios del propio periódico donde
escribes. La derecha sigue soñando con un país como Francia, donde las banderas
estén en las escuelas y hasta en las bodas; la izquierda ha quedado alelada con
el nacionalismo y le van a dar muchos tortazos.
Lo que han llamado extrema derecha no se
parece a la de la Transición. Éstos no salen como aquéllos con bates de
béisbol, ni dan estopa en la zona nacional, ni tienen detrás a la madera ni
reconocen otros poderes fácticos que los ciudadanos que los votan.
Ya palmó aquel facha al que cantaba
Joaquín Sabina: "Mi vecino de arriba/ es un fulano de tal. / Es un señor
muy calvo, muy serio y muy formal/ que va a misa el domingo/ y fiestas de
guardar". Los vecinos de arriba que votan a la derecha-derecha ya no
hicieron la guerra ni hacen pintadas de "Rojos al paredón" ni
reaccionan como el que un día pescó a Joaquín magreando a su hija dentro del
ascensor y le dijo: "Quítate el pantalón". "Como hay niños
delante/ no les puedo contar/ lo que con su cuchillo/ me quería cortar".
Las nuevas derechas se alejan del centro,
son más laicas, rechazan el franquismo, no van de antieuropeas. Han conectado
con el estrés de las derechas europeas y levantan banderas de "españoles
primero" contra la inmigración y contra la invasión musulmana. Los activa
la amenaza separatista de Cataluña porque temen la ulsterización o balcanización de España, con ese
separatismo que emborracha y puede matar. Así, sucede en Venezuela, nadie desea
adherirse al proyecto revolucionario, pero, su voto va hacia el presidente
Maduro.
En España, Las nuevas derechas no se
salen del perímetro democrático y, por muy radicales que sean, saben que en lo
esencial la política económica no viene dictada por la lucha de clases sino por
Bruselas y la supervivencia de Europa y de su moneda, aunque progresistas y
conservadores mantengan ese teatro grosero de derecha-izquierda.
Con la izquierda pasa igual. Quiere
convivir con el presente vecinal y aceptar las partes. Nicolás Maduro y Zapatero,
acortan las distancias. defienden una política económica poco ortodoxa y
acreditadamente ruinosa del pasado, basada en políticas sociales altamente
ideologizadas, clientelares y derrochadoras. Pero, es el recurso para
mantenerse en el poder.
Por cierto, el falso progresismo de la
izquierda Para cubrir su gasto ingente se necesita abrasar fiscalmente a
las clases medias y a los sectores productivos de la
nación, aunque su consecuencia inevitable suele ser un pernicioso aumento del
déficit público y de la deuda pública, empobrecedores innatos de las
generaciones presentes y futuras.
El siglo XIX alumbró dos
grandes ideologías: el liberalismo y el nacionalismo. El siglo XX otras dos: el
comunismo y el fascismo. Pues bien, las dos primeras siguen vigentes y las dos
últimas han desaparecido por completo. El fascismo, esa mezcla de nacionalismo,
tradición y violencia con que las clases medias replicaron al comunismo, ha
sido borrada del mapa por completo después de haber provocado tal cantidad de
desastres en el mundo que nadie la podrá resucitar. El comunismo tres cuartos
de lo mismo, incluso se pude decir que quizás sea la idea que más situaciones anómalas
ha causado, aunque nos dejó como herencia los logros sociales de la
socialdemocracia
Pero, hoy, tenemos el Socialismo del
siglo XXI, el concepto más claro de un cruce de ideologías que proyecta al
hombre nuevo. Su representante, Nicolás Maduro Moros.
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